Agotamiento, estrés… La pandemia, la familia, el trabajo… Todo pasa factura. Autocuidado, esa es la palabra a aplicar en el día a día
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Tengo que cuidarme más, piensas mientras sigues delante del ordenador a las diez de la noche, después de otro día sin tiempo para hacer ejercicio y sin apenas haberte limpiado la cara. ¿Qué has comido? ¿Un sandwich rápido mientras consultabas tus redes? Puede. Y eso que acaba de empezar la vuelta al cole. El recomienzo. El nuevo enero. Lo que quieras, pero tú sigues igual que en junio, di la verdad.
Sabes, lo del recomienzo -y esas cosas que dicen ahora de septiembre- es mentira. En realidad es un decirte que siempre es un buen momento para hacer aquello que quieres y que, de hecho, si quieres, puedes. Da lo mismo el mes, da lo mismo la edad, da lo mismo el lugar. Basta ya de propósitos, hombre ya; mejor escribamos en una hoja de papel lo que ya hemos hecho, enmarquémosla y quedémonos con la boca abierta. Alucina, vecina.
Porque hacemos muchas más cosas de las que pensamos. Mira hacia atrás y sorpréndete de la cantidad de pasitos que has ido dando, dónde estabas hace un año y dónde estás ahora. ¿Has visto de lo que has sido capaz? Y, sabes qué, todo esto lo has hecho sin apenas cuidarte, te has ido dejando llevar, apagando fuegos aquí y allá y, entre medias, buscando huecos para lograr aquello que querías, para amar a aquellos que más quieres, casi sin darte cuenta.
Imagínate lo que podrías alcanzar si estuvieras al 100%. Cuídate, te dicen, tu familia, tu trabajo… Todo irá mejor si tú estás bien, y hay días que lo intentas, pero, ohhhhh…, suele coincidir con esos días en los que estás hasta el moño, estresada y con ganas de isla desierta con cocoteros y silencio… mucho silencio.
Entonces te dices: “Me lo merezco, hoy es mi día, hoy no quiero responsabilidades. Hoy me cuido yo, hoy me quiero, me mimo”. Pero casi es mejor incluir dentro de nuestras rutinas el autocuidado, ¿no crees? Suena bien, no me digas.
Vale, qué es el autocuidado. El autocuidado no es el yo mi me conmigo caiga quien caiga y por encima de cualquier cosa. No.
El autocuidado es saber que hay que dormir para poder vivir y disfrutar de la vida, así que hay que guardarse las horas de sueño necesarias. Es saber que comer (bien) es vital para nuestra salud, por lo que hay que cuidar la dieta y darse un pequeño capricho de vez en cuando. ¡Alegría, alegría!
Es conocer tu cuerpo y saber que el deporte lo libera. Es aprender que en el silencio y con la calma. Todo tiene otro color. Es darte tu tiempo para reflexionar, para pensar y no ir por la vida como pollo sin cabeza dejándote llevar.
Es, por qué no, tomarte, de vez en cuando, una tarde libre, un viaje, un café rápido o con tertulia, una llamada a tiempo a quien tú más quieras. Pero, encima de todo, el autocuidado es quererse, es aceptar que no somos perfectas y es perdonarse (un poco de “me quiero, pero sé que hay días que no me gusto y no es el fin del mundo. Mañana intentaré ser mejor”).
Lo de las listas positivas funciona, palabra de listera mayor del reino. Si la lista de las cosas que has conseguido ya es una buena manera de darnos un empujón y un chute de energía, la lista de las cosas que necesitan tu cuerpo y tu mente para recargar pilas y comerse la vida con patatas y con alegría es una grandísima cosa.
¿Empezamos? Quizás, bailar como si nadie te mirara de tanto en tanto, puede que ese café a la semana con esa amiga, ¿qué tal un poco de pensar mientras paseas a ritmo de tu música preferida de vez en cuando? o, mejor, ¿por qué no retomar la pintura, la escritura o esa bufanda que dejaste a medias?
“El autocuidado -escribe la Dra. Jennifer Ashton en un libro dedicado a este tema- no es cuestión de tener tiempo, sino de reajustar lo que hacemos con nuestro tiempo”.
Si hay una verdad en la vida es que cuando más feliz te sientas, más felices harás a los demás y eso… eso no tiene precio.