Por cada cien hombre que vivan en la pobreza extrema, habrá 118 mujeres en la misma situación
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Si antes de la COVID-19 la pobreza en el mundo ya tenía rostro de mujer, tras la pandemia, la brecha entre hombres y mujeres pobres hará que ese rostro se agigante. Una contradicción, puesto que son más los hombres que se contagian y muchos más los que mueren por las complicaciones derivadas del coronavirus.
Así lo confirma un informe reciente de ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el que se detalla que para 2021, por cada cien hombre que vivan en la pobreza extrema, habrá 118 mujeres en la misma situación. Con un agravante: que en muchos países pobres, las mujeres asumen la mayor parte de la responsabilidad del cuidado de la familia, ganarán menos, ahorrarán menos y tendrán trabajos mucho menos seguros.
Esta es una situación, que si bien es ya de por sí preocupante, lo será aún más pues la brecha de la desigualdad entre hombres y mujeres en el mundo se ampliará con la crisis del coronavirus.
Esperanza fallida
Como en tantos otros renglones de los llamados Objetivos de Desarrollo Sustentable 2030 (ODS), el de “cerrar la brecha de la desigualdad entre hombres y mujeres”, no tiene visos de cumplirse. Menos aún tras la pandemia que, según las predicciones de algunos científicos, podría extenderse hasta el mes de abril de 2021.
La ONU y el PNUD esperaban que entre 2019 y 2021 hubiera posibilidades de reducir la tasa de pobreza femenina en 2.7 por ciento. En lugar de ello, por las consecuencias de la COVID-19 en el empleo, el salario, el cierre de empresas y el ahorro, se incrementará hasta en 9.1 por ciento.
Según el resumen del informe que realizó la agencia SIGNIS, “el resto de datos indican que, si bien la pandemia afectará a la pobreza global en general, las mujeres sufrirán el impacto de manera desproporcionada, especialmente aquellas en edad reproductiva: para 2021, por cada cien hombres de 25 a 34 años que vivan en pobreza extrema (con 1,90 dólares al día o menos) habrá 118 mujeres, una brecha que podría aumentar a 121 mujeres por cada 100 hombres para 2030”.
La injusticia frente al espejo
“El aumento de la pobreza extrema de las mujeres, en particular en esa etapa de sus vidas, es una dura muestra de los profundos defectos en la forma en que hemos construido nuestras sociedades y economías”, aseguró en un comunicado la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka.
Esos defectos se recargan en el papel general que el mundo dominado por la mentalidad masculina les ha asignado como el “sexo débil”, cuando son, como lo reconoce la misma Mlambo-Ngcuka, quienes tiene la mayor responsabilidad de todas las responsabilidades que existen en la humanidad: el cuidado de la familia.
“De hecho, en general, el empleo de la mujer corre un mayor riesgo que el del varón en 19 por ciento. Las pruebas que tenemos aquí de múltiples desigualdades son fundamentales para impulsar una acción política rápida y reconstructiva que sitúe a las mujeres en el centro de la recuperación de la pandemia”, agregó Mlambo-Ngcuka.
Integrar a la mujer para salvar al mundo
El informe de ONU Mujeres y el PNUD es muy claro: la pandemia arrastrará a 96 millones de personas a la pobreza extrema para 2021, entre ellas habrá que contar –como mínimo– a 47 millones de mujeres y niñas. De este modo, el número total de mujeres y niñas que viven en la pobreza extrema aumentará a 435 millones el próximo año. Las proyecciones muestran que este número no volverá a los niveles anteriores a la pandemia por lo menos hasta 2030.
Pero no todo está perdido. Si los gobiernos toman en serio el asunto, cien millones o más de mujeres podrían salir de la pobreza si existe una estrategia integral para garantizar su acceso a la educación, abordar la segregación ocupacional, disminuir sustantivamente la brecha de los salarios y ofrecer, entre otras medidas, paquetes de apoyo económico para mujeres vulnerables.
Pues, como escribió el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: “El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”.