El reto de evitar el coronavirus en una de las islas más densamente pobladas del mundo, ubicada en el Caribe colombiano, se ha sorteado con solidaridad y mucha prevención
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Rodeados del hermoso paisaje del mar Caribe, en una isla de una hectárea, viven casi 500 personas, muy juntas unas de otras, que han evitado el coronavirus con solidaridad y estrictas medidas de prevención.
Se trata del Islote, perteneciente al Archipiélago de San Bernardo muy cerca del Golfo de Morrosquillo, al norte de Colombia. Es conocido como Santa Cruz del Islote, aunque los habitantes de mayor edad dicen que su nombre original es Islote de San Bernardo.
Se sabe que existe hace muchísimos años y que sus primeros pobladores fueron pescadores y descendientes de esclavos africanos que se asentaron allí, atraídos porque es una isla libre de plagas y mosquitos. Fueron extendiendo el pequeño terreno insular, las casas de paja y bahareque se fueron transformando con los años en edificaciones más resistentes y las familias fueron creciendo. A pesar de que les falta de todo un poco, su gente se caracteriza por la longevidad.
El archipiélago es territorio insular que pertenece a la histórica ciudad de Cartagena, desde donde se llega en un viaje de dos horas en lancha rápida, aunque está más cerca de poblaciones costeras de los departamentos de Sucre y Córdoba.
La meta: evitar el contagio
La gente del Islote, tan pronto supo de la presencia del coronavirus a Colombia, tomó medidas para evitar su llegada porque, dada la proximidad en que viven, el contagio se puede extender rápidamente. Han logrado protegerse a través de medidas estrictas.
“Controlamos quién sale y quién entra, el que deba salir del Islote por motivos de fuerza mayor, no puede volver o debe guardar cuarentena a su regreso y los guardacostas siguen estrictos protocolos de bioseguridad”, asegura Ramiro De Hoyos, quien desde el año 2008 es el inspector de Policía de la isla.
Gracias a la acción coordinada de las dos juntas de Acción Comunal, el Consejo Comunitario y el inspector de Policía se han distribuido equitativamente, a través de una despensa comunal, los alimentos que reciben en forma de ayuda solidaria.
Durante la pandemia han llegado a través de embarcaciones de la Armada de Colombia más de 1500 mercados, miles de galones de agua potable y cientos de kits alimentarios para niños, que han beneficiado a 321 familias. Estas ayudas provienen, además, de la Alcaldía de Cartagena, fundaciones, empresas privadas y otras entidades gubernamentales.
Las necesidades de los habitantes del Islote se han aumentado en la pandemia porque viven básicamente del turismo y, en segundo lugar, de la pesca. El turismo estuvo clausurado durante más de cinco meses y solamente desde que inició septiembre se empezó a reactivar. Lo cual, como es natural, origina una preocupación para la gente porque regresarán los turistas, interesados en ver cómo vive tanta gente en una porción tan pequeña de tierra. Además, quienes trabajan en la industria turística cercana deben empezar a salir, con los riesgos de contagios que eso supone.
Si bien Colombia ya no tiene aislamiento preventivo obligatorio, el coronavirus sigue activo y se cuentan en más de 21.400 los fallecidos y más de 66.500 los contagiados. Esto quiere decir que la amenaza sigue existiendo y los cuidados siguen siendo necesarios.
Unión en la pandemia
El Islote tiene precarios servicios públicos. Para suplir la falta de agua potable, cada cierto tiempo la llevan en buques cisterna de la Armada, lo que solucionan una parte del problema, el resto lo recogen de las lluvias en aljibes comunitarios.
Tampoco tiene luz eléctrica permanente porque una planta generadora que recibieron como donación necesita mantenimiento especial; cuentan con internet gracias a una gestión reciente con la empresa privada y sus líderes comunitarios han solicitado mejorar el servicio de salud.
Si bien la enfermera del centro de salud vive en el pueblo, el médico debe desplazarse hasta allá y a raíz de la pandemia los traslados se han dificultado, así como el suministro de medicamentos a pacientes crónicos.
Las donaciones son una gran ayuda y se siguen haciendo gestiones tendientes a lograr mayor bienestar para sus habitantes, entre ellas la solicitud de vigilancia policial permanente y escenarios deportivos especialmente para niños y jóvenes.
La educación se imparte a través de una escuela de la que se han graduado dos promociones y que recibe niños desde preescolar, lo cual llena de orgullo a sus habitantes. Si bien las personas entre los 18 y los 30 años constituyen el grupo mayoritario (114 según las cifras suministradas por la Alcaldía), también son los que más salen de la isla en busca de oportunidades de estudio y de trabajo.
La pandemia ha servicio para visibilizar un poco más sus necesidades pero también para que unan más los más de 400 habitantes del Islote. Unión que les ha permitido evitar el virus y compartir las ayudas recibidas.
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