Vaya, no es que sea necesario o imperante pasar por tal o cual experiencia de dolor para que luego nos surja una iniciativa.
Al contrario, siempre que se pueda hay que apoyar proyectos que estén a favor de valores universales como la vida, la familia y las libertades.
Sin embargo, cuando ese proyecto, esa misión que hoy llevas a cabo es fruto de tu propia experiencia de dolor, es más sencillo empatizar con el dolor ajeno.
El anhelo por acompañar al otro en su proceso, de mitigarle el sufrimiento nace de una verdadera y profunda compasión y misericordia por el otro.
Es un deseo que nace de un profundo amor por el prójimo. Son ansias de gritarles con el alma, con palabras serenas y esperanzadoras:
Justo eso le sucedió a Keren Ahued.
De su propia experiencia de dolor, el Espíritu Santo le pidió fundar ASIF, asociación sin fines de lucro y de la cual hablaremos más adelante.
Keren Ahued Martín del Campo es mexicana. Oriunda de Guadalajara, Jalisco. Está felizmente casada -en Santiago de Compostela- con Pablo, español.
Con él ha formado un maravilloso hogar con 3 hijos, hasta hoy.
Además, es conductora de radio y televisión en distintas plataformas católicas.
Karen, antes que nada, muchísimas gracias por tu cercanía, por permitirnos compartir tu historia en Aleteia.
¡Hola! Gracias por la invitación a esta entrevista.
Mi infancia fue feliz, siempre rodeada de familia y amigos que me querían. Mis papás siempre me dieron lo que necesitaba y me llenaron de amor. Particularmente, me sentía enamorada de mi papá y, hasta la fecha, mis papás son mi mayor ilusión.
Me sentía muy querida y consentida por Dios. Desde chiquita sentí un amor muy especial por “Diosito” y por la Virgen María.
Les rezaba con mucha fe pidiendo milagros o señales y las veía. En mi recreo me sentaba a tomar “Lunch” junto a una estatua de la Virgen y juraba que podía platicar con ella. Le ofrecía de mi Lunch y de mi agua de Jamaica.
Aunque también tuve algunos días tristes… Mis papás discutían mucho. Tenían algunos problemas y yo notaba ese ambiente tenso en casa.
Dormía muy tensionada y lo notaba porque amanecía con las uñas de mis dedos encajadas en las palmas de mis manos.
Tuve varias etapas de sufrimiento durante mi pubertad y adolescencia porque mis papás se separaron un tiempo, consecuencia de una infidelidad de mi papá.
De la decisión de mi papá nació un hijo. Esa noticia nos quebró a toda la familia. No la personita que nació, sino la situación y el contexto que se vivió. Yo, como hija mayor, sentí una gran tristeza, impotencia y decepción.
Cuando tenía 17 años tuve un novio del cual estuve muy enamorada y me refugié en él. Sentía que él era mi protector, mi mejor amigo y que venía a llenar muchos vacíos en mí. Y aunque mis papás estaban juntos nuevamente yo seguía sintiendo la ausencia de mi papá.
Mi novio vino a darme una seguridad que quizás no tenía y yo, inconscientemente, buscaba huir de casa. Quería formar mi propia familia, una, en la que, según yo, todo funcionaría perfecto.
Quedé embarazada a los 19 años. Después del susto, los nervios y el miedo decidí afrontar la situación y dar vida a mi bebé.
Nos casamos por todas las leyes. Tuvimos a la bebé y fuimos felices un par de años. Sin embargo, cuando mi hija tenía 1 año 3 meses él nos abandonó y se fue con otra persona. Este ha sido el quiebre más fuerte que he vivido.
Hice lo imposible por salvar mi matrimonio, pero no fue posible. Debido a la inmadurez y por haberme casada presionada por el embarazo nuestro matrimonio tenía causales de nulidad, la cual comencé después de mi divorcio.
Fue muy difícil para mí todo esto. En medio de mi angustia y queriendo buscar la verdad, encontré la misericordia de Dios.
Tenía apenas 21 y una hija que sacar adelante. No me sentía fuerte para enfrentar esta situación. Me derrumbé.
