“No importa lo que la razón te diga, solo importa lo que te diga tu corazón”. ¿Te suena esa frase?
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El fideísmo es una doctrina rechazada por la Iglesia católica sistemáticamente y en forma explícita en el siglo XIX, pero que ha sido profesada desde antiguo y también en nuestros días. Incluso muchos ateos creen que los católicos son fideístas, cuando en realidad es lo contrario a la concepción católica de la fe.
Pero ¿qué es el fideísmo?
Es la doctrina profesada por autores cristianos, especialmente protestantes, aunque hubo y hay algunos católicos, de que a Dios no se puede llegar por la razón, sino solamente a través de la fe. Esta afirmación requiere ciertos matices, pero en términos generales para el fideísmo el uso de la razón para vivir la fe es totalmente irrelevante. No admiten por tanto ninguna prueba racional de la existencia de Dios, y no interesa si la fe va en contra de la razón, porque no tienen por qué complementarse.
El fideísta afirma que, aunque la razón le diga que algo es mentira, si la fe le enseña que es verdad, seguirá la fe y dará la espalda a la razón. Muchas formas de fideísmo pueden convivir en la vida práctica de muchos católicos, aunque su doctrina oficial no lo acepte. Por ejemplo, cuando alguien dice: “No importa lo que la razón te diga, solo importa lo que te diga tu corazón”, como si hubiera que renunciar a pensar, algo que obviamente termina en una “fe ciega”, más cercana al fanatismo y el subjetivismo que a la fe cristiana, que desde sus orígenes nunca vio oposición entre la fe y la razón.
Menosprecio de la razón
Algunas formas de fideísmo ven una oposición fundamental entre la fe y la razón, pero otras son más matizadas, pero siempre hay un menosprecio por la razón y una preferencia exclusiva por la fe. El filósofo protestante Alvin Plantinga define el fideísmo como la básica dependencia sobre la sola fe junto a un menosprecio de la razón.
Según este autor el fideísta no se opone a la razón en sí misma, sino a la búsqueda de evidencias en las cuestiones de fe. En este sentido de fideísmo podríamos ubicar a algunos filósofos cristianos como Pascal, Kierkegaard o Schleiermacher que plantean formas moderadas de fideísmo, por ello no es fácil simplificarlo en una fórmula y estos mismos autores plantean modos distintos de relación entre fe y razón y de acceso a Dios.
La fe y la razón caminan juntas
Joseph Ratzinger escribió que “La fe es un peregrinar del pensamiento”, que siempre está en camino, es un movimiento constante de búsqueda de mayor comprensión. Creer por tanto, no significa entregarse ciegamente a lo irracional, ni es una especie de resignación de la razón frente a los límites del conocimiento. Es siempre una opción racional y libre, sumamente positiva que no va en contra de la razón. Si bien lo que creemos no es hecho por nosotros, no es fabricado por nuestros pensamientos, sino que nos viene de fuera, lo recibido se acepta pensando y reflexionando, porque “la esencia de la fe consiste en repensar lo que se ha oído”.
Juan Pablo II en su encíclica Fides et Ratio (1998), escribe al respecto: “Tampoco faltan rebrotes peligrosos de fideísmo, que no acepta la importancia del conocimiento racional y de la reflexión filosófica para la inteligencia de la fe y, más aún, para la posibilidad misma de creer en Dios…
No olvidar la tradición filosófica
Otras formas latentes de fideísmo se pueden reconocer en la escasa consideración que se da a la teología especulativa, como también en el desprecio de la filosofía clásica, de cuyas nociones han extraído sus términos tanto la inteligencia de la fe como las mismas formulaciones dogmáticas. El Papa Pío XII, de venerada memoria, llamó la atención sobre este olvido de la tradición filosófica y sobre el abandono de las terminologías tradicionales” (55).
Al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: “La fe trata de comprender; es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor…” (158)
“A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón, Dios no podría negarse a sí mismo, ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero. Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de la fe tienen su origen en el mismo Dios”. (159).
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Creyentes, no crédulos
Resulta profundamente extraño a la doctrina católica y a su tradición el creciente extremismo fideísta entre católicos, que por una débil formación doctrinal o por dejarse llevar por nuevas corrientes fundamentalistas no están dispuestos a seguir un razonamiento o a estudiar teología, sino simplemente a repetir sus creencias sin analizarlas debidamente. Históricamente la Iglesia católica ha sido siempre promotora y defensora de la razón y de la ciencia. La fe busca llegar a lo real, busca conocer la verdad.
Por eso la credulidad y el fideísmo son enemigos de la fe. La credulidad es eliminar la posibilidad del juicio crítico sobre aquello a lo que adhiero, es fruto del miedo a examinar lo que creo por si no llegara a ser cierto. La credulidad es lo que se ha llamado una «fe ciega».
La fe no es un obstáculo al pensamiento, sino un estímulo para seguir pensando.