Audiencia General del miércoles, el Pontífice prosiguió con su ciclo de catequesis sobre el significado cristiano de la oración.El papa Francisco dijo hoy que todos tenemos una cita con Dios y la reconoceremos cuando sea el momento más oscuro, difícil y doloroso en la propia vida. En los momentos de penumbra, pecado y desorientación: ¡Ahí hay una cita con Dios, siempre!, afirmó durante la audiencia general del miércoles, 10 de junio de 2020, en la Biblioteca Apostólica Vaticana.
El Pontífice instó a “dejarnos sorprender por su misericordia, para aceptar nuestra fragilidad sin temor, sabiendo que, aunque sea de noche y estemos solos, combatiendo contra lo desconocido, Dios puede dar sentido a toda nuestra vida y regalarnos la bendición que reserva a quien se deja trasformar por Él”.
“Todos nosotros tenemos una cita en la noche con Dios, en la noche de nuestra vida, en las muchas noches de nuestra vida: momentos oscuros, momentos de pecados, momentos de desorientación. Ahí hay una cita con Dios, siempre”, expresó el Pontífice que siguió presidiendo las catequesis sin fieles presentes debido a la pandemia de coronavirus.
En su catequesis, rememoró la historia del patriarca Jacob, “un hombre que había hecho de la astucia su mejor arma. Estuvo enfrentado siempre con su hermano Esaú y consiguió con sutilezas la bendición de su padre que pertenecía al primogénito”.
En la oración: Dios cambia el corazón
El Papa usó la metáfora de la lucha para indicar que la oración es un combate del alma. “Él (Dios) nos sorprenderá en el momento en el que no nos lo esperemos, en el que nos encontremos realmente solos.
En aquella misma noche, combatiendo contra lo desconocido, tomaremos conciencia de ser solo pobres hombres -me permito decir “pobrecitos”-, pero, precisamente entonces, no deberemos temer: porque en ese momento Dios nos dará un nombre nuevo, que contiene el sentido de toda nuestra vida; nos cambiará el corazón y nos dará la bendición reservada a quien se ha dejado cambiar por Él”.
El Pontífice afirmó que esta era una “hermosa invitación a dejarnos cambiar por Dios. Él sabe cómo hacerlo, porque conoce a cada uno de nosotros. “Señor, Tú me conoces”, puede decirlo cada uno de nosotros. “Señor, Tú me conoces. Cámbiame”, sostuvo.
Luchar con Dios: una metáfora de la oración
En la catequesis de hoy, el Obispo de Roma ha continuado la catequesis sobre el tema de la oración. “Luchar con Dios: una metáfora de la oración. Otras veces Jacob se había mostrado capaz de dialogar con Dios, de sentirlo como una presencia amiga y cercana. Pero en esa noche, a través de una lucha que duró mucho tiempo y que casi lo vio sucumbir, el patriarca salió cambiado.
Cambio de nombre, cambio del modo de vivir y cambio de la personalidad: sale cambiado. Por una vez ya no es dueño de la situación -su sagacidad no sirve-, ya no es el hombre estratega y calculador; Dios lo devuelve a su verdad”.
Así, recordó la infelicidad que vivía Jacob, patriarca de Israel, que a pesar de su “sagacidad”, con la cual mediante engaños consiguió arrebatar a su padre Isaac el don de la primogenitura (cf. Génesis 25,19-34). “Fue esta la primera de una larga serie de argucias, que harán de él un hombre rico, que se hizo a sí mismo con tenacidad y paciencia”.
El hombre por más astuto y rico, quedará herido por Dios
Jacob “un día sintió el deseo de volver a casa, y se puso en camino. Al llegar a la última etapa de ese viaje de regreso hizo pasar a toda su familia y a su ganado el torrente que delimitaba las tierras de su hermano. Era de noche, estaba solo, y un torbellino de pensamientos lo envolvía.
En ese momento se produjo su encuentro con Dios, que es descrito como una lucha con un desconocido en medio de la oscuridad; es símbolo del combate de la fe y de la victoria de la perseverancia.
En esa pelea Jacob no se mostró como el hombre calculador y el fino estratega que había vencido a todos con su astucia. A pesar de su esfuerzo, aquel ser desconocido le hirió en el muslo y lo dejó cojo, mostrándole así su verdadera condición de fragilidad y vulnerabilidad. Pero, al mismo tiempo, ese combate le manifestó la forma de “luchar” con Dios.
A ese Jacob herido, Dios lo bendijo y le dio un nombre nuevo, haciéndole entrar en su tierra con el corazón renovado. Quien antes era “impermeable” a la gracia y a la misericordia a causa de su presunción, Dios lo salvó de su extravío y lo miró con ternura”.
Por último, el Papa saludó a los fieles que seguían la catequesis a través de los medios de comunicación social e impartió su bendición apostólica.