Puede entenderse como “señal”, pero no como “milagro”: se llama pareidolia
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Algunos trabajadores del estado brasileño de Mato Grosso do Sul estaban cortando un sauce durante los trabajos de pavimentación de una avenida en la ciudad de Itaquiraí cuando encontraron en el tronco de un árbol una imagen que para ellos y para muchas personas que la vieron recordaba a la silueta de Jesús.
Uno de los profesionales del equipo, Odimar Souza, llevó el pedazo de tronco a casa y compartió las fotografías en las redes sociales, llamando la atención de los internautas y contribuyendo a la difusión de la imagen.
Pero ¿se trata de un milagro?
No. Técnicamente no se puede hablar de milagro cuando existen explicaciones científicas plausibles para un evento.
Es muy común que los elementos de la naturaleza presenten formas curiosas e inspiradoras, y que recuerden también a personas.
Puede suceder con las nubes, las flores, la disposición de las ramas de un árbol, los contornos de una montaña, las curvas de un río fotografiado desde arriba…
Hace meses, de hecho, otras muchas imágenes se posicionaron en las redes sociales al mostrar flores, nubes y rayos de sol que recordaban a Jesús, al Espíritu Santo, a la Virgen e incluso a un bebé en el vientre:
Existe un término científico para definir el fenómeno mediante el cual diseños abstractos dan la impresión de formas reales: pareidolia (del griego para-, similar a, y eidolon, imagen, figura).
Al ver ciertas figuras similares a imágenes que ya conocemos, tendemos a asociarlas a los conceptos representados por esas imágenes: un bebé, una paloma, una figura… Muchas personas intentan luego interpretar esas imágenes naturales atribuyéndoles un carácter sobrenatural.
¿Cómo se identifica un milagro propiamente dicho?
El uso del término “milagro” es más bien popular y común frente a fenómenos que parecen sobrenaturales. En gran parte de los casos, el uso de este término tiene buenas intenciones, pero es precipitado y equivocado como término técnico.
Los milagros son fenómenos científicamente inexplicables, que contradicen las reglas de la naturaleza tal como las conocemos. El caso en cuestión, en cualquier caso, es perfectamente explicable por la ciencia.
Son necesarios estudios científicos atentos y detallados para que un fenómeno se declare oficialmente sobrenatural. La Iglesia católica sigue criterios científicos más bien rígidos para afirmar un milagro.
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Los milagros de sanación, por ejemplo, requieren décadas antes de ser reconocidos. Los hechos deben estudiarse atentamente por médicos, analizarse por científicos (en la mayor parte de los casos laicos e incluso ateos), exponerse a críticas públicas, y solo después de haber realizado todos los estudios científicos la Iglesia realiza un análisis teológico mediante el trabajo de sus comisiones de expertos en teología.
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Una señal, sin embargo, no necesita ser “milagrosa” para hacernos pensar
No solo lo sobrenatural puede impactarnos: la misma naturaleza, incluida nuestra capacidad natural de admirar la belleza, tiene mucho que “decirnos”, dado que el encanto de la naturaleza en sí nos remite a una de las preguntas clave de la filosofía y la ciencia: ¿cuál es el origen de todo esto?
Incluso un evento completamente explicable con el orden natural de las cosas puede provocar reflexiones importantes.
El cristiano cree que Dios nos habla a través de señales, naturales o sobrenaturales, y que Él deja siempre a la libertad de la conciencia la decisión final de cómo interpretarlas.
Los mismos ateos subrayan que las tragedias son una “prueba” de que Dios no existe, apelando a su confianza en la inexistencia de Dios sobre la base de señales susceptibles de interpretaciones personales (que científicamente hablando no son válidas como pruebas).
Para quien cree que Dios no existe, todo es y será siempre una casualidad y una falta de sentido. Para quien cree en Dios y en el sentido sobrenatural de la existencia, todo es y será siempre un gran milagro, testimoniado por una abundante cantidad de signos y señales llenos de sentido.
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