El testimonio en primera persona del padre Edwin Román, uno de los protagonistas de un momento muy recordado en Nicaragua, pero no exento de mucha actualidad Un tuit a veces -y tal vez sin la intención de hacerlo- puede llegar a ser el disparador de una gran historia. Con éste que reproducimos aquí:
Los nicaragüenses jamás olvidaremos esté día, recuerdo que desde mi casa lloré con ustedes ☹️
Los amo y los admiro muchísimo 💙🙏 @EdwingRoman14 @silviojbaez pic.twitter.com/jvEbkkSlJk— Rose V. (@ro123vesi) June 23, 2020
Detrás de la imagen se encuentra un momento cargado de angustia, pero también de valentía. De mirar siempre hacia adelante con la fe y la convicción de que el mal no tendrá la última palabra.
Es cierto, lo acontecido por aquellos días (primeros meses de 2018 en Nicaragua) puso la mira internacional debido a una crisis social que se venía agudizando desde hace tiempo.
En este caso en Masaya, que recibió el abrazo solidario de la Iglesia, que se mantuvo cercana al pueblo en todo momento y lugar exigiendo al régimen de Ortega el cese de los ataques (buscando evitar nuevas masacres).
“¡Ni un muerto más!, ¡No matarás!”, eran algunas de las expresiones más escuchadas de parte de miembros de la Iglesia como la del obispo auxiliar de Managua (hoy en el exilio), Silvio José Báez, quien junto a otros caminó por las calles llevando en alto al Santísimo.
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A continuación el relato en Aleteia del padre Román (el de camisa negra que abraza a Báez), una voz cargada de coraje y valentía, víctima también de constantes asedios de parte del régimen de Daniel Ortega:
“Esto fue en Masaya junio 2018. La ciudad estaba fuertemente atacada por fuerzas de la Policía y paramilitares con armas de guerra.
El cardenal Leopoldo Brenes, monseñor Silvio José Báez y el nuncio (Waldemar Stanilaw Sommertag) junto con casi todos los sacerdotes de la Arquidiócesis, periodistas, organismos de Derechos Humanos entramos a Masaya para una procesión con el Santísimo que salimos del Parque central hacia el colegio salesiano situado en el barrio Monimbó.
La foto tiene lugar cuando monseñor y yo (que permanecía escondido en una casa en Managua por mi seguridad), nos vemos y en ese abrazo empezamos a llorar. Teníamos meses de ni vernos, pero diariamente dos o tres veces nos comunicamos para tenerlo al día de lo ocurría.
El nació en esta ciudad, aquí está su familia (hoy también exiliada). Yo soy párroco de San Miguel aquí en la ciudad. Fue un abrazo de impotencia y coraje. Así lo defino por la barbarie que se estaba realizando en esos días. Aún persisten los encarcelamientos, injusticias, asedio y profanaciones a templos, quemas, destrucción de imágenes y -sobre todo- a la Eucaristía.
Los habitantes ese día salieron a las calles de rodillas implorando ayuda con imágenes religiosas de sus hogares, con Rosario en mano, llorando, implorando cese al fuego y dando gracias por la llegada de los obispos.
Al final en el cuartel de la Policía hubo una reunión con el comisionado Avellán (un verdadero sicario), quien cedió a la petición por ese día. Lamentablemente la represión continúo dejando decenas de víctimas (aquí solo en la ciudad 55) mortales, encarcelados y exiliados”.
Las emocionantes palabras del padre Edwin, que hacen referencia a un hecho del pasado, cobran más vigencia que nunca. Porque como él mismo lo ha dicho en su relato, la Iglesia en Nicaragua sigue siendo víctima de asedio y persecución. Lo más reciente y recordado a nivel internacional es lo sucedido en la Catedral de Managua y un ataque con bomba molotov (con algunas imágenes posteriores de la Sangre de Cristo que aún siguen generando escalofríos):
Ojalá estas imágenes sirvan para no dejar de mirar a Nicaragua y seguir en oración por todos los que sufren persecuciones, amenazas (hoy en día también en medio de la pandemia del coronavirus).
¡Gracias padre Edwin por su valiente testimonio!
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