Reza con la confianza del santo de Pietrelcina que recibió los estigmas
El 20 de septiembre de 1918, Padre Pío después de la celebración de la misa, se dirigió a rezar solo y en silencio delante de la cruz que se encontraba en el coro de la iglesia cuando fue sorprendido por una gran relajación, como un dulce sueño.
En la paz y el silencio, Padre Píomeditó la pasión de Jesús frente al crucifijo de madera, tanto hasta sufrir desde ese día el martirio de Cristo.
Lo que sucedió ese santo día, lo relata en una carta escrita a su padre espiritual:
“Yo estaba en el coro haciendo la oración de acción de gracias de la Misa y sentí poco a poco que me elevaba a una oración cada vez más suave. De pronto una gran luz me deslumbró y se me apareció Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz que más bien parecían flechas que me herían los pies, las manos y el costado. Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban y me dolían hasta hacerme perder todas las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios”.

Te puede interesar:
¿Qué son los estigmas? ¿Cómo se sabe que son auténticos?
Hoy ante a esa misma Cruz de los estigmas de Padre Pío pedimos contra el flagelo de la Covid-19:
Mi Dios y mi todo:
Hoy a los pies de la cruz
me redescubro necesitándote.
Y de este gesto extremo
que tú cumpliste para mí,
en mi voz, en mis palabras,
recojo el grito de los que confían en ti.
En esta hora de prueba terrible,
nuestras fuerzas podrían caer,
nuestros pies ralentizar el paso,
nuestro corazón caer en la angustia y la desolación.
El miedo podría atacarnos.
Te ruego, Señor, no nos abandones,
no dejes que esto suceda.
Mira nuestras debilidades y sálvanos
de esta tremenda pandemia,
danos fuerza y esperanza,
Tú puedes hacerlo, Tú sí que puedes hacerlo.
En tu corazón traspasado
oculto a todos los que se están haciendo cargo de la humanidad
para que Tú los guardes y los protejas
en Tu amor y sabiduría,
bendice e ilumina a todos los médicos,
los investigadores, las enfermeras,
y a todo el personal sanitario
expuesto en primera línea
para erradicar este mal.
Asiste con Tu gracia a nuestros gobernantes
cargados de tan gran responsabilidad
para el bien de la colectividad.
Apoya a las fuerzas del orden público
y a aquellos que están haciendo constante y correcta información
-periodistas, operadores de radio y televisión…-.
Sostén a todos los voluntarios de la Protección Civil
y a todos los que continúan con su trabajo
para que nada nos falte para sobrevivir.
Aún más, mi Dios:
guarda y protege en tus llagas,
donde encuentran refugio, consuelo y alivio tus predilectos,
a todos los contagiados
que están enfrentando el calvario de la enfermedad,
en particular a los que agonizan.
Protégenos también a nosotros,
que tenemos tanta necesidad de sentirnos aliviados
en el alma y en el cuerpo.
Pero sobretodo, acoge en Tú misericordia divina
a quien no lo logró
y tuvo hasta que renunciar al último abrazo
de sus seres queridos.
Consuela a todos aquellos que en este momento
lloran la pérdida de un familiar o amigo
y enjuga sus lágrimas.
Esta es mi súplica Señor
la súplica de quien sabe que es pobre,
de quien confía y espera en Ti
Escucha esta súplica, Tú puedes,
mi Dios y mi todo.
Amén.
Fuente:
