Su curación es un regalo de Dios. Por eso ahora da testimonio pues quiere contar el que para él es su mayor triunfo tras sufrir un derrame cerebral hace unos meses por el que estuvo a punto de perder la vida.
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La curación de Juan Matute Guimón podría ser considerada un milagro. El joven jinete madrileño de 22 años se ha recuperado en un tiempo récord y sin secuelas tras sufrir un derrame cerebral que puso su vida en peligro al punto de casi perder toda esperanza. Seis meses después de aquel suceso, el deportista ya está entrenando junto a su caballo para ganarse un puesto en el equipo olímpico español para Tokio.
Al cabo de tres meses estaba montando ya a caballo. Es un regalo de Dios y estoy aquí para contarlo. Lo más fuerte es que aun estando al borde de la muerte y recibir la extremaunción en tres ocasiones, no recuerdo absolutamente nada, ni dolor, ni molestias”.
Estas son las palabras del jinete al que la vida le cambió el pasado 5 de mayo, durante primera ola de la pandemia de coronavirus. Juan había tenido algunos dolores de cabeza pero nadie se alertó. Y aquel día, mientras entrenaba, se bajó del caballo y se desplomó. Acababa de tener un derrame cerebral.
Rápidamente fue trasladado en helicóptero hasta el hospital madrileño de La Paz. Los médicos anticiparon a sus padres que se preparen para lo peor. Tal así que su madre pidió a un sacerdote que se acercara al hospital para que le diera la extremaunción.
Esperanza pese a la gravedad del pronóstico médico
En el hospital le operaron y le detectaron una malformación congénita. Su padre cuenta que “al tercer día después de la operación les dijeron que no había ningún tipo de posibilidad. Estaba prácticamente desahuciado. Fue algo terrible.”
En situaciones así donde los esfuerzos humanos parecen agotarse, solo queda aferrarse a una esperanza divina. En momentos tan duros, confiar en Dios parece algo tan sobrenatural como imposible. Nos llega una confianza libre de razonamientos y se enfoca en llenar cada instante de amor para mantenerla viva. Es una esperanza que no se busca, sino que se construye.
Esto nos lleva a pensar que en las adversidades más extremas podemos seguir adelante e incluso recibir la fortaleza necesaria para atravesarlas. Se trata de elevar la mirada a Dios y llenar con actos amorosos cada espacio para hacerle lugar a su presencia. Así, un dolor tan profundo puede forjar una experiencia de amor verdadero.
Muchos rezaban por Juan
La familia sabía que mucha gente estaba rezando por Juan. Habían recibido oraciones y palabras hablando de la recuperación del joven dado. Según explicó el padre de Juan en el programa Rienda Suelta de Intereconomía, se formó una unidad tan grande de rezos y buenos deseos que dentro de la dureza de la situación, eso les daba el impulso para seguir adelante con fuerza.
En medio de la oscuridad, apareció un rayo de esperanza. El equipo de neurocirujanos de la Fundación Jiménez Díaz le sugirieron intervenir con otra técnica y, aunque movilizar a Juan significaba una vez más poner su vida en peligro, ese poquito de esperanza bastó para que sus padres decidieran seguir adelante y la intervención terminase en un éxito.
Era sido un momento muy delicado, sin muchas opciones de vivir. Minutos heroicos en los que nadie daba un duro por la vida de Juan.
«“Estaba muy grave pero había ese poquito de esperanza y la fe para seguir apostando por él, el apoyo del personal sanitario, aun sin hacer promesas, y la gente y amigos cerca que nos decían ‘¡que salimos!’”.»
Unidos por la curación de Juan Matute
Son muchos los que vivieron este caso como si tocara asu familia. Cientos de personas se unieron por la curación de Juan Matute: el personal sanitario que lo atendió; familiares, amigos, compañeros; la oración de conventos enteros, misas ofrecidas por sacerdotes y laicos… Su caso movilizó muchos corazones que no han hecho más que alimentar y mantener encendida la esperanza de todos.
En una entrevista para el Comité Olímpico Español el mismo Juan ha contado como una enfermera acariciaba su mano mientras estaba hospitalizado. Estando en un estado en el que “entraba y salía como de un coma”, el joven recuerda ese momento tan afectuoso con mucho cariño.
Siempre tenemos algo que pedir, especialmente en situaciones tan difíciles en las que la vida nos sorprende y nuestros seres queridos están en peligro. El testimonio de Juan Matute muestra que es en Dios y en ese amor manifestado en las personas desde el lugar en que cada una se encuentra y los lazos que se van creando entre todos, donde yace la verdadera esperanza.
Para una entrevista de Marca el padre de Juan ha hablado sobre la importancia de ese componente que nos hace más humanos:
Hemos crecido a nivel humano. La ilusión y la esperanza mueven montañas. Yo creo que la sociedad necesita ese poco de ilusión y de esperanza y de creer. Hoy en día no se cree en casi nada”.
“Nos ha cambiado la vida”
¡Cuántas veces vamos corriendo y cuando pasan estas cosas, es cuando tomamos conciencia de tantas bondades y personas que nos rodean!
Esta experiencia “nos ha cambiado la vida para bien porque vas muy rápido a competición, todo es adrenalina y luego te das cuenta de que el hecho de que mueve un dedo o sonríe es mucho más, y eso se nos olvida”.
Lo más emotivo ha sido ver a Juan sonreír de nuevo.
Después de 25 días en coma, estaba allí el neurocirujano que lo había operado y se emocionó. Su padre recordaba ese momento con estas palabras: “Imagino que ha visto de todo, pero no pudo contener las lágrimas porque la situación había sido muy crítica”.
Juan hoy dice estar feliz. Afirma que el lugar para coger fuerzas, para recuperarse bien y rápido ha sido, ha podido contar con quienes más quiere: “La familia es un pilar fundamental, los amigos, los compañeros. Somos un equipo y eso es lo que hacen los equipos: empujar en los peores momentos”.
“Recuerdo estar tumbado en la camilla y girar a la izquierda, asomarme a una ventanita y de repente ver a mis padres. Eso era un subidón”.
Su padre le decía que volvería a estar como antes y aunque al principio sabía que no podía moverse, no se quejaba. Según el joven “lo pasado era pasado y había que mirar hacia adelante”.
“El Señor me ha curado”
Al final, él mismo reconoce que ha sido un milagro de Dios:
El 2 de noviembre compartió su testimonio ante el Santísimo Sacramento y junto a sus padres en la Parroquia de Santo Domingo de la Calzada de Madrid, agradeciendo por su milagrosa curación y recordando su mayor triunfo.
He recibido la gracia de estar más cerca de Dios, tanto por mi parte como de mi familia. Cuando Dios permite este tipo de vivencias también manda la fortaleza para vivirlas. El padre Nacho me trajo al Santísimo a la UCI. Sentí en mi corazón: El Señor me ha curado”.
“Hay algo más que llena mucho más mi corazón que el hecho de mi regreso a la competición, y es el sentimiento de agradecimiento que tengo hacia las miles de personas que me han acompañado estos meses con sus oraciones de múltiples países y distinta fe, personas conocidas y desconocidas, personas que se han sentido tocadas por mi caso”.
A todos ellos les quiero dedicar mi mayor triunfo y mejor medalla que es este testimonio de la misericordia de Dios, de vida y de esperanza”.
Escucha el testimonio
Aquí puedes escuchar su testimonio y el de sus padres en la parroquia Santo Domingo de la Calzada de Madrid.
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