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San Francisco recibió los estigmas en este destino de peregrinación

Franciscan sanctuary of Laverna

Photo by Bret Thoman

Bret Thoman, OFS - publicado el 17/04/21

Fue al santuario franciscano de La Verna, en las montañas del sureste de Toscana, para ayunar durante 40 días y noches

“El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan –para nosotros– es fuerza de Dios” (1 Corintios 1,18)

Poco después de abandonar la autovía E45 de Umbría camino hacia Asís, los peregrinos pueden empezar a ver el monte Penna desde una distancia considerable. Es un pico imponente y escabroso en la sierra del Casentino, en el sureste de la Toscana.

Ubicado en la ladera de la montaña se encuentra un importante santuario franciscano: La Verna. Un entorno espléndido donde se entrecruzan espiritualidad, naturaleza, arte y cultura.

Justo antes de hacer la primera curva en horquilla, un buen guía destacaría el castillo en ruinas del Conde Orlando en el pequeño pueblo de Chiusi. De hecho, fue este conde, el señor de esta región, quien ofreció su montaña a san Francisco para meditar y rezar.

A Francisco le encantaba La Verna y volvió seis veces en su vida.

La última vez que visitó el lugar, el 17 de septiembre de 1224, sucedió algo extraordinario: recibió las heridas de Cristo en sus manos, pies y costado.

Francisco estaba en La Verna para rezar y ayunar durante 40 días como preparación para la fiesta de San Miguel Arcángel (29 de septiembre).

Los primeros biógrafos franciscanos dicen que san Francisco había rezado por dos dones: sentir en su cuerpo el dolor que Jesús sintió durante su Pasión y conocer en su corazón el amor que Jesús sintió por toda la humanidad. Entonces, se le apareció un ángel serafín de seis alas y Francisco recibió heridas de carne endurecida que sobresalieron en sus manos, pies y costado.

De inmediato, Francisco se encogió de dolor, pero también quedó abrumado de alegría. Francisco entendió, como es propio de los santos, que hay una conexión entre sacrificio y caridad; la cruz es el sacrificio definitivo, la caridad definitiva de Dios.

Los estigmas son un misterio. Igual que la Cruz de Cristo es un misterio –que el Hijo de Dios se entregara a la Pasión por nuestros pecados–, en ocasiones, muy raras, el Señor escoge ciertas almas víctimas para “sufrir [en su carne] lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).

El misterio de lo que sucedió a Francisco en La Verna es algo sobre lo que hay que meditar y reflexionar. En última instancia, hay algo más grande que las llagas de Cristo o de Francisco. La cruz es un mero camino hacia la Resurrección. Sin la cruz no hay Resurrección; sin que Dios baje al mundo, no hay manera de subir al Cielo.

Igual que el Viernes Santo evoca la cruz litúrgicamente, el Domingo de Pascua nos recuerda la Resurrección.

El sufrimiento no tiene la última palabra; la Resurrección sí.

Hoy en día, La Verna es un importante santuario italiano. Tiene una gran comunidad permanente de frailes franciscanos, un noviciado para jóvenes frailes en formación y varios dormitorios para retiros. En días festivos importantes (como la fiesta de San Francisco, el 4 de octubre, o la Fiesta de los estigmas de San Francisco, el 17 de septiembre), multitudes de varios miles de peregrinos visitan el santuario para una misa especial y recibir bendiciones del obispo de Arezzo.

Los visitantes pueden explorar los amplios terrenos y quedarse para hacer retiros en cualquiera de las tres casas de invitados.

Cabe destacar la basílica de Santa María de los Ángeles junto a la entrada original del santuario. Esta fue la primera iglesia en este terreno, construida en el siglo XIII y adornada con cerámica vidriada, conocida como mayólica, obra de los famosos hermanos Della Robbia de Florencia.

Sube algunos escalones hacia la cruz y estarás en el Cuadrante. Desde aquí, a 1228 metros por encima del nivel del mar, hay unas vistas espléndidas del valle del Casentino.

Al final de un pasillo (construido para proteger a los frailes del frío durante sus procesiones diarias) se encuentra la capilla de los Estigmas. Donde otrora hubiera una montaña baldía, en 1263 se construyó una capilla sobre el lugar donde san Francisco recibió los estigmas. En el suelo frente al altar se encuentra una losa en recuerdo del lugar exacto.

San Francisco de Asís, reza por nosotros.

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