Ahora que nos podemos reunir con amigos y familiares surgen problemas relacionados con la diferencia de criterios a la hora de tomar medidas para evitar contagios por coronavirus
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Poco a poco vamos retomando la vida normal, las calles empiezan a llenarse de gente, las terrazas están en pleno bullicio, las familias se van reuniendo, los grupos de amigos por fin se ven cara a cara y no a través de las quedadas virtuales a las que nos habíamos acostumbrado en los últimos meses…..
Parece que la actividad arranca después de un largo parón. Sin embargo todavía nos siguen llamando a la responsabilidad, a ser conscientes de lo que hemos dejado atrás y de lo que está por venir. Depende de la responsabilidad de cada uno el evitar que el virus vuelva a disparar el número de enfermos y muertos y que tengamos que volver a meternos en casa, como nos pasó en el mes de marzo.
En esta vuelta a la normalidad vemos que hay personas que están ávidas de socializar con su gente, que no les importa quedar en casas, en terrazas o en la calle y nos encontramos con otras que todavía no se atreven, con mucho dolor, a salir de sus hogares y reunirse con sus seres queridos, porque tienen mucho respeto al virus y a todo lo que ha pasado.
Estas actitudes, están provocando en muchas familias o grupos de amigos tensiones y conflictos que lejos de ser algo puntual, afectan a las personas, mucho más después de lo sensibles que hemos estado durante este tiempo.
El otro día me contaba una señora que había quedado unos cuantos familiares para verse y que la tensión surgió cuando uno de los integrantes de la familia decidió que era una tontería estar con la mascarilla y respetar la distancia de seguridad. Y eso que se habían reunidos abuelos, hijos y nietos… Se desató el conflicto. Lo que iba a ser una tarde de alegría y reencuentro acabó en una tarde de discusiones y desencuentros, con mucho sufrimiento para cada miembro de la familia.
Lo mismo me contaba un matrimonio que había organizado una reunión familiar en casa de los abuelos y al convocarla uno de sus hermanos no quería entrar en la casa de los padres con los niños por miedo a contagiarles, prefería quedar en un sitio abierto para evitar meter “el posible virus” en la casa de los abuelos ya que eran mayores y vulnerables. También se desató la discusión.
Estas situaciones nos las encontramos a diario en nuestras familias y donde uno parece que por prudencia prefiere no acercarse, otro al contrario le quita importancia.
Creo que es un buen momento para pararse a pensar qué nos está pasando. Es verdad que el miedo es libre y la precaución también. No por intentar normalizar una situación que de por sí es complicada se es un imprudente, ni por establecer las mayores medidas de precaución se es un exagerado.
Precisamente porque el miedo es libre y es una reacción ante una situación que nos alerta, no se debe menospreciar, ridiculizar o atacar, como ha podido suceder en algunas ocasiones a lo largo de estos días.
Precisamente porque es una reacción muy personal, sería recomendable en caso de que exista una convocatoria familiar exponer ese miedo al resto de participantes en la reunión, para que esas situaciones, llegado el momento, no nos paralicen ni nos bloqueen generando tensión y discusión.
Sería conveniente que ese miedo no sea desacreditado con palabras que dañan o mediante burlas a la persona que lo expone y si verdaderamente se quiere participar de una reunión familiar o de amigos intentar disfrutar lo máximo posible de ese momento, con responsabilidad y con respeto a los demás, sabiendo quien acude que precisamente porque hay varias personas, dependerá de cada uno el que esa reunión sea un encuentro agradable para todos, evitando los ataques personales a quien sufre con esta situación pero que quiere a su vez disfrutar con su gente, aunque sea desde la distancia de los dos metros.
Estos días se habla mucho de la responsabilidad de cada uno en la contención del virus, apelemos pues a la responsabilidad personal en cada una de nuestras familias para que esos encuentros familiares o de amigos sean encuentros llenos de afecto, de comprensión, dejando a un lado el ridiculizar al de enfrente y precisamente porque vamos a ver a quienes más queremos que esos momentos sean momentos de ilusión, comprensión y cariño por estar con los nuestros.
Hemos tenido meses de encuentros virtuales, de charlas a través de una pantalla, por eso, ahora que podemos tenerlas de manera presencial en vivo y en directo, disfrutémoslas. Ya hemos pasado mucho y no sabemos qué nos deparará este virus. Por eso, si algo tenemos seguro es nuestro presente, disfrutémoslo con nuestra gente, respetando el miedo o mejor dicho a quien tenemos delante, con miedo o sin él y quedémonos con estos momentos que el mes de junio nos regala.
Disfrutemos del presentey ,precisamente porque somos únicos e irrepetibles, somos únicos en miedo y en respeto, porque somos únicos a la hora de expresar nuestro cariño y nuestra compañía a los que forman parte de nuestra vida.
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Mercedes Honrubia Gª de la Noceda es directora del Instituto Coincidir