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¿Cómo puedo empezar a vivir de nuevo?

© Gpointstudio/Shutterstock

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 05/09/20
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Quiero inventarme el día con la fuerza de un parto. Un nacimiento nuevo en medio de mi vida

Hoy me he puesto la ropa de trabajo. Levantando mi alma por encima del viento. Y he pensado, y he soñado, levantar el vuelo o caminar despacio. Apuntar las cosas que se me olvidan para nunca olvidarlas. Recoger en una bolsa lo que me ha sobrado para cuando me falte.

Limpiar la mesa y todo lo que me rodea para tener buen ánimo, despejando la pena. Olvidar los insultos, las difamaciones y las injurias que un día guardé cansado, para no mantener el rencor en el alma, ese rencor que tanto duele.

Pintar el amanecer despacio, a golpe de pincel, lleno todo de sol y de claros, justo en medio de la tormenta. Cantar una canción alegre cuando las melodías que entono parecen tan tristes, concordes con el tiempo.

Recorrer a paso firme el cielo estrellado caminando sobre nubes. Sostener en volandas las ilusiones benditas, esas que la vida se empeña en marchitar de vez en cuando. Acariciar cansado la piel que más me duele, allí donde la herida avisa con revivir.

Sostener los recuerdos que amenazan con irse dejándome vacío. Dibujar una cruz bendita sobre el cielo, señalando el camino, el más seguro fin de tantos pasos. Labrar un sendero oculto entre los bosques, un sendero escondido, virgen, nuevo que mis pasos quieren hollar primero.

Silenciar con un gesto los gritos más airados que escucho entre las sombras, y mantener un silencio, una paz acordada, sin muchas estridencias. Escribir con mano firme los sueños que he engendrado, casi sin darme cuenta, a base de mirar más alto, o más lejos.

Posponer sin miedo las citas prescindibles y agendar citas nuevas, haciéndolo todo nuevo una vez más en mi vida. Inventarme excusas para no vivir triste, conteniendo sollozos. Sofocar con un grito los miedos de mi alma, esos miedos guardados intentando acallarlos.

Saber con certeza que más tarde o quizá más temprano saldrá el sol de nuevo en medio de mi vida. Todo esto he pensado mientras pasaba el tiempo muy dentro de mí mismo. Mientras el cielo azul se tornaba grisáceo con el paso del día. Mientras el mar se alejaba muy dentro de mi alma, calmándome las olas.

Ese lugar recóndito en el que Dios habita, allí donde a veces no sé mirar, quizás estoy ciego. Retomo la nostalgia que acalla muy ufana los ecos del mañana. Negándome a vivir lleno de amargos gestos. Miro con esperanza más allá de los miedos. La confianza grata de saberme querido en medio del camino. La mano que sostiene mi mano a cada paso. Ese abrazo sincero que ahora, en estos tiempos de distancias seguras, el alma añora.

Quiero inventarme el día con la fuerza de un parto. Un nacimiento nuevo en medio de mi vida. Me quedo sonriendo mientras las horas pasan, dibujando palabras en un blanco preciso. No quiero perder el tiempo.

Me levanto tranquilo. Sé que la vida es grata y los sueños preciosos. No me canso de amar, quizás por haber sido amado. No tengo las respuestas a todas las preguntas. Y vago tan ufano por esta vida grande, que supera mis fuerzas y todos mis afanes.

Quiero abrazar muy quedo las almas que contiene mi corazón herido. Y miro sin tristeza la vida que he vivido. Las sombras y las nubes. Los vientos y los fuegos. Sostengo entre los dedos los hilos de mi trama, esa que voy tejiendo, de la mano de Dios para que todo encaje. Levantaré las manos al cielo, alabando.

Sólo puedo dar gracias, es tanto lo vivido, lo que tengo, lo que he sido, lo que sigo siendo más allá del tiempo que ahora se me escapa. No grito a los que gritan. No huyo del que ataca. Aguardo hoy paciente las noticias más gratas. Y espero a que la vida surja desde la muerte.

Tengo hoy en mi alma un anhelo infinito. Seguro que fue Dios el que lo puso un día. No puedo esconderlo, ni dejarlo olvidado. Siempre de nuevo brota esa nostalgia de cielo que consume mis fuerzas. Soy como los niños, río y espero a que me abrace ese Dios escondido en medio de las olas. Calmando mis angustias, levantando mis miedos.

Ese Dios que me dice que valgo más que nada y sonríe muy quedo. Ese Dios que me ama como a nadie. Sé que soy su predilecto. Vuelvo a abrir la ventana soñando con el día que amanece. Ahora ya ha pasado el tiempo de la noche. Sonrío, el aire se calma y el alma duerme.

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