Una de las devociones más populares a San José se llama la “Novena del Santo Manto”. Consiste en una serie de oraciones pronunciadas durante 30 días consecutivos, en memoria de los 30 años que algunos creen que San José vivió como padre adoptivo de Jesús.
Al mismo tiempo, la novena se basa, en parte, en la creencia de que existe un manto real de San José que se guarda en una iglesia en Roma.
El libro del siglo XIX Vida y glorias de San José ofrece una breve historia de este manto.
Aunque de San José no existía ninguna reliquia real, solo algunas porciones de sus vestiduras santificadas por el contacto con su cuerpo santo y ahora, como creemos, glorificado. Roma posee una espléndida reliquia en el palio o manto del santo, tanto más venerable como tan a menudo debió haber envuelto al Divino Infante cuando estaba abrazado por José.
Esta preciosa reliquia se guardó en la antigua colegiata de Santa Anastasia construida hacia el año 300 por Apolonia, una noble matrona romana para depositar allí el cuerpo de Santa Anastasia, Virgen y Mártir. Se cree que San Jerónimo, cuando fue llamado a Roma por San Dámaso para los asuntos de su Pontificado, celebró la Misa durante los tres años de su residencia en el altar donde se conserva esta reliquia. Todavía se muestra el cáliz del que hizo uso.
Vida y glorias de San José
¿Reliquia auténtica?
¿Es esta capa una auténtica reliquia que de alguna manera fue traída de Tierra Santa?
Desafortunadamente, existe poca evidencia para respaldar esta afirmación.
Sin embargo, existió una vez, aunque no fuera el que se venera en Roma, un manto que San José usó para proteger al Niño Jesús del clima frío. Con esto en mente, podemos despertar nuestra imaginación y fomentar un mayor aprecio y veneración a San José, invocando su protección en nuestras propias vidas.
Oh santo protector de la Sagrada Familia, protégenos hijos del Señor Jesucristo; Mantén lejos de nosotros los errores y males que corrompen el mundo; ayúdanos desde el cielo en nuestra lucha contra los poderes de las tinieblas. Y como una vez protegió al Divino Niño del cruel edicto de Herodes, ahora defienda a la Iglesia y manténgala a salvo de todos los peligros y amenazas; extiende sobre todos nosotros tu santo patrocinio para que, siguiendo tu ejemplo y ayudados por tu guía espiritual, podamos llevar una vida santa, morir felizmente y llegar por fin a la posesión de la bendición eterna en el Cielo. Amén.
Hoy celebramos a...