Primer domingo de Adviento: “Atraídos por nuestros intereses y distraídos por tantas vanidades, corremos el riesgo de perder lo esencial”
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El papa Francisco afirmó hoy que la oración vigilante y la caridad son las luces para salir de la oscuridad y del letargo de la mediocridad y de la indiferencia.
“¿Por qué agobiarse por alcanzar un poco de dinero, fama, éxito, todas cosas efímeras? ¿Por qué perder el tiempo quejándose de la noche mientras nos espera la luz del día?”
A las 10 de la mañana, primer domingo de Adviento, el Papa Francisco presidió, en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, la Celebración Eucarística con los Cardenales creados en el Consistorio celebrado ayer por la tarde, marcada por medidas estrictas por el coronavirus.
En este tiempo de pandemia, el Papa advirtió de un peligroso sueño: el sueño de la mediocridad. Vivir preocupándose sólo por tener una vida tranquila. “Pero sin impulsos de amor a Dios, sin esperar su novedad, nos volvemos mediocres, tibios, mundanos”.
“La fe no es agua que apaga, sino fuego que arde; no es un calmante para los que están estresados, sino una historia de amor para los que están enamorados“.
También advirtió de un segundo sueño interior: el sueño de la indiferencia. Además de otros males consecuentes: Lamentos, victimismo y complots.
Por eso, “cercanía y vigilancia”, fueron las dos palabras claves destacadas por el Papa y traídas de las lecturas de hoy para el tiempo de Adviento.
“La cercanía de Dios y nuestra vigilancia. Mientras el profeta Isaías dice que Dios está cerca de nosotros («¡Tú eres nuestro padre!» (63,16), Jesús en el Evangelio nos invita a vigilar esperando en Él”.
A la celebración, además de los Cardenales de nueva y antigua creación, asistieron 12 párrocos y rectores y un centenar de fieles, acompañando a los nuevos Cardenales.
«Ven, Señor Jesús»
El Papa indicó que la oración del Adviento es: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20). Porque “atraídos por nuestros intereses y distraídos por tantas vanidades, corremos el riesgo de perder lo esencial”.
«Ven, Señor Jesús»“ es la oración que “podemos decirla al principio de cada día y repetirla a menudo, antes de las reuniones, del estudio, del trabajo y de las decisiones que debemos tomar, en los momentos importantes y en los difíciles: Ven, Señor Jesús”.
“Una pequeña oración que nace del corazón” para repetir durante el Adviento: Ven, Señor Jesús.De este modo, invocando su cercanía, ejercitaremos nuestra vigilancia.
¡Vigilen!
El Papa rememora el Evangelio de Marcos, cuando Jesús propone: “¡Vigilen!”. Y cita a San Agustín decía: «Timeo Iesum transeuntem» (Sermones, 88,14,13), “Tengo miedo de que Jesús pase y no me dé cuenta”.
Atraídos por nuestros intereses y distraídos por tantas vanidades, corremos el riesgo de perder lo esencial. Por eso hoy el Señor repite «a todos: ¡estén vigilantes!» (Mc 13,37).
Tiempo de oscuridad
Francisco advierte que se vigila porque es de noche. “Sí, ahora no vivimos en el día, sino en la espera del día, en medio de la oscuridad y los trabajos”. “Estar vigilantes es esperar esto, es no dejarse llevar por el desánimo, es vivir en la esperanza.
Y cuestionó: ¿por qué vivir con pretensiones terrenales? ¿Por qué agobiarse por alcanzar un poco de dinero, fama, éxito, todas cosas efímeras? ¿Por qué perder el tiempo quejándose de la noche mientras nos espera la luz del día?”.
“¿Por qué buscar ‘padrinos’ para buscar un ascenso o tener una promoción en la carrera? Todo pasa. ¡Vigilen! Dice el Señor.
Mantenerse despiertos”, añadió.
