Y ¡alerta! pensamientos negativos que te llevan a rechazarla
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Gran parte de mi felicidad depende de la forma como me afecta la realidad. Las cosas suceden a mi alrededor y no puedo alterarlas. Me afectan, para bien y para mal. Determinan mi estado de ánimo. Me alegran, entristecen, angustian, o entusiasman.
Cuando depende de mí
Algunas cosas sí que dependen de mí, lo sé, de lo que hago o dejo de hacer. De lo que digo o callo. De las decisiones que tomo o de aquellas que postergo o nunca llego a tomar.
En esos casos acepto las consecuencias de mis actos o decisiones. O puede que no llegue a asumir mi responsabilidad. De mí depende.
Cuando yo no puedo hacer nada para cambiarlo
Muchas otras cosas derivan de las reacciones de aquellos que me rodean y yo no puedo hacer nada por cambiarlas. Sus gritos o sus silencios pesan en mi alma. Estamos tan relacionados…
Pero hay muchas cosas que suceden cerca de mí en las que yo no intervengo. Una enfermedad, una muerte, un accidente, un fracaso, un grito, una interrupción, una tormenta.
La realidad está ahí, frente a mis ojos, imperturbable, no se altera. Simplemente suceden las cosas y yo no puedo cambiarlas.
Puedo aceptar
Ante lo que veo y me afecta yo reacciono. Puedo rebelarme, indignarme ante esa realidad. Puedo intentar cambiarla o simplemente negarla, como si no fuera real lo que está ocurriendo.
También puedo mirarla con paz en el alma y decir que sí, que la acepto como es. Asumo que es parte de mi vida y no puedo cambiar las cosas. Quizás es más difícil mirar las cosas así.
Tengo claro que no todo afecta a todos de la misma manera. Unos sufren más, otros no se alteran ante el mismo hecho que a mí me obsesiona y angustia.
También puede suceder que pierda la sensibilidad ante lo que veo. Ya no me golpea, porque me he armado con mi coraza para que el mundo no me haga daño.
Otras veces detenido ante un imponderable me altero y pierdo la paz. Brota el miedo con fuerza. Ese miedo que me hace tan infeliz.
Puedo incidir en mi reacción
Me gustaría conservar la calma en medio de la tormenta en un mar revuelto. Quisiera mantenerme con paz ante las contrariedades.
Pretendo buscar soluciones justas en medio del desastre y trato de solucionar los problemas que surgen violentando mi ánimo. Pero la verdad es que no puedo cambiar las cosas que suceden.
Lo único que puedo hacer es manejar mejor la forma como me afectan. Puedo hacerlo porque soy yo quien decide.
Soy yo el que dice que sí, que importa lo que está pasando. O simplemente puedo quitarle el peso a la realidad y no querer verla.
Pensamientos negativos
Mis pensamientos son muy rápidos. Van y vienen. Algunos anidan en mi alma desde mi infancia y juventud. Se grabaron allí a fuego y parece que nada puede alterarlos.
Son los pensamientos negativos los que amargan mi corazón. Pensamientos como:
“No vales tanto y nunca has valido. No haces nada realmente bien, mira tu vida llena de fracasos. No eres tan justo en tus opiniones, te dejas llevar por tus sentimientos y eres muy subjetivo. Siempre reaccionas sin controlarte, parece que hay algo desordenado en tu alma, algo que tú mismo desconoces”.
Son pensamientos que se han ido grabando porque alguien me los dijo, me los lanzó a la cara y yo me sentí herido. Puede que fuera yo el que me los dijera a mí mismo para no olvidarme nunca. Los grabé muy dentro.
Son pensamientos que proceden de experiencias difíciles y se han ido acumulando dentro de mi corazón. Me hacen daño. A veces me detengo a pensar en ellos y no me hace bien.
Pensamientos positivos
Hay también otros pensamientos que sí que me dan vida y esos quisiera conservar y poner en primer plano. Son pensamientos como:
“Dios te quiere como a su hijo predilecto. No tengas miedo de las opiniones del mundo porque no pueden hacer que seas mejor ni peor de lo que ahora eres. Eres muy valioso y tienes que creértelo, aunque no tengas a nadie cerca para recordártelo”.
Son pensamientos positivos sobre los que construyo mi vida, no quiero olvidarlos. Son pilares sólidos que sacan lo mejor de mi alma y me hacen saberme amado. En ellos creo y sobre ellos construyo.
Tengo claro que me conviene tener muy despiertos los pensamientos positivos y dejar a un lado los negativos. La realidad me afectará dependiendo de qué pensamientos dominen en mi alma.
Sí hay algo capaz de tocar la realidad
La realidad es la que es y sólo el amor puede cambiarla en algo. Sólo mi forma de mirar las cosas mejora mi entorno. Una actitud positiva me hace caminar en las alturas y surcar mares imposibles.
Tengo el corazón en paz cuando entiendo que en la vida las cosas no siempre salen como yo deseo. Pero también sé que mi mirada sobre las personas y sobre la realidad lo hace todo mejor.
Me siguen afectando los sucesos que sufro y contemplo. Pero no me da miedo sentir dolor, angustia, paz, o esperanza. Sólo sé que no puedo quedarme paralizado ante esos sentimientos.
De la aceptación a la paz
Acepto las cosas como son. Beso la realidad que me golpea y siento que Dios no me abandona. No niego lo que hay, lo que me turba. Acepto que no todo está en orden. No todo está superado.
No estoy educado totalmente. No soy santo, ni feliz siempre. Miro a la cara el conflicto, el problema, el miedo, la duda.
No dejo de confiar porque sé que las cosas mejoran cuando yo las miro de forma diferente. Y sonrío en medio de las nubes que se ciernen sobre mí.
No le tengo miedo a lo que viene. Simplemente sé que Dios camina a mi lado y yo, como un niño, confío.
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