La odisea ‘providencial’ de un cubano que pudo viajar por toda Europa y vivir en Madrid
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Carlos Manuel Padilla tiene 28 años. Está trabajando en Madrid, se va a casar próximamente, es ingeniero informático, ha hecho un máster en inteligencia artificial… y es cubano. Podría parecer un dato sin más, pero no lo es. Porque para llegar hasta donde está hoy, ha vivido una auténtica odisea.
Vive en España desde hace tres años y cuenta que el sueldo mínimo en su país que es “el equivalente a 20 euros mensuales”. Para que te hagas a la idea, en Cuba una cerveza cuesta un euro. Si en España el sueldo mínimo son 900 euros, el equivalente nuestro a tomarte una cerveza en Cuba sería gastarte 30 euros. Por una cerveza.
Carlos “no tenía futuro en Cuba. Ni social, ni económico y sobre todo no había un futuro de libertades. Por ello, y la cultura familiar que tengo, que es de oposición al régimen comunista, tenía claro que quería abrirme horizontes”.
Soñar con viajar y ‘abrirse horizontes’ en España, puede parecer algo normal y lo damos por obvio. Pero en la pequeña isla del Caribe, en frente de Miami, lo de soñar no es algo que esté permitido.
Carlos trabaja un año en una empresa cubana, 365 días en los que ya toca techo. En un cuarto de siglo ya había cumplido todo a lo que se puede aspirar en Cuba profesionalmente, y le da difícilmente para mantenerse. Y pagarse un avión a la JMJ de Cracovia, ni te cuento. Lo consigue gracias a la ‘FE’ (Familia en el Extranjero).
El sueño
Pero Padilla es un soñador, no lo puede evitar: “Siempre he deseado ir a la Jornada Mundial de la Juventud. Mi familia es católica y desde que conozco esta realidad, siempre me ha encantado”. Y curiosamente la Providencia quiso que en el año 2015, llegaran a su país unas jóvenes misioneras españolas. “Ellas nos dieron la idea de que si algún cubano llegaba a Madrid, el Movimiento de Schoenstatt -la realidad a la que ellas pertenecen- se encargaría de llevarnos en bus a Cracovia. Esto me abrió los ojos a una oportunidad que nunca habría soñado”.
Y Carlos, estas cosas, se las toma muy en serio. Poco después, providencialmente acude a una cena “en La Habana, porque era la toma de posesión del arzobispo de la Habana”. En este evento conoce “a un religioso español y hablando con él sobre los preparativos de la versión cubana de la JMJ que se iba a celebrar, él me invita y me dice que me paga el boleto de avión de ida y vuelta a Madrid”.
“No lo tomé como una promesa vana, sino que enseguida me puse a ello. No sabía si aquello iba a ser algo posible o de palabra simplemente, pero aposté por ello. Siendo 100 euros lo que costaba hacerse el pasaporte que ni siquiera tenía. Hice esa apuesta ciega, pedí dinero a mis padres y fui a la embajada de Polonia para obtener el visado. Me fue denegado un par de veces, porque no tenía los argumentos suficientes para justificar que fuera a volver a la isla”.
Para el que tal vez no conozca bien esta maravillosa isla, o que solo haya podido disfrutar de sus hoteles, para un cubano salir de su país… es toda una aventura. De hecho todos los años mueren muchos ciudadanos tratando de ‘escapar’ en pateras a Miami. No son pocos los que aprovechan cualquier oportunidad para no volver a Cuba y todo lo que ello conlleva.
Europa y sus maravillas
“Al final me conceden la visa después de muchos obstáculos y mucha burocracia. Pude viajar y fui recibido por estos jóvenes. Era el verano de 2016 y están en Madrid con los preparativos”. Y a Carlos, un joven cubano que viaja por primera vez en su vida con más de 24 años, le maravilla todo lo que ve: “Jóvenes súper alegres, dos buses llenos de chicos que iban a ir a Polonia. Y yo era un cubano que por primera vez salió de Cuba, de una isla, y se enfrentaba a conocer Europa y todas sus maravillas”.
Carlos Padilla dice después de un silencio: “Me encantó”. Y recuerda que “parecía un ventilador mirando a todos lados, sin dar crédito. Y todo me ilusionaba y todo me gustaba. Conocí mucho, me reí mucho, escuché testimonios, di mi testimonio como cubano. Me dieron un micrófono para poder hablar para decir lo que yo quisiera, sin tener que hablar en bajo, como hablaba en Cuba por miedo a que me escucharan”.
“La JMJ fue impresionante, todo me gustó. El ambiente, esa vigilia, las culturas… todo para mí, que nunca había salido de mi isla”. Pero no todo era una maravillosa experiencia, porque dentro de esta vivencia alucinante… también hubo tentaciones: “Estuve tentado a quedarme en España, a no regresar a Cuba. Y haber usado la Iglesia y la buena fe como un trampolín para mejorar mi situación en Cuba. No digo que el que lo haga esté mal, pero el hecho es que yo había prometido al arzobispo de la Habana que volvería y sobre todo a mi conciencia. Mi familia lo habría entendido, pero yo no habría podido hacerlo”.
Vuelta a la realidad
Así que Padilla, después de conocer el mundo, después de disfrutar de hacerse fotos en un ‘McDonalds’, o alucinar con poder elegir entre diversas marcas de yogures (yo fui testigo)… vuelve a Cuba. “Estuve un año trabajando e ideando el cómo volver a España, volver a lo que tanto me había gustado. Entonces me apunto a un máster en la Universidad Politécnica de Madrid”.
Para muchos en Cuba, pensar que vas a ser admitido para estudiar un máster en Madrid es una locura. Hay problemas legales, económicos, sociales… Pero Padilla es admitido. “Además con esa admisión podía aplicar a una beca para tener ayudas económicas. Solo se la dieron a 9 personas y entre ellas estuve yo y pude venir. Tuve que pedir un nuevo visado de estudiante”.
Hoy, 2020, después de esta odisea “he terminado el máster gracias a Dios y me dispongo a casarme si Dios quiere dentro de poco. Creo que Dios me ha sonreído, creo que la Iglesia en Madrid me ha sabido acoger y estaré eternamente agradecido. He tenido ayudas desinteresadas por todos sitios. Me crean una especie de deuda, de un agradecimiento eterno, que estoy dispuesto -aunque no pueda pagar nunca- a pagar con el sembrar de cara a un futuro”.
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