Difícil estar despiertos
Mantenerse despiertos, sin embargo, señaló el Papa, es difícil. “Por la noche es natural dormir. No lo lograron los discípulos de Jesús, a quienes Él les había pedido que velaran “al atardecer, a medianoche, al canto del gallo, de madrugada” (cf. v. 35). Y precisamente a esas horas no estuvieron vigilantes”.
“Al atardecer, en la última cena, traicionaron a Jesús; por la noche se durmieron; al canto del gallo lo negaron; de madrugada dejaron que lo condenaran a muerte. No vigilaron, estaban dormidos”.
El Sueño de la Mediocridad
“Pero sobre nosotros puede caer el mismo sopor. Hay un sueño peligroso: el sueño de la mediocridad.
Llega cuando olvidamos nuestro primer amor y seguimos adelante por inercia, preocupándonos sólo por tener una vida tranquila. Pero sin impulsos de amor a Dios, sin esperar su novedad, nos volvemos mediocres, tibios, mundanos”.
“Y esto carcome la fe, porque la fe es lo opuesto a la mediocridad: es el ardiente deseo de Dios, es la valentía perseverante para convertirse, es valor para amar, es salir siempre adelante”.
La tibieza
Por eso, dijo el Papa, Jesús odia la tibieza más que cualquier otra cosa (cf. Ap 3,16). Y entonces, ¿cómo podemos despertarnos del sueño de la mediocridad? Con la vigilancia de la oración. Rezar es encender una luz en la noche.
La oración nos despierta de la tibieza de una vida horizontal, eleva nuestra mirada hacia lo alto, nos sintoniza con el Señor.
La oración permite que Dios esté cerca de nosotros; por eso, nos libra de la soledad y nos da esperanza.
La oración oxigena la vida: así como no se puede vivir sin respirar, tampoco se puede ser cristiano sin rezar.
Y hay mucha necesidad de cristianos que velen por los que duermen, de adoradores, de intercesores que día y noche lleven ante Jesús, luz del mundo, las tinieblas de la historia.
Necesitamos adoradores. Nosotros perdimos el sentido de la adoración: de estar en silencio delante al Señor para adorarlo. Esta es la mediocridad, la tibieza”, subrayó.
El sueño de la indiferencia
“Hay también un segundo sueño interior: el sueño de la indiferencia. El que es indiferente ve todo igual, como de noche, y no le importa quién está cerca.
Cuando sólo giramos alrededor de nosotros mismos y de nuestras necesidades, indiferentes a las de los demás, la noche cae en el corazón.
Comenzamos rápido a quejarnos de todo, luego sentimos que somos víctimas de los otros y al final hacemos complots de todo.
Lamentos, victimismo y complots son una cadena. Hoy parece que esta noche ha caído sobre muchos, que exigen sólo para sí mismos y se desinteresan de los demás”.
Caridad
¿Cómo podemos despertar de este sueño de indiferencia? preguntó Francisco. “Con la vigilancia de la caridad. La caridad es el corazón palpitante del cristiano”.
Así – destacó- como no se puede vivir sin el latido del corazón, tampoco se puede ser cristiano sin caridad.
“Algunos piensan que sentir compasión, ayudar, servir sea algo para perdedores; en realidad es la apuesta segura, porque ya está proyectada hacia el futuro, hacia el día del Señor, cuando todo pasará y sólo quedará el amor”.
Es con obras de misericordia que nos acercamos al Señor. “Jesús viene y el camino para ir a su encuentro está señalado: son las obras de caridad”.
Rezar y amar, he aquí la vigilancia.
“Cuando la Iglesia adora a Dios y sirve al prójimo, no vive en la noche. Aunque esté cansada y abatida, camina hacia el Señor. Invoquémoslo: Ven, Señor Jesús, te necesitamos. Acércate a nosotros.
Tú eres la luz: despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia. Ven, Señor Jesús, haz que nuestros corazones distraídos estén vigilantes: haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar”, concluyó.