Una reflexión sobre dos series emblemáticas con un elemento en común: la oscilación entre duda y creencia en algo que no se ve
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El 10 de septiembre de 1993 se emitía en el canal FOX el primero de los doscientos dieciocho episodios a lo largo de once temporadas de la serie X-Files. El 9 de septiembre de 2008, en el mismo canal televisivo estadounidense, se emitió el primer episodio de la serie Fringe, totalizando cien episodios en cinco temporadas. Estamos en estas fechas, por tanto, de aniversario de ambas series. Y no es la única coincidencia.
En ambos casos se nos presentaba a un grupo de investigadores respaldados por el FBI que trataban de desenmarañar casos más o menos complicados, todos ellos con un elemento común. En el caso de X-Files solía tener relación con conspiraciones gubernamentales y casi siempre elementos alienígenas mientra que en Fringe era la tecnología de frontera o la llamada “ciencia al límite” (es lo que significa el término fringe) la responsable última de las investigaciones de los protagonistas.
En ambas series el equipo investigador está compuesto por una combinación que contrasta el escepticismo de alguno de sus integrantes con el convencimiento de otro (u otros) de estar en la pista de una verdad que permanece oculta a falta de ser revelada.
Hizo fortuna el lema I want to believe (Quiero creer), que enarbolaba, poster con OVNI mediante, el agente del FBI Fox Mulder en X-Files. Firme creyente en la existencia de visitantes de otro planeta y de una conspiración gubernamental para ocultarlo a la población, su convencimiento partía de la base del secuestro de su hermana, en su infancia, por lo que él cree sin fisuras que fue una nave alienígena.
A estas altura pocos quedarán a quien pueda sorprender como spoiler (aun así avisamos) el hecho de que Mulder finalmente demostrase fehacientemente a su sempiterna compañera Dana Scully que sus creencias tenían fundamento en la realidad.
En el caso de Fringe es otra agente del FBI, la escéptica Olivia Dunham, quien tiene que liderar un peculiar equipo en el que junto a la ayudante de laboratorio Astrid tendrá que lidiar e intentar que cooperan con el excéntrico, mentalmente desequilibrado pero tierno y encantador sabio despistado Walter Bishop y con su hijo renegado, el inteligentísimo y estafador Peter Bishop.
Les tocará desentrañar misteriosos casos en los que interviene tecnología que sería imposible que existiese actualmente (al menos en el “actualmente” en que transcurría la serie) y en este caso la conspiración suele tener detrás la sombra de actividad de Boston Dynamics, todopoderosa empresa que por algo es un gigante tecnológico.
https://www.youtube.com/watch?v=8X_Mq_eVmQs
Además de la semejanza estilística y procedimental ambas series comparten un importante elemento definitorio: la fe. El convencimiento de sus protagonistas en una idea que subyace a todo cuanto investigan, la creencia en que algo es como ellos suponen aunque carecen de pruebas materiales y fehacientes que respalden sus afirmaciones. Y es que no en vano quienes pensamos que existe un ser superior que ha creado todo cuanto es nos autodenominamos creyentes, y no sabientes, porque creemos que existe, y ni tenemos (ni necesitamos) de la comprobación empírica de lo trascendente para tenerlo por cierto.
Una de las frases-lema de X-Files siempre fue The truth is out there (La verdad está ahí fuera), como apelación a buscar en el exterior la constatación (y sobre todo para demostrarlo a los demás) de que lo que el personaje protagonista enunciaba en su interior era cierto. Una especie de justificación de “no estaba loco, simplemente no veíais lo que yo”.
Hay verdades que no precisan tanto de esa irrefutabilidad exterior, no buscan la aprobación de los demás ni el refrendo ajeno. Son verdades inmanentes que basta con que seamos nosotros quienes estamos convencidos de ellas.
Por eso probablemente han gozado de gran éxito y popularidad estas dos series al proponer una demostración material de las creencias, de sus protagonistas, creencias sobre realidades de este planeta o de otros. Mientras, muchos no necesitan, como el apóstol Tomás, hurgar en la herida física para sustentar su creencia espiritual.