El Vaticano denuncia una verdadera “masacre de ancianos” durante la tragedia de la pandemia y la mayoría murieron en hogares o asilos. El Vaticano denunció hoy una verdadera “masacre de ancianos” durante la tragedia de la pandemia porque la mayoría murieron en hogares o asilos para la tercera edad. Además, indica que las personas mayores que estuvieron en su propia casa, estuvieron más protegidos.
“La vejez: nuestro futuro. La condición de los ancianos después de la pandemia” es el título del documento publicado este martes 9 de febrero de 2021 por el Vaticano. El texto de la Pontificia Academia de la Vida reflexiona sobre las lecciones aprendidas de la tragedia del covid-19 y el futuro de la sociedad.
La Pontificia Academia para la Vida -de acuerdo con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral- se ha sentido llamada a intervenir con una reflexión sobre la pandemia bajo una doble conciencia: “por un lado la interdependencia entre todos y por otro la presencia de fuertes desigualdades”.
“La debilidad de los ancianos también es algo provocador: invita a los más jóvenes a aceptar la dependencia de los demás como forma de afrontar la vida. Sólo una cultura juvenil hace que el término “anciano” sea despectivo”.
Precisamente el documento cita las palabras del Papa: “¡Cuántas veces se descartan a los ancianos con actitudes de abandono que son una auténtica eutanasia a escondidas!” (28.09.2014).
De hecho, el papa Francisco instituyó la 1ª Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores (31.01.2021) recientemente, a celebrarse el cuarto domingo de julio, cerca de la memoria litúrgica de los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús.
“Masacre de ancianos”
En la presentación en línea del documento, monseñor Vincenzo Paglia, denunció el abandono, el maltrato y la soledad de las personas de la tercera edad durante la pandemia.
“En todos los continentes, la pandemia ha golpeado en primer lugar a los ancianos. El número de muertos es brutal en su crueldad. A día de hoy se habla de más de 2,3 millones de ancianos muertos por Covid-19, la mayoría de ellos mayores de 75 años.
Una verdadera “masacre de ancianos”. Y la mayoría de ellos murieron en hogares para ancianos. Los datos de algunos países -Italia, por ejemplo- muestran que la mitad de los ancianos víctimas de Covid-19 proceden de institutos y RSA, mientras que sólo el 24% del total de muertes corresponde a ancianos y personas mayores que vivían en su casa.
En resumen, el 50% de las muertes se produjeron entre los aproximadamente 300.000 huéspedes de residencias de ancianos y RSA, mientras que sólo el 24% afectó a los 7 millones de ancianos mayores de 75 años que viven en casa”.
Los ancianos estuvieron mejor cuidados en casa
La propia casa, incluso durante la pandemia, con las mismas condiciones, protegía mucho más, explicó Paglia.
La masacre de ancianos se repitió en Europa y muchas partes del mundo. El arzobispo italiano citó “una investigación de la Universidad de Tel Aviv sobre los países europeos”, en la cual se pone de manifiesto “la relación directamente proporcional entre el número de camas en las residencias para ancianos y el número de muertes de ancianos”.
“En todos los países la proporción es siempre la misma: a medida que aumenta el número de camas, también aumenta el número de muertes entre la población de edad avanzada. No creo que esto sea por casualidad”, confimó Paglia.
“Sin embargo, lo que ha sucedido hace imposible descartar la cuestión de la atención a los ancianos con una búsqueda inmediata de chivos expiatorios, de culpables individuales. Por otro lado, un silencio culpable y sospechoso sería incomprensible”, aclaró.
Eutanasia encubierta
En el contexto de la reflexión sobre una forma de eutanasia encubierta, el documento vaticano también explica que solo la “cultura juvenil” puede ser cómplice de que el término “anciano” sea despectivo y de las consecuencias del descarte.
“Una sociedad que sabe aceptar la debilidad de los mayores es capaz de ofrecer a todos una esperanza de futuro. Quitarle el derecho a la vida a los débiles significa, en cambio, robarles la esperanza, especialmente a los jóvenes. Por eso, descartar a los ancianos -incluso en el lenguaje- es un grave problema para todos”.
“Implica un claro mensaje de exclusión, que está en la base de tantos fracasos en la acogida: desde el concebido hasta el discapacitado, desde el inmigrante hasta el que vive en la calle. No se acepta la vida si es demasiado débil y necesita cuidados, si no se ama cuando cambia, si no se acepta cuando se vuelve frágil”.
Y esto, por desgracia, no es una posibilidad remota, sino algo que ocurre con frecuencia, donde el abandono, como repite el Papa, se convierte en una forma de eutanasia encubierta[25] y propone un mensaje que pone en riesgo a toda la sociedad. Es una actitud peligrosa, que demuestra claramente que lo contrario de la debilidad no es la fuerza, sino la hybris, como la llamaban los griegos: la presunción que no conoce límites. Muy extendida en nuestras sociedades, genera gigantes con pies de barro.
La presunción, el orgullo, la arrogancia y el desprecio por los débiles caracterizan a los que se creen fuertes. Una actitud estigmatizada en las Escrituras: la debilidad de Dios es más fuerte que la de los hombres (1 Cor 1:25). Y, lo que es débil para el mundo, Dios lo ha elegido para confundir a los fuertes (1Cor 1,27).
El cristianismo no oculta la debilidad
“El cristianismo no sólo no rechaza ni oculta la debilidad del hombre, desde la concepción hasta el momento de la muerte, sino que le da honor, sentido e incluso fuerza. Ciertamente, no puede decirse con superficialidad que al envejecer nos volvemos automáticamente mejores: los defectos y asperezas ya presentes en la edad adulta pueden acentuarse, y el encuentro con la propia vejez y sus debilidades puede representar un momento de malestar interior, de cerrazón hacia los demás o de rechazo hacia la fragilidad”.
La Pontificia Academia para la Vida -de acuerdo con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral- se ha sentido llamada a intervenir con una reflexión sobre las lecciones que hay que extraer de la tragedia de la pandemia, sobre sus consecuencias para hoy y para el futuro próximo de nuestras sociedades.
“La pandemia ha puesto de manifiesto una doble conciencia: por un lado la interdependencia entre todos y por otro la presencia de fuertes desigualdades”.
“Todos estamos a merced de la misma tormenta, pero en cierto sentido, también podemos decir que remamos en barcos diferentes: los más frágiles se hunden cada día. Es imprescindible repensar el modelo de desarrollo de todo el planeta”.
El documento vaticano llama a la política, la economía y la sociedad, y a las organizaciones religiosas a iniciar un nuevo orden social que ponga en el centro el bien común de los pueblos.
El amor al “bien común” se ha convertido en una cuestión de vida o de muerte, para una convivencia digna de cada miembro de la comunidad.
Próxima Jornada Mundial de los abuelos y mayores
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