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Obispo amenazado de muerte: “La verdadera muerte es quedarse callado”

JARAMILLO
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Lucía Chamat - Aleteia Colombia - publicado el 05/03/21
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Monseñor Rubén Darío Jaramillo, “la voz de los que no tienen voz”, ha recibido amenazas contra su vida por las denuncias y la labor pastoral que realiza en el puerto de Buenaventura (Colombia)En Buenaventura la gente tiene miedo. La violencia impuso el confinamiento que la pandemia del coronavirus no había logrado. Sin embargo, el pastor de la iglesia Católica en este puerto sobre el océano Pacífico, monseñor Rubén Darío Jaramillo, sigue alzando su voz y trabajando en favor de los que sufren por la delincuencia, el crimen y la injusticia social.

Esta ciudad colombiana sobre el océano Pacífico es la puerta que conecta con Asia. Por allí se mueve gran parte del comercio exterior del país, lo que representa miles de millones para la economía. Sin embargo, el 80% de su gente vive en la pobreza absoluta.

Así como se exportan el café, las hermosas flores colombianas y el azúcar, también sale la cocaína cultivada en el sur de Colombia. Esto la convierte así en un punto estratégico de la economía legal e ilegal.

Para agravar más la situación, el obispo Jaramillo explicó a Aleteia: “No hay acueducto en toda la ciudad, aunque tenemos nueve grandes ríos; aparte del puerto no hay buenas fuentes de empleo y el nivel de la educación es bajo.

“Todo esto lo hace atractivo para que los delincuentes capten aquí jóvenes y niños para sus grupos al margen de la ley, financiados por el narcotráfico y otras economías ilegales que dominan el territorio en ausencia del Estado”, prosiguió.

Ante tal realidad, el obispo denuncia y hace un llamado constante para solucionar esta situación: “No solo por la oración, los sacramentos y la vida pastoral, desde la Iglesia también debemos ejercer un liderazgo social que mueva, porque esta gente necesita un líder, alguien que sea la voz de los sin voz. Ellos no pueden denunciar porque los matan”.

 

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“Yo estoy tranquilo”

Sus posiciones críticas, unidas a su carisma, solidaridad e interés por la vida de la población de Buenaventura, le merecieron a monseñor Jaramillo amenazas de muerte. El año pasado, una persona le informó a un sacerdote que le habían ofrecido un dinero para asesinar a monseñor Jaramillo. Además, en días pasados circuló un audio en redes sociales, en el cual se habla de la intención de ponerle una bomba explosiva.

 

 

Sin embargo, este joven pastor de la iglesia Católica dijo en conversación con Aleteia que sigue visitando ríos, esteros y barrios en bajamar. “El que está en las manos de Dios está tranquilo”, dijo. “Somos personas de fe, miramos la vida con trascendencia. No podemos quedarnos callados, esa sí sería la muerte verdadera”, afirmó.

Callar no es una posibilidad para el sacerdote:

“Sería volvernos mudos y el Evangelio nos prohíbe a los pastores de la iglesia quedarnos callados ante la injusticia. Tenemos que hablar y tenemos que cuidar las ovejas porque los lobos rapaces las quieren devorar. Dios nos ha elegido para esa tarea”.

 

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Solidaridad del episcopado 

A raíz de las recientes amenazas, sus compañeros obispos de la región se trasladaron durante tres días a Buenaventura, como signo de solidaridad con él, para analizar la situación social y de violencia y como muestra de que la iglesia es una sola.

Al terminar el encuentro, los 14 prelados manifestaron en rueda de prensa el objetivo de sus reuniones: “Tuvimos la oportunidad de hacer una aproximación a las realidades de incertidumbre, pobreza, dolor, muerte y desesperanza, generadas por la confluencia de situaciones de distinto orden que, lastimosamente, percibimos y denunciamos como cada vez más crecientes, tales como el narcotráfico, el incremento de grupos armados, la corrupción, la extorsión, la pérdida de fe y valores, la ineficiencia de amplios sectores públicos y privados y el maltrato a la casa común”.

Los obispos dijeron que no se resignan a aceptar estas situaciones, reafirmaron su compromiso con los pueblos que han sufrido históricamente y resumieron así su petición: “Hoy nosotros pedimos: ¡abramos los oídos y los corazones, pues el grito del hermano que sufre sube al cielo!”.

 

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Una solución integral

Monseñor Jaramillo, quien es escuchado por los gobernantes, les pide una solución integral para Buenaventura, “atenderla en sus reclamos más profundos y hacer una inversión real para empezar a transformar la realidad” y cumplir los compromisos adquiridos después del paro cívico del año 2017.

Quienes lo conocen asegura que es amigos de todos pero cuando tiene que ‘hablarles duro’ lo hace, por el bien de esa población -mayoritariamente afrodescendiente, alegre y activa- a la que ha entregado el corazón.

Este hombre de 54 años siguió la línea de su antecesor, el obispo emérito de Héctor Espalza, fallecido el mes pasado, quien desde el púlpito denunció la violencia y las desigualdades y también recibió mensajes amenazantes.

Así como asegura que no guarda silencio, monseñor Jaramillo tampoco se queda quieto y seguirá con todas sus actividades, entre ellas entregando almuerzos y conversando con los habitantes de calle que acuden diariamente al Banco de Alimentos que fundó recientemente.

 

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El corazón en Buenaventura 

Seguramente también seguirá recorriendo la ciudad en el carro de bomberos y esparciendo agua bendita para pedir el fin de la violencia y clamar por la paz que se vio más afectada desde el pasado 30 de diciembre, cuando empezaron a presentarse nuevas situaciones de violencia intraurbana, con desplazamientos de familias y asesinatos, principalmente de jóvenes.

Como se lo dijo el Nuncio Apostólico de entonces, Ettore Balestrero, cuando le anunció en junio de 2017 la designación que le acababa de hacer el Papa, monseñor Rubén Darío Jaramillo seguirá haciendo todo lo humanamente posible por la gente de Buenaventura.

“No sé qué gesto hice con la mirada en ese momento, que él me dijo: ‘Usted tranquilo, no lo mando a salvar Buenaventura. Es una ciudad que ha tenido muchos problemas históricos, tiene y tendrá muchos problemas en el futuro, usted hace lo que pueda’. Eso es lo que estoy tratando de hacer, lo que pueda, con mis fuerzas limitadas, apoyado en Dios y en la fuerza de la comunidad estamos tratando de sacar adelante las problemáticas y construir una nueva manera de accionar, para exigir al gobierno nacional el cumplimiento de su papel”.

 


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