A cinco años de la visita del Papa Francisco a Ciudad Juárez: ¿ha cambiado el panorama migratorio?
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Del 12 al 17 de febrero de 2016, el Papa Francisco visitó México. Después de los cinco viajes de San Juan Pablo II y el viaje que hizo Benedicto XVI, la llegada del primer pontífice latinoamericano levantó una enorme expectación en el país.
La expectación fue colmada absolutamente por un Francisco cercano al pueblo (especialmente con los indígenas en San Cristóbal de las Casas, y con la comunidad migrante, en Ciudad Juárez) y, al mismo tiempo, conocedor del lugar que ocupa México en el contexto de la Iglesia católica universal.
De ahí que sus mensajes en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, entre los indígenas de Chiapas, con los jóvenes en Morelia o con los pobres y asediados por el “culto a la Santa Muerte” en San Cristóbal Ecatepec, tuvieran resonancia en muchos lugares de América…, y del mundo.
En el lugar de los migrantes
El Papa Francisco, quiso dar punto final del viaje visitando Ciudad Juárez, en el Estado norteño de Chihuahua. La visita tenía una clara intención: poner en la mira de la región norteamericana el drama de los migrantes de Centroamérica y de México.
Juárez es ciudad hermana de El Paso (Texas). A las dos las divide el Río Bravo, el río que por muchos kilómetros hace de frontera entre dos realidades muy distintas y profundamente desequilibradas: México y Estados Unidos. Pero no es el río sino una cerca la que se interpone entre los seres humanos.
Frente a la Cruz del Migrante, que recuerda a los miles de personas que han perdido la vida tratando de llegar al “sueño americano” en busca de mejores condiciones de vida, el Papa Francisco lanzó, aquel 17 de febrero de hace cinco años, un grito desgarrador: “¡No más muerte ni explotación!”
La invitación de un hermano obispo
Cinco años después de que –durante el viaje de regreso a Roma desde Ciudad Juárez—el Papa pronunciara aquella frase que dio la vuelta al mundo y que decía que construir muros no es cristiano, el obispo de esta diócesis norteña, José Guadalupe Torres Campos, invitó al pontífice argentino a volver.
¿Ha cambiado el tema migratorio? En realidad, los pasados años empeoró notablemente, sobre todo a partir de la política de “Permanecer en México” que implementó la administración del presidente Trump en Estados Unidos, y que hizo que miles de personas esperaran en Ciudad Juárez que se resolviera su estatus legal.
Los buenos oficios tanto del obispo de El Paso, Mark Seitz, y del propio Torres Campos, así como de las organizaciones religiosas y de derechos humanos que se sitúan en la frontera, han podido paliar la crisis. Pero el drama humano de miles de familias centroamericanas en albergues temporales en Juárez aún continúa.
En el recuerdo del Papa
En la carta de agradecimiento por la invitación a celebrar el quinto aniversario de su presencia en Ciudad Juárez, el Papa Francisco le dice al obispo Torres Campos que recuerda “la celebración de la Eucaristía en la que rezamos juntos como Pueblo de Dios que vive en esas circunstancias límite”.
Señala el pontífice argentino que muchos migrantes, “en particular de Centroamérica”, se concentran en Juárez con la esperanza de poder pasar “al otro lado”. Fiel a su idea de que las migraciones son un potencial cultural, el Papa dice que al concentrarse ahí “hacen de esta ciudad un lugar de encuentro de culturas y, desgraciadamente, también de dramas y de grandes injusticias”.
Francisco subraya que ante la crisis migratoria “que se extiende a todo el planeta, no podemos callar: son hermanos y hermanas nuestros que se han puesto en camino a causa del hambre, la pobreza, la guerra… y que buscan en una nueva vida una esperanza que no les podemos robar, sino trabajar junto a ellos para lograrla, favoreciendo todos los modos precisos para que puedan hallar la dignidad que van buscando”.
“Don de lágrimas”
Antes de la Misa por los migrantes, en Ciudad Juárez –una localidad tristemente célebre por la incidencia del narcotráfico y por la cantidad de mujeres que han sido asesinadas y que son conocidas como “las muertas de Juárez”–, el Papa Francisco se había reunido con los presos de una cárcel y con el mundo del trabajo.
En la homilía de la Misa, el Papa dijo: “Son las lágrimas las que logran sensibilizar la mirada y la actitud endurecida y especialmente adormecida ante el sufrimiento ajeno. Son las lágrimas las que pueden generar una ruptura capaz de abrirnos a la conversión”.
Con esa idea, vuelve a pedirle al obispo Torres Campos, a la comunidad eclesial y a todos los que se encuentran en Juárez a seguir pidiendo al Señor “el don de la conversión, el don de lágrimas” que es el que puede transformar el entorno, a sabiendas “que todos somos hermanos, hijos del mismo Padre”.