Escucha la voz de fray Nelson Medina explicando cómo el gran motor de la vida se enciende ante la cruz
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Yo no me avergüenzo de la cruz de Cristo, decía san Pablo,. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir eso? Especialmente cuando hay una guerra contra la cruz en muchos sitios: quitarla de los sitios públicos, burlarse de ella,…
Pero la cruz escuela de amor.
El amor es esencial, central, fundamental en nuestra vida. Le da propósito, fortaleza, alegría, piso a todo lo que somos.
Enseñan grandes teólogos como santo Tomás de Aquino que detrás de todo lo que hacemos siempre hay un amor. Siempre estamos amando: el dinero, el placer, a Dios, la patria, la paz, la justicia… o amándonos a nosotros mismos.
El amor es el gran motor de la vida.
Decía santa Catalina de Siena: así como los pies llevan el cuerpo, el amor lleva la vida, lleva el alma.
Nuestra única brújula
Por eso, lo que digamos del amor, y lo que hagamos con la palabra amor tiene repercusiones inmensas. Cuando la palabra amor se ensucia, se maltrata, cuando es mancillada, prostituida, excluida,… Cada cosa que hagamos con esa palabra, tendrá repercusiones.
Porque no tenemos otra brújula en la vida que descubrir hacia dónde apunta el amor.
Por eso un amor retorcido, o que no tiene sus prioridades claras puede llegar a traicionar a Jesús. El amor al dinero, a su propio proyecto, sin duda estuvo en la traición de Judas.
Tenemos que cuidar lo que sucede con la palabra amor.
Cristo lava el amor
El misterio del sufrimiento de Cristo lava, purifica el amor.
Podríamos decirlo así: todos hemos tenido alguna clase de experiencia de amor. Pero cuando vemos a alguien que de verdad ama, podemos llegar incluso a sentir vergüenza de lo mal o lo poco que nosotros hemos amado. O tal vez de las impurezas y suciedades que han acompañado nuestro amor.
Por eso volver la mirada a Cristo, a su pasión, cuando no profería amenazas sino que se ponía en manos de Dios, tiene tanta fuerza. Encontrar a Cristo sobre todo amando al Padre y por amor a Él amándonos también a nosotros, en quienes está la imagen de Dios.
Es ee amor de Cristo en la Cruz -por ellos me consagro, dijo refiriéndose a sus apóstoles pero también a todos nosotros que por la palabra de los apóstoles hemos llegado a creer. Nos amó hasta el extremo. No hay amor más grande.
Y ante esa luz, esa claridad, nuestro amor se levanta, se limpia, se educa y avanza. Bendito el amor de la pasión de Cristo.
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