“Cada día decían: otra hermana, otra hermana, otra hermana… Fue aterrador”
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Cerca de 150.000 personas han muerto por Covid-19 en los Estados Unidos desde el comienzo de la pandemia. Entre ellas, 13 de las 57 monjas de la Congregación de las Hermanas de San Félix de Cantalicio, cuyo convento se encuentra cerca de Detroit (Estados Unidos).
“Fue un mes de tragedia, duelo y dolor“, relata la hermana Noel Marie Gabriel a los medios de comunicación estadounidenses.
Entre el 10 de abril -Viernes Santo- y el 10 de mayo, hasta doce hermanas del Convento de la Presentación de la Virgen María, a unos 20 kilómetros al oeste de Detroit, murieron a causa del coronavirus.
Una era maestra, la otra bibliotecaria, una tercera organista,… Una de ellas prestaba servicios en la secretaría de Estado del Vaticano.
Todas tenían entre 69 y 99 años y eran miembros de la Congregación de las Hermanas de San Félix de Cantalicio, o Hermanas Felicianas, desde hace al menos 50 años. Sus habitaciones han quedado vacías…
La agencia Global Sisters Report recoge las declaraciones de una de las hermanas, para quien las 13 muertes están entre las mayores pérdidas humanas en la misma comunidad religiosa desde la pandemia de gripe española de 1918:
“Oí por primera vez que dos auxiliares habían contraído el virus (···). Después golpeó a las hermanas en el segundo piso y se extendió como el fuego. No nos daban números, pero cada día decían: “otra hermana”, “otra hermana”, “otra hermana”. Fue aterrador“.
“Estaba tan enferma que le rogué al Señor que me llevara”
Entre las otras 18 hermanas que contrajeron el virus, una decimotercera murió seis semanas después por complicaciones relacionadas con la Covid-19.
“Todas sabíamos que si el coronavirus golpeaba nuestro convento, sería malo”, declaró la hermana Mary Ann Smith.
Ella misma contrajo el virus y creyó que iba a morir, antes de salvarse milagrosamente. Así lo recuerda:
“Estaba tan enferma que le rogué al Señor que me llevara. Sentía mucho dolor. Realmente pensé que iba a morir y me rendí. Dije: “Dios mío, si quieres llevarme estoy preparada”. Entonces me desperté a la mañana siguiente y todavía estaba viva. De alguna manera me recuperé”.
Las 52 monjas que permanecen en el convento de la Presentación de la Virgen María han implementado un protocolo muy estricto para frenar la propagación del virus: turnos para ir a la capilla, prohibición de visitantes, supresión de comidas comunitarias e incluso misa por televisión.
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