El Pontífice recordó al diplomático portugués para instar a la libertad de conciencia ‘recta e iluminada’, una mención a la ‘desobediencia de los justos’ ante el mal supremo de las ideologías nacionalistas-veladas de religiosidad para sus fines bélicos, discriminatorios y racistas El papa Francisco recordó hoy la figura de Aristides de Sousa, cónsul portugués que salvó a miles de judíos fugitivos del nazi-facismo. Lo hizo al final de la Audiencia General en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano este miércoles 17 de junio de 2020.
“Se celebra hoy la “Jornada de la Conciencia”, inspirada en el testimonio del diplomático portugués Aristides de Sousa Mendes, el cual, hace ochenta años, decidió seguir la voz de la conciencia y salvó la vida a miles de judíos y otros perseguidos”, afirmó Francisco.
El Papa recordó al cónsul Sousa Mendes (19 de julio de 1885 -03 de abril de 1954), que expidió visados portugueses en los primeros días de la invasión de Francia por la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de representar un gobierno fascista, el cónsul entregó entre 20.000 y 30.000 visas a judíos perseguidos y así les salvó la vida.
“Que la libertad de conciencia pueda ser respetada siempre y en todas partes; y que todo cristiano pueda dar ejemplo de coherencia con una conciencia recta e iluminada por la Palabra de Dios”, expresó el Papa.
Sousa Mendes representa la libertad de conciencia del hombre que no cae en la histeria colectiva del conformismo y la uniformidad contraria al bien común. El cónsul estaba al servicio de la república fascista de raíces nacionalistas y credo católico fundada por el general Gomes da Costa y base del llamado Estado Novo, liderado por António de Oliveira Salazar que abarcó el periodo 1926-1974, si bien el régimen se declaró ‘neutral’ durante el conflicto.
En plena guerra, el gobierno de Portugal instruyó a sus cónsules para que no emitieran visas a judíos o personas apátridas que escapaban de la guerra. Según medios locales, Sousa Mendes incumplió a su credo político por seguir su propio ‘corazón’ y ayudó a más de 30.000 personas salvándolas del holocausto. La cifra es controvertida y algunos historiadores la consideran exagerada, pero sin duda salvó miles de vidas.
En Burdeos corrió la voz de que el cónsul ayudaba a quien lo necesitara: “Si tengo que desobedecer, prefiero que sea una orden de los hombres y no una del Señor”, decía el diplomático que tras su muerte, fue reconocido en 1966 como Justo entre las Naciones por el Estado de Israel.
Sousa Mendes siguió su consciencia, desacató las ordenes, murió en 1954 pobre y casi olvidado: “A partir de ahora daré visas a todos; ya no hay nacionalidades, razas o religiones”. Lógicamente el gobierno le juzgó y le destituyó. Sin embargo, las visas fueron el salvoconducto para miles de perseguidos. El Yad Vashem –Memorial del Holocausto, en Jerusalén– plantó 20 árboles en su memoria.
En fin, el Pontífice recordó al diplomático portugués para instar a la libertad de conciencia ‘recta e iluminada’, inherente a la ‘desobediencia de los justos’ ante el mal supremo de las ideologías nacionalistas veladas de religiosidad para sus fines bélicos, discriminatorios y racistas.