¿Sabes cuántas cosas buenas pueden salir de las comidas familiares?
La cocina, el momento de preparar y disfrutar la comida puede ser un punto de encuentro familiar y un tiempo en el que compartir conversaciones enriquecedoras para todos. Un momento de agradecer al Señor lo que nos da y que permite alimentar nuestro cuerpo y alma. ¿Se han parado a pensar alguna vez el valor que tiene sentarse a la mesa?
¿Cómo aprovechamos el tiempo entre fogones?
Confesiones, secretos, deseos y hasta las cosas más livianas del día se comentan preparando la comida. Se disfruta del tiempo repasando lo hecho en el día o las preguntas que nos asaltan.
Sin darnos cuenta el preparar la comida nos proporciona tiempo con nuestros hijos o nuestros padres que generan un vínculo que se escenifica en la mesa. Fomenta la colaboración y el trabajo en equipo. El saber cómo entre todos podemos ayudar para preparar un buen plato o un postre. Seguir el orden de los ingredientes, distribuir tareas, enseñar a otros lo que no dominan… o simplemente compartir tiempo en familia.
Lugar de encuentro
Sentarnos a la mesa no es solo sentarnos a comer. Es un lugar de encuentro en el que todos nos ponemos al mismo nivel y nos miramos a los ojos, algo que no solemos hacer mucho ahora ya que dedicamos más tiempo a fijar los ojos en las pantallas. Sentarnos en una mesa redonda o cuadrada nos hace encontrarnos, mirarnos, posar nuestra mirada en los otros.
Escuela de las buenas maneras
La mesa familiar es una escuela de buenas maneras. En ella cultivamos el respeto, la escucha o el servicio. El mero hecho de sentarnos a la mesa a comer o cenar hace que llevemos un horario, una rutina, que paremos nuestra actividad para reponer fuerzas .
Pero no solo la hora sino el orden de los platos es importante, hay un primero, un segundo y un postre… algo habitual con lo que sin querer estamos enseñando a los más pequeños disciplina y aceptación de las reglas del juego. Todo tiene un orden y ese orden es así porque tiene sentido sólo de esa manera.
Tiempo de diálogo
En la mesa surgen algunas de las mejores conversaciones. Sentarse unos frente a otros nos invita a compartir con padres, hermanos , familiares o amigos pensamientos o anécdotas que enriquecen la relación y nos ayudan a llegar al fondo de muchas cosas, historias de abuelos a nietos, inquietudes entre los hermanos o proyectos con los padres… Conversaciones que surgen al hilo de cualquier gesto que se ve y reconoce porque todos estamos sentados a la mesa, manteniendo un diálogo en común.
Sitio de acogida
La mesa es también un sitio de acogida, de invitar al otro a sentarse contigo para compartir lo que tienes y ponerte a su mismo nivel. Cuantas comidas celebramos para conocer mejor a alguien, celebrar algo bueno o incluso iniciar cualquier aventura. Agradecer, enseñar o compartir cosas con aquel que vienen de fuera. Como dice el evangelio en el Salmo 23 Preparas mesa delante de mi en presencia de mis enemigos.
Lugar de calma
No nos sentamos a la mesa para comer rápido y mal, sino para desconectar y descansar un rato de la actividad que estamos haciendo, hacemos un paréntesis que no solo nos enriquece el cuerpo. Comer en la mesa es lo contrario a comer en soledad o de forma individual metidos en nuestro mundo.
Lugar colectivo
No nos gusta comer solos, es algo propio del hombre. Buscamos compartir el espacio no solo para llevarnos algo a la boca sino para tener compañía y hablar . Compartir experiencias. Comen en una mesa acompañado es el mejor antídoto para combatir el individualismo.
La tabla (de la mesa, table en inglés) frente a la Tablet y el individualismo que genera engullir mirando a una pantalla y sin compartir un diálogo
Lugar de gratitud
Es la mesa también un lugar de gratitud. En primer lugar a través de la bendición de los alimentos . Agradecemos al Señor poder tenerlos a diario y poder compartirlos y disfrutar de ellos. Y en segundo lugar agradecer y elogiar a la cocinera o cocinero el tiempo y esmero que ha puesto en la elaboración de un plato que le ha salido rico y con el que nos ha hecho disfrutar.