He estado ojeando una guía de la Comunidad de Madrid dirigida a los padres que buscaba orientarlos en la educación digital de los peques.
En ella recuerdan que el cerebro es un órgano de alta plasticidad, funciona de manera similar a un músculo, si se utiliza crece; si no, se atrofia.
"El cerebro y sus redes neuronales crecen desde el momento en que nacen y no dejan de hacerlo hasta el último segundo antes de morir”. El cerebro se va transformando gracias a esos pequeños movimientos que se dan en la conexión entre neuronas.
Y es aquí donde la guía dejó en el aire una reflexión "¿Qué zonas, capacidades o hábitos quiero que mi hijo desarrolle más? Mientras lanza la pregunta nos recuerda que entre los 4 y 12 son los años que mayor número de talentos, experiencias y hábitos podemos inculcar, con su colaboración y libertad.
Cuando termino de leer esta guía, absolutamente recomendable, tuve un flashback de mi primer año de carrera. En ese curso las dos últimas horas del viernes tenía la clase de Arte Antiguo y Medieval. Con uno de esos profesores legendarios que solía recordar habitualmente dos conceptos: uno: lo bueno y necesario que es tener un amigo restaurador; y dos: quien no haya leído la Biblia es un completo ignorante que no podrá contemplar la cultura occidental (por consideraciones que hacía en clase me atrevo a apostar que no era precisamente un católico practicante).
Pero la realidad es que, para creyentes o no creyentes, acercarse a la Biblia es asomarse a los cimientos de esta sociedad nuestra y despertar la sensibilidad a lo bueno, la verdad y la belleza. Conocer las Sagradas Escrituras es conocer el gran difusor de inspiración de artistas de todos los tiempos y de todos los escenarios posibles: arquitectura, escultura, pintura, poesía, música…
Enlazando a mi profesor de arte, con la guía de la Comunidad de Madrid quiero hacer una pregunta :¿Sólo queremos que se produzcan conexiones entre las neuronas que reconocen la obra, la inspiración de youtubers, concursantes de realities o creadores de tik tok?
Sí, sé que muchos colegios, familias dedican tiempo lectivo y de ocio en acudir a conciertos, museos y exposiciones pero sin hacer una lectura previa, sin una explicación del pasaje de las Sagradas Escrituras o de la idea de moral cristiana que da sentido a la obra.
Podrán maravillarse con la belleza, los magníficos pliegues perfectos en el mármol de la “Piedad” de Miguel Angel, (una de las grandes esculturas más apreciadas incluso por los no creyentes), pero no entenderán, no podrán valorar todo lo que se esconde detrás de ese rostro joven de la Virgen. Un rostro que nos recuerda que es hija de Dios Padre y madre de Dios Hijo, un rostro que nos hace volver la mirada al misterio de la Santísima Trinidad.
O podrán valorar la Sagrada Familia por sus características estéticas, su estructura… pero se quedarán a medias, disfrutando la obra de una forma incompleta si no conocen todos los significados que dan sentido a la creación.
Nos perderíamos el legado que quiere dejar tras la ejecución de las columnas, detrás de ese afinamiento paulatino hasta el techo que representa la búsqueda de la santidad, la perfección para llegar al cielo.
Las grandes obras de arte que nos acompañan se volverían parcialmente invisibles si no las miramos con la luz necesaria, que no es otra que el conocimiento de la doctrina católica.
¿Somos conscientes que sin conocimientos de la doctrina cristiana, sin conocer las Sagradas Escrituras no podrán apreciar la gran parte del arte que nos rodea, atrofiando sus sentidos, sin capacidad para el asombro?
¿Nos preocupa que no le demos importancia a esta zona del cerebro donde se producen las conexiones entre neuronas que despiertan la sensibilidad al bien, a la bondad y a la belleza?