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En su doble condición de sacerdote y estudioso de la ética empresarial y de la doctrina social de la Iglesia, Melé aporta un análisis de las enseñanzas del Papa que aborda el concepto cristiano del trabajo a la luz de los retos que afrontamos en el Tercer Milenio.
Melé es profesor emérito del departamento de Ética Empresarial y titular de la Cátedra de Ética Empresarial del IESE (Instituto de Estudios Superiores de la Empresa).
Además, es doctor en Ingeniería Industrial por la Universitat Politècnica de Catalunya, doctor en Teología por la Universidad de Navarra y licenciado en Química por la Universidad de Barcelona. Es sacerdote incardinado en la prelatura del Opus Dei.
Cuenta con un prolífico trabajo en publicación de libros, artículos científicos y casos de estudio (más de 70). En 2003 recibió el premio a la excelencia en investigación de la Asociación Alumni del IESE.
Nos encontramos ante una voz muy autorizada.
¿Cuáles son los fundamentos del trabajo en la espiritualidad cristiana?
Los fundamentos los encontramos en los dos relatos del Génesis sobre el trabajo. El primero, con la bendición de Dios, “dominad la Tierra” con el trabajo; y en el segundo, de una manera más explícita, llamando a cuidar y trabajar la tierra, en el sentido de ser un buen administrador de la Creación. Cultivarla es hacerla producir, sacar frutos, obtener lo mejor de esta tierra que es un don de Dios.
El otro gran fundamento está en el misterio de la Redención, concretamente en Cristo. Empieza con la Encarnación, el hijo de Dios se hace hombre y trabaja, por lo que el trabajo tiene una dignidad extraordinaria.
Con el trabajo nos podemos asociar a la Redención, lo que le da un significado muy profundo.
El tercer fundamento es la acción del Espíritu Santo sobre las almas. Él es quien hace posible que el trabajo se realice con rectitud de intención, bien hecho, que tenga un valor santificador. El Espíritu Santo, que es dador de vida, nos da esta vida sobrenatural, esta santidad a través del trabajo.
La santificación del trabajo es trinitaria: la Creación, la Redención y la Santificación por el Espíritu Santo. El cristiano colabora en la Creación, trabaja unido a Cristo en su Redención y se deja mover por el Espíritu Santo para realizar el trabajo.
¿Qué supone el trabajo para el hombre desde la visión de san Juan Pablo II?
Por una parte, es una visión teológica como he explicado, lo que él llama el primer evangelio del trabajo (en el Génesis); luego habla del evangelio del trabajo propiamente dicho.
Como la teología utiliza la razón, Juan Pablo II se fija en los fundamentos antropológicos del trabajo. Dice que el trabajo procede de la persona, es algo íntimamente unido a ella, y es justamente lo que le da al trabajo una gran dignidad. El trabajo es una proyección del hombre, por lo que no puede ser tratado como una mercancía, no se pone a la venta sin más, por esa consideración de actividad humana.
En esta sociedad disruptiva, ¿se ha “endiosado” la tecnología?
Desde Pío XII, los Papas siempre han visto la tecnología con muy buenos ojos. Es un fruto del trabajo del hombre, del ingenio y la inteligencia humana pero, en último término, es Dios quien ha puesto esta capacidad en el hombre. La tecnología mirada con profundidad nos lleva a Dios.
El problema es cuando la tecnología se transforma en un ídolo, no como un fruto del trabajo del hombre, sino como una especie de ídolo a quien adorar, a quien servir, dándole un lugar preeminente en la vida humana.
Ahí es donde los Papas advierten de una cosmovisión que, en lugar de estar centrada en el hombre y en Dios, esté centrada en la tecnología y lo que puede proporcionar, y se pierde de vista que es instrumental. La tecnología es creada por el hombre para las personas.
¿Hay trabajos más dignos que otros?
Cualquier persona tiene una dignidad intrínseca y, por tanto, todos los trabajos tienen una dignidad por proceder de la persona. Otra cosa es la valoración social o económica que depende de factores externos, sea el más brillante o al que socialmente se le da menos valor. Pero más allá de esto, tiene un valor antropológico y ético por proceder de la persona.
¿Cuándo aliena el trabajo a la persona?
Cuando no hace posible que se realice trabajando, es decir, cuando el trabajo no puede hacer crecer a la persona. El trabajo tiene una virtud anexa que es la laboriosidad. Según santo Tomás, la virtud es lo que hace bueno al hombre. Un hombre bueno es un hombre virtuoso. La laboriosidad no se podría considerar una virtud, así se considera en la tradición cristiana, si no fuera parte de la perfección humana.
Trabajando nos hacemos mejores personas. ¿Por qué? No porque adquiramos más habilidades, sino porque nos damos cuenta de que, con ese trabajo, se sirve a los demás, sirve como soporte a la familia…
En definitiva, cuando tiene esta dimensión del amor, en el sentido de buscar el bien para los demás. En el sentido de amar a Dios, se ve su voluntad y es una manera de servirle.
