Entrenarse para amar bien es un trabajo de toda la vida y crecer con otro es un descubrimiento diario. Pero cuanto más uno se esfuerza en reforzar los buenos hábitos nos vamos apropiando de virtudes que nos ayudan a dar lo mejor de cada uno.
Hay cosas que naturalmente se van acomodando en la relación por la misma convivencia y el trato, pero parte de la maduración y el crecimiento de una relación proviene de desafiarnos el uno al otro. El desafiarnos nos permite crecer de nuevas maneras y aumentar el amor.
Además de preparar algo rico, dar un paseo o hacernos un obsequio, esta fiesta de San Valentín podemos proponernos un ejercicio que nos lleve a un lugar más profundo para fortalecer nuestra relación.
Primer paso: conocer los puntos fuertes
“Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás…” (Primera Carta a los Tesalonicenses, 12)
Las parejas por lo general tienen una idea clara de las cosas que están mal en su relación y conocen aquellos aspectos que no les gustan tanto o les molestan con frecuencia, pero no pasan mucho tiempo enfocándose en sus fortalezas. Sin embargo, identificar los puntos fuertes puede ayudar a desarrollar un lazo más fuerte entre los dos.
Las fortalezas las utilizamos como base para enfrentar los problemas que se nos presentan, pero si no sabemos reconocer lo que tenemos de bueno o lo damos simplemente por hecho, no podremos encontrar soluciones tan fácilmente o valorar un logro de la misma manera.
Como pareja podemos tener un punto fuerte en el aprecio, en la demostración de afecto, la comunicación, el compromiso, el tiempo de calidad que compartimos, el bienestar espiritual, los valores de base sobre los proyectos que encaramos, el modo en que manejamos el estrés o atravesamos los momentos de crisis.
¿Qué fortalezas nos atraen el uno del otro? ¿cómo las celebramos?, ¿cómo pueden las fortalezas transformarse en debilidades y cómo podemos reconocer el cambio? ¿y cómo hemos resuelto las diferencias en desafíos previos? ¿Qué beneficio tiene para nosotros mirar regularmente nuestros puntos fuertes?¿otros se han beneficiado con ellos?
Segundo paso: trazar un objetivo común
“Que el Señor fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre..." (Primera Carta a los Tesalonicenses 3, 13)
Cuando tomamos conciencia de nuestros puntos fuertes como pareja, el corazón está enfocado y la vida práctica de nuestro día incluso en medio de ocupaciones y tareas nos brinda la oportunidad de poder mantenerlos e ir potenciando su desarrollo.
Elige al menos una fortaleza que sea clara para los dos y escriban un plan corto que puedan seguir estos días para pulir esas cualidades y mejorarlas más. Una fortaleza y un plan para mejorarla dentro de un área de posible crecimiento que les gustaría trabajar juntos.
Planear objetivos comunes y comunicar sobre los que trabajan es algo muy enriquecedor. Luego de trazar un plazo de tiempo de práctica, fíjense una cita para poder sentarse juntos y hablar sobre eso, cómo se sintieron, lo que necesitan repasar y algo que les haya inspirado.
Tercer paso: alinear las metas con Dios
"Que el mismo Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, nos allanen el camino para ir allí” (Primera Carta a los Tesalonicenses, 11)
Una vez que uno se ha puesto un objetivo común, es bueno buscar la gracia de Dios para encauzarse en ese desafío y alinearlo de modo que se pueda cumplir del mejor modo. Pedirle a Dios que sea nuestra guía y nos acompañe en el camino nos permite dilucidar mejor nuestros deseos, reconsiderar ajustes en los planes y recibir fortaleza para avanzar.
Podemos hacer muchos planes y aunque haya esfuerzo, sin la ayuda de la gracia estos pueden caer en egoísmos. Podemos sentir que nos falta algo. Dios es una fuente de amor infinita que aporta esa fuerza renovadora, sobretodo en los momentos difíciles.
Cuando queremos triunfar no según nuestras medidas terrenales, sino según las de Dios que son más grandes, nos acercamos a materializar el propósito más profundo de nuestra relación de pareja. Un plan de amor que Dios quiere para que seamos verdaderamente felices juntos. Incluye la oración compartida para poder vivir ese tiempo caminando con el otro con más amor.