Independientemente de la crema hidratante que necesiten, hay un momento en la vida de las mujeres en el que se transforman, se vuelven geniales, interesantes, mujeres que realmente merecen la pena.¿Cuál crees que llega el mejor momento de la mujer? ¿El que ofrecen los 20, los 30, los 40 o los 50, que son los nuevos 40? ¿Hay una edad ideal? ¿Existen un momento cumbre?
Creo que, independientemente de la crema hidratante que necesiten, hay un momento en la vida de las mujeres en el que se transforman, se vuelven geniales e interesantes. Es el momento en el que se convierten en mujeres que realmente merecen la pena.
Algunas alcanzan ese momento mágico sobre los 20, pero te advierto que son pocas, muy pocas. Creo que no habrá más de un centenar de casos en toda la historia. Otras lo hacen a los 30. Pero, generalmente, la cumbre llega de la mano de los 40, y ya se sabe que, como los 50 de ahora son los nuevos 40, en algunos casos no gozarán de esa cumbre hasta conseguir la talla L de los números romanos.
Experiencias cumbre
¿Qué hechos desencadenan la consecución de esta edad de oro? No, no pienses que está ligado a la menopausia. De hecho, no tiene nada que ver con lo biológico.
En la mayoría de los casos, se despierta cuando las heridas producidas por la explosión de la bomba familia-adolescencia empiezan a cicatrizar.
Es entonces cuando descubres que tus previsiones de futuro tan idílicas eran simplemente un pasar el rato, un hacer castillos en el aire, como invertir y comprar una calle del Monopoly con hotel incluido.
Es entonces cuando la frase “si yo fuera su madre…” la está pensando tu vecina de toalla en la playa mientras intentas resolver una crisis familiar. Sus pensamientos son tan transparentes que parece que los esté anunciando el socorrista por megafonía.
Es entonces cuando descubres con horror que los probadores no están insonorizados. ¡Por favor, cómo no han pensado en que, para discutir sobre centímetros de falda, es necesario algo de intimidad!
Es entonces cuando los suspensos también pueden formar parte del vocabulario familiar, no sólo del de los frikis del parque.
Es entonces cuando un amigo de tu hijo te cuenta que ni él ni tu hijo comparten tus creencias, y consigues no cometer un homicidio.
Es entonces cuando el novio de tu hija le da un beso… delante de ti y de su padre.
Es en ese momento, ¡escúchame bien!, en ese terrible momento, cuando llegas a la cumbre, cuando te conviertes realmente en la mujer que siempre habías querido ser.
Para esta nueva mujer, no hay anuncios de colonia que estén a su altura, que sean capaces de transmitir su encanto, su esencia, su sabiduría…
La sabiduría de la mujer
Desde ese momento, estar en la cumbre te dará otra perspectiva, y:
- Aprenderás a callarte a tiempo.
- No hablarás sentando cátedra.
- Sabrás valorar más a todo el que te rodea, sobre todo a tu madre.
Y lo que realmente marcará la diferencia entre la mujer del medievo y esta nueva mujer, es que no volverás a juzgar a nadie:
- Empezarás a entender que cada uno juega sus cartas familiares de la mejor manera de la que es capaz.
- Observarás que cada familia es un mundo, con sus infinitas cadaunadas que alguien, probablemente una mujer, tiene que conseguir cuadrar.
Porque, detrás de la hidratada, maquillada o arrugada cara de una mujer, hay dos dragones que le preocupan, cinco o seis candados que quiere rematar, cerrar y tirar la llave al mar, tres pequeñas ilusiones que desea cumplir y todo un álbum Hofmann de recuerdos que guarda como su mejor tesoro.
Con la sabiduría que nos dan todas esas batallas perdidas, tenemos, mujeres mías, que ser más feministas que nunca y dejar nuestro legado.
Tenemos que enseñar a vivir sin juzgar. Esa enseñanza, ese legado, se lo tenemos que inyectar a nuestros hijos desde los primeros biberones, desde los primeros recreos de la infancia: no admitir ni chismes, ni dimes, ni diretes. Trataremos de aumentar su sensibilidad en ese terreno al mismo tiempo que van creciendo en centímetros.
Que pasen los años aburridos de escuchar la frase de San Josemaría:
Se condena el acto y se disculpa a la persona”.
¿Y el silencio?
¿Acaso no suena maravilloso el silencio? San Josemaría también decía.
Cuando no puedas alabar, te callas”.
Hace unos días María Martínez-Echevarría contaba en su cuenta de Instagram cómo su padre, don Ignacio, tenía en el trabajo una tarjeta roja con la intención de hacer callar a quien comenzaba a criticar a otro. Si no puedes alabar, mejor guarda silencio. Y así, con este gracioso gesto de sacar la tarjeta roja, es cómo en una notaría del centro de Madrid se disfrutaba el aroma irrepetible que produce el saber callarse a tiempo.
Mujeres de 20, 30, 40, o lo que venga, persigamos llegar a la cumbre como si fuera el mejor serum antiedad. Guardémonos, como don Ignacio, la tarjeta roja, y transmitamos nuestro legado, porque nosotras lo valemos.
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