En medio de un contexto crítico, en medio de rispideces políticas, el cardenal Baltazar Porras hace pausa e invita a reflexionar en Aleteia sobre Venezuela y los venezolanos
Quizá una de las tragedias humanitarias más sombrías en lo que va de siglo sea el éxodo de venezolanos fuera de su patria. Nada es más triste para un venezolano que dejar su país. Sobre este y otros temas acuciantes que la Iglesia venezolana ha seguido milimétricamente, en compasión y compromiso, hemos conversado para Aleteia con el cardenal administrador apostólico de Caracas y arzobispo metropolitano de Mérida, Baltazar Porras Cardozo.
Vivir fuera de Venezuela
Algunos se quejan de que, habiendo sido Venezuela un país tan acogedor con los migrantes a lo largo de épocas pretéritas, hoy sean sus nacionales objeto de xenofobia en los países a los que han llegado. Su Eminencia tiene otra opinión:
“Los rechazos pueden ocurrir contra los extranjeros en este mundo nuestro, pero cuánto valoran al venezolano que ha salido y que está pasando trabajo y luchando por abrirse camino fuera de su país! Por qué? Por trabajador, porque busca y rebusca la manera de ganarse la vida, porque es alegre y sabe tratar a la gente. Hay un caso concreto en Chile, en La Serena y lo digo con nombre y apellido, donde hace muchos años el gobierno había construido un gran hospital, hoy medio abandonado. Ningún médico de Santiago y otros lugares quería ir a un lugar lejano y en malas condiciones. Bien, pues resulta que hoy allí hay unos 15 médicos venezolanos, graduados en todas especialidades, que han llevado alivio y asistencia a esa región y sus habitantes están encantados con los médicos venezolanos”.
Voluntariado
Relató cómo el cardenal Osoro -Arzobispo de Madrid y viejo gran amigo de Porras desde sus tiempos de Seminario- le contó su admiración por el voluntariado venezolano, gente sencilla, son los que van a los hospitales en plena pandemia, visitan a la gente y la consuelan.
“Lo que yo pienso es que tenemos que creer un poquito en nosotros; por supuesto, no para decir que somos la tapa del frasco –una criolla expresión para indicar arrogancia- sino que es preciso reconocer nuestros valores para reconstruirnos como país, como sociedad. Y la Navidad nos invita a eso, a estar con los nuestros. Lo religioso de este tiempo no se circunscribe a participar en las misas de aguinaldos o seguir bonitas tradiciones, sino a profundizar en lo que nos une y nos califica”.
El verdadero sabor de las hallacas
Puso el ejemplo de las hallacas, el plato navideño por excelencia. En ningún hogar falta, aunque este año venga con los ingredientes minimizados por la hiperinflación pues el simbolismo de comerlas es hacerlo en familia, entre amigos. Nadie se come una hallaca solo y siempre ese sabor evoca un tiempo del año cargado de cariño y esperanza.
“Por eso –dijo- es una comida que se prepara, no en un día sino en dos o más, de manera de dar cabida a la participación de la familia en la elaboración. Ese es el verdadero sabor, el de la afabilidad, de la amistad, de poder compartir. Es un plato único nuestro y lo nuestro hay que valorarlo. Son muchas nuestras costumbres, no sólo las previas el 25 de diciembre, sino también las que siguen. Todas terminan siempre con un compartir, algo hay que dar. Y el venezolano lo hace aún en medio de la mayor necesidad propia. Para nosotros, todo termina siempre en la mesa porque lo que no compartimos y hacemos vida cotidiana no nos alegra el corazón”.
La discordia no es venezolana
Es por ello que la hostilidad no es nuestra, la división, la falta de cordialidad, la discordia y la agresividad no son características nuestras. Sobre esto también comentó: “Eso de ver que atacamos sin piedad a otro porque no piensa como nosotros, que hacemos de las redes sociales un campo de batalla, eso nos ha sido impuesto y debemos rechazarlo. En esta sociedad nuestra debemos introducir un poco de tolerancia. Pretender que no se puede hablar con quienes nos adversan es absurdo. Uno tiene que hablar, no con quien quiere sino con quien le toca”.
Entendimiento
El Cardenal Porras ha insistido en la posibilidad de entendernos y de sacar cosas buenas de las diferencias. Considera que no es nuevo, pues los venezolanos, en medio de los peores conflictos, de guerras muy cruentas y enfrentamientos políticos de gran aspereza, hemos sido capaces de acercarnos y lograr acuerdos.
“No es un sueño irrealizable ni una utopía –afirma aludiendo al agrio momento que vivimos-. Te pongo el ejemplo del fútbol o el béisbol, nuestro deporte estrella, cada quien va por un equipo. Si gana, mucha alegría; si pierde, hay que aguantar el chaparrón y asimilar la derrota pero a nadie se le ocurre caerse a golpes. Entre nosotros, eso ha sido algo muy valioso, una actitud civilizada y bella a la que tendríamos que acudir como referencia cada vez que aceche la tentación de ver al otro como enemigo tan sólo porque no piensa como yo, o no tiene lo mismo que yo, o no opina como yo. Tenemos un sentido mucho mayor de cercanía y fraternidad que la gente nos admira afuera y aprecia cuando llega y vive entre nosotros. No podemos perder eso”.
