Por
Marta Rodriguez
En enero de este año, el Santo Padre publicó el Motu Proprio Spiritus Domini, a través del cual modificaba el canon 230 y abría los ministerios del lectorado y del acolitado también a las mujeres.
En algunos ámbitos, esta decisión fue totalmente inesperada; en otros, parecía haberse esperado ya demasiado tiempo. Cada vez que se menciona la cuestión de las mujeres en la Iglesia, surgen reacciones similares: por un lado, un cierto temor, por otro, una creciente impaciencia por la lentitud con la que se efectúan los cambios. Lo que está ocurriendo en la Iglesia alemana nos interpela y nos hace reflexionar.
El Papa Francisco reconoce en la Evangelii Gaudium 104 que las reivindicaciones de los derechos legítimos de las mujeres plantean a la Iglesia cuestiones profundas que la desafían y que no se pueden eludir de manera superficial.
Reconoce claramente (como lo hizo también en Christus Vivit 42) lo mucho que ha pesado la larga historia del machismo en las prácticas eclesiales. Este es un hecho que debe reconocerse y afrontarse adecuadamente.
Pero no se trata únicamente de las mujeres, ni es solamente un problema de ellas. Lo que se esconde aquí es quizás una oportunidad de renovación para toda la Iglesia: para que viva más plenamente lo que entendió de sí misma en el Concilio Vaticano II.
La eclesiología del Concilio es efectivamente una eclesiología de comunión que, partiendo de la igual dignidad de todos los bautizados, considera que todos los ministerios están ordenados al servicio del Pueblo de Dios.
La palabra «sinodalidad» es un modo de ser de la Iglesia, que también da espacio a un a una ministerialidad más amplia entre todos los bautizados (sin quitarle nada al ministerio presbiteral, sino al contrario).
El reciente nombramiento de Santa Nathalie Becquart como Subsecretaria del Sínodo de los Obispos es otra señal del Papa, que confirma esta dirección.
Los principios teológicos resultan claros, pero el camino hacia el cambio cultural y la práctica es aún largo. En este ámbito, las mujeres son tal vez la punta de lanza, porque obligan a plantearse interrogantes y a emprender el camino.
¿Cuál es la diferencia entre la Tradición como fuente de la Teología y las tradiciones culturales, que son limitadas y superables? ¿Por qué es tan difícil aplicar y vivir los principios teológicos? ¿Cuáles son los bloqueos culturales? ¿Cómo se pueden afrontar estos bloqueos en la formación de sacerdotes y laicos?
En la cuestión de la contribución de las mujeres en la Iglesia, ¿cuáles son los principios que deben guiar la acción? ¿Qué pistas pueden guiar la lectura de los diferentes contextos: los más inquietos y los más aparentemente inamovibles?
Las preguntas son muchas, y es necesario también saber cómo responder, considerando los diferentes contextos culturales. Cuando el Santo Padre habla de este tema, siempre repite que se trata de «iniciar procesos».
Como Instituto de Estudios Superiores sobre la Mujer, nos hemos preguntado cómo iniciar estos procesos, y hemos comprendido que una condición necesaria es formar a los agentes del cambio.
Por esta razón, en 2019 - 2020 propusimos el primer Diploma con el título «Mujeres e Iglesia». El éxito de la primera edición ha permitido realizar una segunda, que este año se celebrará del 19 de junio al 3 de julio, de forma conjunta en colaboración con la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, la Pontificia Universidad Salesiana, la Pontificia Universidad Urbaniana, la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación «Auxilium» y el Pontificio Instituto de Estudios Teológicos para la Vida Consagrada «Claretianum».
La iniciativa cuenta también con la colaboración de la Academia de Líderes Católicos de América Latina. El diploma de este año se titula: Mujeres e Iglesia: cómo activar y promover la colaboración efectiva entre hombres y mujeres en la Iglesia.
El programa se divide en tres módulos temáticos, además de talleres.
El primer módulo es el socio-histórico, y ofrece las bases de la evolución histórica en la que se sitúan las diferentes cuestiones culturales, llamando la atención sobre los puntos fuertes y débiles, sobre las convicciones adquiridas y los aspectos problemáticos de la inculturación de la fe católica en su diálogo social, para mirar al futuro con un espíritu proactivo.
El módulo de antropología (antropología filosófica y teológica) explora el significado de la diferencia sexual en la persona humana y la complejidad de los elementos que entran en juego en la formación de la identidad sexual, para ilustrar cómo es posible expresarla en colaboración y reciprocidad entre hombres y mujeres en contextos eclesiales.
El módulo eclesiológico y mariológico retoma los puntos más destacados del Magisterio conciliar y postconciliar sobre el laicado y la mujer, para crear vías de aplicación creativa, fiel y profética.
Analiza lo que la figura de María dice sobre la identidad y la misión de las mujeres en la Iglesia, presenta el status quaestionis, algunos puntos críticos y los caminos a seguir. El objetivo de los talleres, que se celebran al principio, a la mitad y al final del curso, es asimilar y poner en práctica los contenidos de las lecciones.
El programa no pretende dar todas las respuestas. Más bien, se concibe como un laboratorio de ideas, que pueda abrir perspectivas, crear sinergias y pensamiento, en fidelidad creativa al Espíritu Santo.
Iniciativa del Istituto di Studi Superiori sulla Donna y del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum