Una mañana el demonio se apareció a un humilde monje disfrazado como un ángel bellísimo, luminoso, y se estableció un inspirador diálogo…
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Llevo días reflexionando y siempre llego a la misma conclusión: “Dios es un padre maravilloso”.
Él ama a los humildes y obedientes. Es un padre estupendo. Siempre ha cuidado de mí.
Me pasa que rezo el Padrenuestro y me quedó con esta palabra: “Padre”. Y reflexiono sobre ello. Para Él nada hay imposible, me protege de todo mal, me cuida.
“Gracias Señor, por amarnos tanto”.
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La fuerza del amor
A los humildes, da gracias particulares y especiales para fortalecer sus almas contra las asechanzas del demonio.
“Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (1 Pedro 5).
Esto es algo que al demonio le irrita mucho. Odia tu humildad, la pureza del alma, el amor, la cercanía que tenemos con Dios, los sacramentos, la Iglesia, a los sacerdotes y las familias.
Y desprecia todo lo que hacemos por amor, y que agrada a Dios.
No soporta, y este su mayor dolor, que fuimos creados a semejanza de Dios
“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Génesis 1).
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Detesta ver que Dios nos ama tanto y tenga para nosotros cientos de promesas esperando, en las Sagradas Escrituras.
Y también que tengas a tu lado un Ángel Custodio, asignado por Dios para cuidar de ti, es demasiado para él.
El diálogo entre un monje y el demonio
Siempre recuerdo aquella historia que una vez leí sobre un monje muy santo y sencillo que vivía en un monasterio alejado del mundo. Pasaba sus días sumergido en la oración, pidiendo a Dios que le perdonara sus muchos pecados, implorando por la salvación de las almas.
Una mañana el demonio se le apareció disfrazado como un ángel bellísimo, luminoso. Toda la habitación se llenó de luz. Entonces extendió sus manos con solemnidad mientras el fraile lo miraba, sin abandonar su oración, tratando de comprender aquella visión.
Entonces se dio este diálogo:
– Traigo para ti un mensaje del Dios Altísimo.
El fraile sin inmutarse respondió:
– En ese caso, usted se ha equivocado de persona. Mejor busque a otro para entregar ese mensaje. Soy un simple fraile, y un gran pecador. Dudo mucho que nuestro Señor se fije en mí. Soy la última persona en la que Él pensaría. Ahora me disculpa…
Le dio la espalda al mensajero y continuó sus oraciones.
El demonio se llenó de ira al verse ignorado, vencido por este gesto de humildad del fraile y se marchó maldiciendo y dejando una estela de olores desagradables.
Pide humildad
La humildad es una virtud maravillosa, que Dios valora enormemente. No sé a ti, pero a mí me cuesta mucho cultivarla, pierdo la templanza, sobre todo en los atascos vehiculares, las largas filas de los bancos, y cuando te tratan mal.
Decía san Agustín:
“Si quieres ser santo, sé humilde. Si quieres ser más santo, sé más humilde. Si quieres ser muy santo, sé muy humilde”.
Las Escrituras están llenas de versículos sobre la humildad, donde nos piden vivir con humildad, mansedumbre y paciencia.
Pide a Dios la gracia de la humildad y Él te la dará, complacido por tu petición.
¡Seamos santos para Dios!
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