Somos unos igualados
Algo divertido es lo que muchos dicen del comportamiento de los venezolanos: “son unos igualados”. En verdad, en nuestro país no existen los estamentos sociales como se ven en otros países, incluso vecinos. Puede ser que la Guerra Federal haya dejado esa impronta de igualitarismo social, pero lo cierto es que en nuestro ADN hay un grado importante de camaradería que alivia las presiones y modera las pasiones.
“A todos tratamos de tú –ejemplifica el cardenal- nos volvemos íntimos amigos apenas conocernos, somos dados a compartir lo que tenemos”. Y soltó un chiste: “Y usted por qué le decía doctor a ése?…bueno, porque yo le digo doctor a cualquier pistola”. “Pistola” en nuestra jerga es cualquiera, no importa quien.
“Debemos dejar las ínfulas y ser más como nosotros, más espontáneos, amigueros y sencillos –recomienda el prelado, quien, él mismo lo es en demasía y por ello tiene la fuerza moral personal para aconsejar en esa materia- Para nosotros eso ha sido un valor y tenemos que rescatarlo. Los grandes momentos de triunfo de la sociedad venezolana han sido los momentos en que hemos llegado a esta conclusión: estamos peleados pero tenemos que arreglarlo y entendernos. Como sacerdotes nos toca meternos en los conflictos, tratar de aconsejar y acompañar. A veces nos llevamos chascos porque los enfrentamientos son fuertes, pero ahí vamos y hacemos progresos”.
“José Gregorio es universal”
Pasamos al tema preferido para los venezolanos hoy, creyentes o no, el único asunto que nos acerca, nos une y nos hace sentir orgullosos de contar con el testimonio de un laico santo como el Dr Hernández. Le preguntamos cómo siente que ha calado la beatificación del querido médico en el alma nacional:
“En el alma nacional y en la internacional –precisa el cardenal y nos confiesa- En estos días recibí un mensajito del cardenal Parolín en que me decía José Gregorio es universal. Lo que está llegando al Vaticano sobre José Gregorio nos tiene impresionados, me confesó. Hasta desde Afganistán nos llegan notas de alegría y agradecimiento!” Y agrega jocoso, en su tono espontáneo y siempre cercano: “Quién diablos puede conocer a José Gregorio por allá! Pero aseguraba que sigue todo desde ese país y que lo lleva en el corazón”.
Agradecimiento
“No nos hemos dado cuenta –prosigue- de que José Gregorio es realmente el santo del pueblo, de muchos pueblos por lo que estamos descubriendo. Te cuento que esta semana me invitaron a visitar pueblos en un campo un poco retirado de la capital y me llevaron a descubrir un templo, con capacidad para unas 200 personas, construido en 1961, hace 60 años! Y les pregunto si en esa zona rural va gente a esa iglesia y me dicen que muchísima gente. No podía imaginarlo, perdido allá, en medio de la nada, pero acuden muchos peregrinos a rezar a José Gregorio. Cuando di la vuelta, las paredes están forradas de placas en agradecimiento por milagros o favores que la gente afirma haber recibido por su intermedio. No lo sabemos y lo tenemos acá en nuestro país, en las narices de Caracas. Cómo será lo que nos queda por descubrir en otros lares!”.
El cardenal Porras cuenta las naciones donde el beato es conocido y venerado, además de Venezuela: Perú, Ecuador, República Dominicana, Colombia, Panamá. “Se convierte en un médico universal –sigue diciendo- De Canarias me han solicitado ya al menos 11 reliquias porque hay 15 capillas, ermitas o iglesias dedicadas a José Gregorio”.
Alegre, como nosotros
El cardenal Porras es un gran historiador de la Iglesia en Venezuela y nos refiere acerca de un libro publicado hace poco donde se hace un parangón entre José Gregorio y el Dr Moscatti, el santo médico napolitano, una gran figura, más o menos contemporáneos.
“Y van cabeza a cabeza –dice orgulloso- pues a pesar de haber sido popularizado con un traje negro que, por demás, era la moda en la época, podría pensarse en alguien adusto pero no, él era muy alegre, tocaba piano, le gustaba bailar y asistía a las fiestas de los amigos con frecuencia. Y de dónde surgió José Gregorio? De un pueblecito trujillano que si hoy tiene una sola calle, en su época sería aún más insignificante”.
Devolver
Es el pueblo de Isnotú. Cuando nació debió ser un caserío con un caminito estrecho donde tan sólo debe haber cabido una mula y su jinete. “Salió de un pequeño pueblo pero de una familia profundamente cristiana y tuvo maestros que le dieron una buena base educativa. Por eso triunfa en París y por ello regresa a su pueblo a servir como médico. Consideró justo devolver a su país lo que le había dado”.
Es hora de devolver a José Gregorio tanto abnegado servicio que prestó a la medicina venezolana y a tantos venezolanos humildes, así como pudientes, a quienes atendió sin hacer diferencias. Nos toca a nosotros ser y hacer como él: ciudadanos que sumen antes de restar y que hagan el bien sin mirar quien. Nos toca aportar lo mejor de nosotros mismos para hacer una patria inclusiva y un país próspero y acogedor para todos. Será nuestro mejor tributo a ese venezolano, cuya bondad y entrega lo han hecho universal.
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