Sentía como si una espada se encajara en mi corazón. Prefería estar dormida que despierta. Adelgacé mucho porque la tristeza me consumía. Lloré como nunca…
Tomaba a mi hija bebé entre mis brazos y la abrazaba muy fuerte como si fuera mi oso de peluche y como si quisiera que ella me recargara de pila, de fuerzas para levantarme, de su paz.
No me gustaba la situación que vivía. Sin embargo, aprendí en medio de esta tormenta que en mi debilidad estaba mi fortaleza.
Que podía ofrecer cada lágrima y cada dolor a Jesús y unirlo a su dolor en la cruz para darle un sentido salvífico al dolor y darle un valor infinito.
En un libro que me regaló mi papá leí que, si ofrecemos cada lágrima a Dios, Él la convertiría en perla. Entonces yo me imaginaba que más adelante estaría viviendo en un castillo de perlas (y así fue).
Me refugié en Dios como cuando era niña. Solo Él me bastaba para estar bien. Él se convirtió en mi plato fuerte y lo demás era guarnición.
Le enseñé a mi hija a amar a Dios y a confiar en ese padre providente del cielo y de la tierra, en ese padre que ella y yo teníamos y que no fallaba. Nunca le hablé a mi hija mal de su padre ni sembré en ella ningún tipo de rencor.
Me enfoqué en ser la mejor mamá para mi hija, Karyme y adopté a Jesús como esposo y proveedor.
Me motivó mucho saber que, si yo buscaba el reino de Dios y su justicia divina, todo se iba a dar por añadidura. Así que me enfoqué en buscar hacer un apostolado y en ser congruente con mi fe.
Me abandoné con total confianza en las manos de Dios confiando en que su voluntad era lo mejor para mi hija y para mí y sabiendo que sus planes eran mejor que los míos.
Al mismo tiempo, le pedía a Dios, desde el fondo de mi corazón, que me permitiera conocer un buen hombre como san José, un hombre de carne y hueso que fuera esposo para mí y que quisiera a mi hija como si fuera su propia hija.
A los pocos años conocí al san José que tanto le pedí a Dios: Pablo.
¿Qué es ASIF y en qué momento surge esa inspiración?
Lupita Venegas me inspiró mucho a iniciar este apostolado. Me dio la idea de comenzar con una pastoral para matrimonios y familias en situación irregular, precisamente por lo que yo había vivido.
El papa Francisco y san Juan Pablo II han pedido esto a los fieles en sus encíclicas Amoris Laetitia y Familiaris Consortio”.
Comencé con la pastoral en la Parroquia San Juan Macias de gualdrapa. El señor cura, Juan Pedro Oriol, nos recibió y nos permitió comenzar, a mi tía Laura y a mí, este hermoso proyecto.
Descubrí que mi dolor se estaba convirtiendo en bendición y en mi misión. A partir de aquí nace ASIF (ASESORÍA EN SITUACIONES IRREGULARES FAMILIARES).
Se trata de un ministerio que, como Iglesia, acompaña a los católicos que están separados, divorciados, divorciados vueltos a casar; a matrimonios en crisis y a madres solteras, etc.
Brindamos apoyo con asesoría psicológica, legal, acompañamiento, formación, conferencias virtuales y presenciales.
Queremos que encuentren un equilibro físico, psicólogo y espiritual para su superación personal y desarrollo humano.
En su mayoría apoyamos a madres solteras. Para ellas tenemos apoyo económico y en especie. Les damos despensas y fórmula de bebé. También tenemos una bolsa de trabajo.
Acompañamos a los que sufren siempre bajo 2 banderas: la bandera de la Verdad y la bandera de la Misericordia.
El 20 de diciembre del 2019 y después de muchos años de apoyar y orientar personas que viven situaciones difíciles en su familia, logramos constituirla como asociación civil: FUNDACIÓN ASIF -perdón en hebreo-.
Este es un proyecto de Dios y es Él quien nos permite aportar nuestro grano de arena en esta fundación”.
Para conocer aún más y apoyar a Karen Ahued y a su Fundación Asif:
Facebook: Karen Ahued
Instagram: @karenahued
Twitter: @karenahued
YouTube: Karen Ahued / Fundación ASIF
página web: www.fundacionasif.com