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El dolor de quienes sufren chantaje emocional

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Si nos queremos bien y conocemos nuestros puntos débiles y nuestras heridas, seremos capaces de sanarlas para seguir creciendo como personas

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Son muchas las personas que acuden a pedir ayuda cuando parece que su vida hace aguas y no saben definir muy bien qué les pasa, es un poco todo, te dicen.

Cuando empiezas a trabajar con ellos, te das cuenta de la realidad que llevan viviendo desde hace tiempo. En muchas ocasiones es una realidad que duele, la realidad de tu vida más íntima donde uno deja de ser uno mismo y pasa a ser el reflejo de lo que el otro quiere. Esto ocurre tanto en las relaciones familiares, con el padre, la madre o un hermano; en las relaciones de pareja, tanto de novios o esposos;  a nivel profesional, con jefes o compañeros de trabajo; e incluso social, con amigos o compañeros de estudio.

Y eso, ¿cómo puede ocurrir? Os preguntaréis. Pues ocurre más de lo que nos imaginamos. Todos tenemos con una mochila de experiencias a nuestras espaldas, que hace que seamos quienes somos en ese momento. Sucede que precisamente de ese aprendizaje, resulta un comportamiento que hace que, a la hora de relacionarte con el otro, tu actitud sea más pasiva o más agresiva. Agresiva, no en el sentido de maltrato físico, ni mucho menos, sino a una forma de relacionarte con el otro a través de gritos, desprecios o acusaciones. A veces puede ser también más silenciosa y esquiva.

Cada uno tiene una manera de comportarse y de reaccionar ante las personas con las que nos relacionamos, mucho más si esa persona tiene un vínculo especial con nosotros. Pero, para amar a los demás como a uno mismo, es crucial cuidar también una sana autoestima para poder querer bien al otro.

Lo que ocurre es que esas actitudes, mantenidas en el tiempo, hacen que la persona se vaya desgastando poco a poco, vaya mermando su autoestima y sientan que su vida no la controlan, sino que están sometidos a la voluntad y a los caprichos de la otra persona, que con su hacer o no hacer o decir, acaba saliéndose siempre con la suya.

Darse cuenta de esto es ya un gran paso, lo siguiente es buscar ayuda para generar herramientas que te permitan salir de esa situación indeseada.

Si ahondamos en el porqué, generalmente nos damos cuenta de que todos tenemos una serie de heridas que nos predisponen a reaccionar de cierta manera ante determinados comportamientos de otras personas.

Saber detectarlo es clave, precisamente para poder iniciar el camino de recuperación personal para restablecer y potenciar el amor hacia uno mismo y a partir de ahí saber comunicar de manera asertiva lo que queremos y lo que no queremos, lo que necesitamos o lo que no toleramos bajo ningún concepto.

Es, en ese camino de recuperación, donde uno aprende a establecer los límites entre tú y yo. La persona es un ser relacional y necesita de los otros para desarrollarse y crecer, pero en ese durante, es donde necesitamos establecer el amor a nosotros mismos, para poder evolucionar junto a los otros de manera sana. De nada sirve una entrega absoluta a los demás, cuando ni siquiera puedo mirarme a mí mismo, porque no me reconozco y acabo rompiéndome.

En eso consiste el chantaje emocional, en anular al otro para someterlo a mi voluntad y castigarle a través de mis palabras, mis acciones o mis omisiones, si el otro no actúa como yo pretendo que lo haga. Todo ello, envuelto en un halo de amabilidad y sutileza que hace que nos sintamos confusos cuando detectamos estos signos.

Esta manipulación de la voluntad del otro, repetida en el tiempo, a costa de acatar las demandas de la persona que nos hace la petición, renunciando a nuestros deseos y bienestar, es el chantaje emocional.

Susan Forward en su libro “Chantaje emocional”, nos dice que existen cuatro tipos de chantajistas emocionales, si bien en cada una de estas categorías hay subgrupos:

  • Los castigadores, son los que nos hacen saber exactamente qué quieren y las consecuencias que habrá si no se lo damos.
  • Los autocastigadores, son los que dirigen las amenazas hacia dentro y recalcan lo que harán contra sí mismos si no se salen con la suya.
  • Los sufrientes, son hábiles responsabilizadores y culpabilizadores que nos obligan a deducir qué quieren y nos llegan a convencer que de nosotros depende lograr que lo consigan.
  • Los atormentadores, son los que nos someten a una serie de pruebas y prometen algo maravillosos si les seguimos el juego.

Esta actitud es la que conviene detectar en nuestras relaciones humanas, precisamente para saber manejar la situación y que ese acontecimiento, convivencia o relación no nos acabe hundiendo. Si algo bueno tiene la persona es su capacidad de entrega a los demás y su gran capacidad de amar.

Por eso, si nos queremos bien, si nos conocemos y conocemos nuestros puntos débiles y nuestras heridas, seremos capaces de sanarlas para seguir creciendo como personas, para saber detectar a personas manipuladoras y poner los límites que sean necesarios, para que esas actitudes no acaben con nuestra manera de relacionarnos, con nuestra autoestima y nos permitan podamos desarrollarnos como las personas que estamos llamadas a ser.

Mercedes Honrubia es orientadora familiar y directora del Instituto Coincidir

 

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