En Instagram su apodo es paradójico: nil-by-mouth-foodie que significa “gourmet que no puede llevarse nada a la boca".
Loretta Harmes es una chef londinense que desde hace seis años no se sienta a la mesa para comer. Cocina mucho y bien, pero no puede comer de la forma habitual. Una rara enfermedad la obliga a alimentarse a través de una sonda, porque su estómago no es capaz de digerir la comida.
Probar, degustar, saborear son acciones que no puede llevar a cabo, pero - dice Loretta - esa sonda le ha dado mucho más de lo que le ha quitado. ¿Por qué? Porque llegar a un diagnostico y a un tratamiento fue una verdadera pesadilla, en donde varias veces estuvo a punto de morir.
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El límite puede ser una oportunidad y no un obstáculo. Entre las líneas torcidas de cada vida puede escribirse una historia recta y con sentido. Loretta es una chef y también una chica cuyo punto más débil es precisamente el estómago.
La pasión por la cocina empezó pronto, en familia:
Esta pasión por los momentos de convivencia en casa se rompe durante la adolescencia. Sin entrar en detalles, Loretta admite haber padecido anorexia durante un año a los 15.
El momento más dramático para Loretta fue cuando se empezaron a manifestar los primeros graves signos de su rara enfermedad y fueron confundidos por una recaída en el trastorno de la anorexia. Era demasiado difícil diagnosticar el síndrome Ehlers-Danlos, una enfermedad genética del tejido conectivo que puede manifestarse de formas muy diversas. En su caso le impide al estómago y al intestino realizar la función digestiva.
Comer se vuelve imposible:
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Durante dos largos años es obligada a comer siguiendo una terapia pensada para quien rechaza la comida, pero en su caso agravó la patología existente. Sentarse a la mesa seis veces al día (tres comidas principales y tres colaciones), masticar frente a los enfermeros que observan que cada bocado sea deglutido: ese fue el infierno de Loretta.
Al no darse cuenta ni ella ni nadie de lo que pasa con su cuerpo, la situación no hace más que empeorar. Estamos en las antípodas de la serenidad de una niña que amaba cocinar para los demás. En su lugar está una chica que muere cada vez que abre la boca para comer. Loretta admite haber intentado suicidarse varias veces.
Su última comida fue una patata asada, hace seis años. Un doctor logró recomponer el rompecabezas de los síntomas que tenía Loretta y encontró un diagnóstico: una particular manifestación del síndrome de Ehlers-Danlos, precisamente. La brutal la claridad de descubrir que su estómago e intestinos no funcionan fue también el final de la pesadilla.
Es en este momento que Loretta afirma que la sonda le ha dado más de lo que le ha quitado. Le quitó la relación directa con la comida, pero le devolvió la vida.
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Quizá en una situación así, la mayor parte de nosotros, se habría alejado de todo lo relacionado con la comida y la concia. ¿Por qué volverse chef si no puedes probar o degustar lo que preparas?
Extraño pero cierto, una vez que recobró la salud física también la pasión por la mesa y las recetas volvieron. Loretta hoy es la "gourmet que no puede llevarse nada a la boca". Su perfil en Instagram desborda delicias para los ojos y el paladar. Y evidentemente para ella es lo opuesto a una tortura.
Quizá la pérdida y el límite obligan a mirar más allá de los estereotipos. Quizá Loretta degusta sus platos no con la voracidad bulímica de la que a menudo somos esclavos. Hay una gran saciedad y un gran gusto por preparar un buen plato. Hay una gran satisfacción en el procurar que otros coman bien. ¿Tenemos este gusto todavía? O Masterchef & Co. nos han enseñado solo a venerar el emplatado y los nombres enrevesados de las recetas?