Parece que San Juan Pablo II fue un visionario al hablar de la conciliación.
San Juan Pablo II defiende el valor del trabajo familiar, el valor del trabajo materno. Es más, llega a decir que debe tener una consideración profesional el hecho de que las madres se dediquen a los hijos.
¿Esto significa que no valore el trabajo de la mujer fuera del hogar? En absoluto, reivindica la igualdad del trabajo entre hombre y mujer. Pero él pide que se reconozca ese trabajo inmenso de la educación de los hijos por parte de las madres, pero también de los padres. En este sentido, aboga por que el trabajo fuera de casa no desuna a la familia.
Sin utilizar el término conciliación, habla de algo más profundo: el trabajo y la familia deben contribuir al crecimiento de la persona.
A veces, puede ocurrir que se trabaje mucho, no tanto para mejorar como persona y para servir, sino simplemente por ambición personal, por autosatisfacción, y puede darse una falta de conciliación simplemente por una falta de ideas claras del propio protagonista. En otros casos no es así y la falta de conciliación es porque depende de la empresa, de las estructuras sociales.
¿Cómo podemos imitar a la Sagrada Familia en el trabajo?
No tenemos detalles explícitos, pero el evangelio nos dice que Jesús era hijo de José el artesano. También era conocido como el artesano hijo de María, lo que significa que la Sagrada Familia trabajaba.
Hay que imaginar un trabajo en la presencia de Dios. Y así es el trabajo de las personas cristianas: el trabajo bien hecho, realizado con competencia profesional, hecho en la presencia de Dios y ofreciéndoselo.
El trabajo en la Sagrada Familia es ejemplo de muchas cosas: el medio de sustento de la familia, tenían que trabajar mucho porque en aquella época, dicho en términos modernos, la productividad era muy baja, había que hacerlo todo a mano, no existían las máquinas.
A cualquier cosa que ahora hacemos más rápidamente, entonces tenían que echarle muchas horas. José y Jesús -la mayor parte de su vida- pasarían muchas horas trabajando en el taller de Nazaret para sacar adelante la familia y servir a sus conciudadanos.
¿Cómo actúa el Espíritu Santo en el trabajo?
Actúa en el alma de quien trabaja, dando este amor de Dios que es como la fuerza interior para santificar el trabajo. El Espíritu Santo se nos da continuamente en los sacramentos y en la oración.
El trabajo se puede relacionar con la liturgia, cuando en el ofertorio el sacerdote dice estas palabras tan bonitas: el pan es "el fruto de la tierra y del trabajo del hombre” y el vino, "fruto de la vid y del trabajo del hombre”.
Transformamos el trabajo en ofrenda, hacemos que sea parte de la liturgia central de la Iglesia en la Santa Misa, con el sacrificio de Cristo. Ahí está el Espíritu Santo, cuando ofrecemos el trabajo a Dios.
¿Cómo intervienen la caridad, la vocación de servicio y la solidaridad en el trabajo?
La caridad es la acción del Espíritu Santo. Hay que tener esta visión de servicio siempre. En mi experiencia, cuando los estudiantes ya no estudian solo para pasar el curso, para aprobar, sino que descubren que están formándose para servir mejor a los demás, el estudio adquiere una nueva dimensión. Cuando se es profesional también.
Descubrir la vocación de servicio le da al trabajo un significado nuevo. Esto tiene una gran actualidad, en el mundo de la empresa se habla mucho de proporcionar un trabajo con significado. La espiritualidad cristiana proporciona un significado profundísimo: sentirse cooperador en la obra de Dios, unido a la obra redentora de Cristo y santificándose por medio del Espíritu Santo.
Esta vocación de servicio lleva a la solidaridad. Permite tener recursos para ayudar a los demás, para dar limosnas… Pero no solamente para esto, también ayudar a los propios hijos. El trabajo de los padres es ejemplarizante para ellos, a veces es sin palabras, por lo que ven.
¿Cómo se puede hacer apostolado en el trabajo?
El apostolado es inherente a la condición de cristiano. Apostolado es llevar el mensaje de Cristo, en definitiva: cuando una persona cristiana trabaja lleva ese mensaje, en primer lugar, por la ejemplaridad, por la forma de trabajar. La gente se fija. También por la forma de afrontar las cosas.
Las virtudes cristianas se hacen presentes en el trabajo: por la serenidad, la forma de dirigirse a los demás, de la fortaleza para afrontar los problemas, a través de la laboriosidad… ¡A través de tantas cosas!
Nadie trabaja solo, trabajamos con otros incluso con el teletrabajo. El Señor nos dice en el evangelio “que vean vuestras buenas obras para que glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo”. No es para presumir o para la vanidad personal: es para la gloria de Dios. Trabajando de esta manera se hace apostolado.