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Papa Francisco: Sé lo que es luchar por respirar conectado a un ventilador

PAPIEŻ FRANCISZEK
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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 23/11/20
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Medios en Italia publican anticipación del libro del Papa Francisco: “Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor”, conversaciones con Austen IvereighEl papa Francisco narra tres «situaciones Covid» en su propia vida: la enfermedad, el exilio voluntario en Alemania y el destierro en Córdoba. En un nuevo libro, se pone en los zapatos de las víctimas de la actual pandemia.

Los periódicos italianos y Vatican News publican la anticipación del libro del papa Francisco: “Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor, conversaciones con Austen Ivereigh, que en español ha sido publicado por Penguin Random House Grupo Editorial.

El Papa recuerda que a los 21 años se enfermó de gravedad y tuvo su primera “experiencia con el límite, con el dolor y la soledad”. Algo que lo cambio de por vida.

Durante meses – sostiene – no sabía si moría o no. Los médicos no daban una respuesta. “Me acuerdo de que un día le pregunté a mi madre, abrazándola, si me iba a morir. Estaba cursando el segundo año del seminario diocesano en Buenos Aires”.

Francisco recuerda la fecha exacta: “el 13 de agosto de 1957” cuando un prefecto “se dio cuenta de que lo mío no era el tipo de gripe que se cura con aspirina, me llevó al hospital”.

Cuenta de su pelea por vivir, de la operación en noviembre para quitarle “el lóbulo superior derecho de uno de los pulmones”.

Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados a un ventilador”. 

Dos enfermeras que van más allá de sus deberes…

En el texto anticipado por La Stampa se lee que el Papa recuerda especialmente a dos enfermeras: La hermana Cornelia Caraglio, de quien dice: “me salvó la vida”. Era dominica, jefa de sala de la enfermería en el hospital de Buenos Aires donde le atendían y otra era la religiosa enfermera Micaela que le ayudó a calmar “un dolor intenso”.

Ellas – dice el Papa – “pelearon por mí hasta el final, hasta mi recuperación. Me enseñaron lo que significa usar la ciencia y también saber ir más allá para atender las necesidades particulares”.

“La hermana Cornelia Caraglio me salvó la vida. Gracias a su contacto habitual con enfermos sabía mejor que el médico lo que los pacientes necesitaban y tuvo el coraje de utilizar esa experiencia”.

La consolación barata 

El papa Francisco asegura que aprendió otra cosa de esa experiencia en el hospital: “la importancia de evitar la consolación barata”.

Bergoglio habla de las “tonterías” o “palabras vacías” que le decían con “buenas intenciones” pero que nunca le tocaron el corazón. “La gente me visitaba y me decía que iba a estar bien”.

Sin embargo, rememoró la persona que le llegó con más profundidad, con su silencio: “fue una de las mujeres que marcaron mi vida: la hermana María Dolores Tortolo, que me enseñó cuando era chico y me preparó para mi primera comunión”, dijo.

La religiosa simplemente le tomó de la mano, le besó y lo guardó en silencio por un tiempo, narra el Papa. «Estás imitando a Jesús», le dijo la mujer consagrada al joven seminarista. “No necesitó decir más nada”.  De ahí, dijo: “tomé la decisión de hablar lo menos posible cuando visito a enfermos. Solo los tomo de la mano“.

El Papa expresa que la enfermedad lo cambió y le enseñó a confiar más en los demás. Un “covid” que lo hizo más realista y mejor persona.

El Covid del destierro

La segunda “situación covid”, explicó el Papa, fue el tiempo en Alemania, en 1986. Y lo llamó el «Covid del destierro». Es el tiempo en que Bergoglio voluntariamente se fue a perfeccionar el alemán y escribir su tesis: “pero me sentí como sapo de otro pozo”.

Bergoglio en su conversación con el periodista británico, Austen Ivereigh, relató que se escapaba a pasear en dirección al cementerio de Frankfurt y desde allí se veían los aviones aterrizar y despegar.

Describe su nostalgia de patria. “Recuerdo el día que Argentina ganó el Mundial. No quise ver el partido y solo supe que habíamos ganado al otro día cuando leí el diario”. “Era la soledad de un triunfo solo, porque nadie te lo compartía; la soledad de no pertenecer, que te desinstala”. Y afirmó que ese proceso le enseñó lo que realmente importa en el lugar que se deja.

El Covid del desarraigo 

“A veces el desarraigo puede ser una sanación o una transformación radical. Ese fue mi tercer «Covid», cuando me mandaron a Córdoba entre 1990 y 1992”, se lee en la anticipación del diario La Repubblica del libro “Soñemos juntos”, un poco más extensa de la que publicó hoy La Stampa de Turín.

Refiere que “con razón” le cobraron todo en Córdoba (su famoso destierro)  por su ser algo duro en su modo de ejercer el liderazgo como provincial y después como rector jesuita. “Seguramente alguna cosa buena hice, pero a veces era muy duro”, admite.

El Pontífice recuerda ese momento como una “cuarentena”, un aislamiento, como muchas personas han tenido que aguantar en estos meses: “Pasé un año, diez meses y trece días en esa residencia jesuita. Celebraba la misa, confesaba y ofrecía dirección espiritual, pero no salía para nada, solamente cuando tenía que ir al correo”.

De ese momento, explicó, “me llevó a madurar ideas: escribí y recé mucho”.

“Hasta ese momento tenía una vida ordenada en la Compañía, acorde a mi experiencia: primero como maestro de novicios y luego, desde 1973, cuando me nombraron provincial, hasta 1986, cuando terminé mi período como rector.

Me había instalado en ese modo de vivir. Un desarraigo de ese tipo, donde te mandan a un rincón de la cancha y te hacen sentar en categoría de suplente, te mueve todo.

Tus costumbres, los reflejos de conducta, las pautas referenciales anquilosadas con el tiempo, todo esto te desinstala y tenés que aprender a vivir de nuevo, a rearmarte”.

La vacuna de la historia contra los escándalos de la Iglesia

En el diario La Repubblica se lee que a Bergoglio le impresionan hoy, viendo lo que le paso, tres cosas: la primera, el regalo de la oración. Segunda, las tentaciones que vivió. Y tercero, leer los 36 tomos de la Historia de los papas de Ludwing Pastor.

Desde donde estoy ahora, me pregunto por qué Dios me habrá inspirado a leer eso en aquel momento. El Señor me preparó con esa vacuna. Una vez que conocés esa historia, no hay mucho de lo que pase en la curia romana y en la Iglesia de hoy que pueda sorprenderte. ¡Me ha servido mucho!”. 

El «Covid» de Córdoba fue una verdadera purificación. Me dio mayor tolerancia, comprensión, capacidad de perdón. También me dio una nueva empatía por los débiles y los indefensos.

La paciencia

Asimismo, afirmó que aprendió la paciencia, “que es el don de entender que las cosas importantes llevan tiempo, que el cambio es orgánico, que hay límites, y que tenemos que trabajar dentro de ellos y mantener al mismo tiempo los ojos en el horizonte, como hizo Jesús”.

Por último, en la anticipación del libro, el Papa indica que aprendió “la importancia de ver lo grande en lo pequeño, y a estar atento a lo pequeño en las cosas grandes”. 

“Estos fueron mis principales «Covid personales». Lo que aprendí es que vos sufrís mucho, pero si dejás que te cambie, salís mejor. Pero si te atrincherás, salís peor”, concluyó.

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