Se alternan periodos de hiperactividad y de depresión. Se puede manifestar de forma más o menos grave, pero es importante tomar conciencia de ello y cuidarse
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Por Francesca Mascheroni, en colaboración con la profesora Cristina Colombo, jefa del Centro de Trastornos del Estado de Ánimo del Hospital Irccs San Raffaele y profesora titular de Psiquiatría en la Universidad Vita-Salute San Raffaele.
Pasando del séptimo cielo a la desesperación más profunda, del cielo al infierno. Así podría resumirse el trastorno bipolar, una alteración del estado de ánimo que provoca que quienes lo padecen tengan periódicamente episodios depresivos alternando con otros de polaridad opuesta.
Trastorno bipolar
“La característica de esta patología se expresa precisamente en esta alternancia de fases opuestas”, dice el profesor Colombo.
“A veces la transición de una fase a otra es lenta y furtiva, en otras ocasiones es rápida y repentina, y en otras ocasiones se intercala de un largo período de estado de ánimo normal (eutímico). En cualquier caso, es una condición disfuncional y desestabilizadora, que puede influir fuertemente en la vida de una persona, su estudio, trabajo, relaciones”.
Ir en una montaña rusa
Conozcamos mejor estas dos fases.
1La fase depresiva
“La depresión del trastorno bipolar tiene características similares a la depresión unipolar: la persona se siente triste, desmotivada, piensa y actúa con lentitud, puede sentirse abrumado por una sensación de desaliento e inutilidad”, explica el especialista.
2La fase maniaca
“La llamada fase maníaca se caracteriza en cambio por un sentimiento de optimismo desenfrenado y omnipotencia, la persona se siente exuberante, eufórica, llena de energía.
Cree que puede hacer cualquier cosa, hasta el punto de involucrarse a menudo en comportamientos extremos (gastos locos, proyectos arriesgados, relaciones sexuales desinhibidas).
También hay formas de hipomanía ligeramente menos graves en las que la persona se siente alegre y activa, sin llegar a síntomas psicóticos. Sin embargo, siempre es un poco como subir a una montaña rusa, con una situación que podría degenerar en cualquier momento.
A veces, después del período maníaco, la persona misma está asombrada y asombrada por lo que ha hecho (“¿Pero realmente me comporté así?”). Una situación agotadora, incluso para quienes la rodean”.
Un síntoma clave
A menudo son los miembros de la familia quienes acompañan al paciente al médico:
“Quienes viven en una fase de manía no están realmente convencidos de estar enfermos”, dice el profesor Colombo. “El papel de la familia en estos casos es realmente crucial, ya que la persona puede no informar los síntomas correctamente, creyendo que no tiene problemas”.
Pero, ¿existe una señal específica, un “que pueda orientar al especialista hacia el diagnóstico de bipolaridad”?
“Un síntoma clave es el insomnio”, responde el experto. “El paciente que sufre de bipolarismo, en fase de manía, duerme muy poco. Sin embargo, se trata de un insomnio particular, ya que esta prolongada falta de sueño no produce, como debería normalmente, una sensación de cansancio y falta de concentración durante el día. La persona, por el contrario, se siente hiperactiva, dinámica, en el mejor de los casos”.
La aparición de la enfermedad en sí, además, suele estar ligada a situaciones de insomnio: “Un nuevo trabajo que implique turnos de noche, un problema de salud que te impida dormir bien o cualquier otra causa que determine una falta de sueño puede ser interruptor que desencadena la manía”.
La terapia debe ser modulada
“La terapia se basa en varias categorías de fármacos, según el estadio de la enfermedad y la respuesta individual”, dice el profesor Colombo.
“Los estabilizadores del estado de ánimo son el eje central, en particular las sales de litio, consideradas de primera elección ya que pueden actuar tanto sobre los componentes maníacos como depresivos. El manejo del sueño es fundamental. Es fundamental que el paciente con trastorno bipolar duerma un número adecuado de horas: en ocasiones, el solo hecho de cuidar este aspecto aporta beneficios considerables. Igualmente importante es que la terapia sea monitoreada y modulada constantemente por el especialista. El paciente debe estar acompañado, con controles periódicos (cada tres meses; en situaciones óptimas, cada seis)”.
– Pero, ¿el paciente tendrá que recibir cuidados de por vida?
“Seguramente es una terapia larga, incluso si las directrices dicen que después de cinco años sin episodios se puede suspender el tratamiento”, dice el profesor Colombo. “Entonces depende de muchas variables: edad, salud general, profesión. Sin embargo, hay que decir que la mayoría algunas personas con trastorno bipolar, incluso grave, pueden alcanzar un nivel muy satisfactorio de estabilización de la enfermedad y llevar una vida normal”.
Tener hijos, ¿es posible?
– Si una mujer tiene trastorno bipolar, ¿todavía puede esperar ser madre?
“Sí, de hecho, este es uno de los caballos de batalla que el centro donde trabajo tiene especial interés en llevar a cabo: quienes padecen esta enfermedad no deben renunciar a ver un proyecto fundamental de la existencia como es tener un hijo”, dice el especialista.
“Por supuesto que esto debe hacerse con las precauciones necesarias. Por ejemplo, la mujer debe saber desde el principio que una vez que nazca el bebé deberá reiniciar la farmacoterapia y por tanto no podrá amamantar”.
“El momento de mayor riesgo de un embarazo, de hecho, es precisamente el posparto. Porque, como sabemos, en esta fase la nueva madre es más vulnerable desde el punto de vista emocional. Y también porque la lactancia materna también incluye la alimentación nocturna y consecuentemente la privación del sueño, que podría desencadenar la patología”.
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