La experiencia de una madre de familia que empezó a ayunar para acoger a Dios en su interior
Van a ser ya varios meses que empecé a tener esta inquietud sobre la frase que le da título a este artículo: “Hazte capacidad y yo me hare torrente”, frase de Jesús en una revelación a santa Catalina. Gran curiosidad suscitó en mi interior que me llevó a preguntarme continuamente qué suponía “hacerse capacidad”.
Después de un tiempo llegué a la conclusión de que tenía que ver con no sentir apego a nada, sentirse libre de todo para poder contener al incontenible, hacer de Dios lo más importante.
En ese momento yo realmente pensaba que estaba viviendo según lo que entendía que era vivir “desprendido” o ser “pobre de espíritu” como dicen las Bienaventuranzas, los que no tienen miedo de dejarlo todo por amor a Dios. No sentir apego a nada. Pero yo no era así.
Dios nos llama a vivir desprendidos de todo, a ponerlo a Él como primero en nuestras vidas, a elegirlo, sobre todo. En el Evangelio de Marcos nos hace una ilustración sobre esto:
“El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mi”. (Mt 10, 37)
¿Qué puede ser más importante que la familia? Si tenemos que tener a Dios como bien superior a la familia, ¡pues mucho más con cualquier otra cosa!
Yo creía tenerlo todo en orden, agradecía infinitamente todas las bendiciones de Dios en mi vida. Entiendo que todo lo que poseo le pertenece a Él y todo es voluntad Suya. Todo se lo ofrezco, sin embargo…
Ayuno: pan y agua
Hace un tiempo, me tocó pedir por una causa urgente. Entonces un amigo me invitó a hacer oración y ayuno por esta intención, un ayuno a pan y agua.
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