La Virgen sentiría soledad, miedo, pero su fe es mayor y sabe que Dios todo lo puede y todo lo sabe, así que confíaEstamos a punto de terminar el Adviento para acoger de lleno la llegada de Jesús. Una llegada muy esperada, especialmente este año tan turbulento y complicado para toda la humanidad.
Pero para recibir y acoger es preciso un acto consciente de apertura interior y exterior. Y el ejemplo está en María, la llena de gracia, la que dijo sí una vez y todos los días de su vida al proyecto salvador de Dios.
Proyecto de Dios
¿Cómo decimos nosotros sí a ese proyecto que Dios nos propone y nos invita a vivir? ¿Seguimos las huella de Aquella que nos indicó el camino de la mansedumbre, la valentía, el amor incondicional y el servicio?
Cada uno, en su particular realidad está invitado a encontrar gracia ante Dios. No hace falta que lo visite un ángel en medio de la noche, pues Él visita a cada uno de sus hijos en la oración, en las obras de misericordia, en la vida cotidiana, todo el tiempo y para siempre, y no se cansa de esperar ese sí, total, irreversible y sin condiciones.
María siente soledad
Pero para María las cosas no fueron fáciles, como no son siempre fáciles para nosotros. Vivimos soledades, tristezas, incertidumbres.
María sentiría soledad, miedo, como ser humano, ante tal situación. Pero su fe es mayor, y sabe que Dios todo lo puede y todo lo sabe, así que confía.
María encuentra refugio y resguardo en su prima Isabel, y juntas emprenden un camino de vivencia de Dios que es para la humanidad ejemplo de fe y de fortaleza interior.
Dios encomienda en estas dos mujeres una labor insustituible, ¡cuánto pueden inspirarnos María e Isabel!
Es quizá momento de plantearse mirar hacia afuera de uno mismo, mirar el ejemplo, contemplar el misterio y acoger, no siempre comprendiendo lo que Dios quiere pero con un sí abierto siempre a su voluntad; para recibir, perdonar y ayudar al otro.
De esta manera bien recibiremos a Jesús en nuestras vidas y lo acogeremos como Él espera.
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