Algunas pistas concretas para padres y educadores que se encuentran con una situación tan delicada, sobre todo cuando es más difícil la comunicación
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Estamos viviendo esta época de confinamiento obligatorio, plagado de emociones “raras”, del “tener que cambiar hábitos”, porque hay algo que no conocemos y no nos permite vivir la vida como solíamos hacer; donde la aceptación está forzada a ejercitarse, y esto no es fácil. Donde las emociones de todo tipo salen sin pedirnos permiso y luchamos con fuerza e inusual intensidad para crear un intervalo entre ellas y nuestras acciones para poder ser asertivos.
Así vivimos, así luchamos para sostener un equilibrio moral, espiritual y físico. Muchos tenemos la gracia de sacar adelante este momento con sacrificio, pero reconociendo la posibilidad de adentrarnos en nosotros mismos para repensar, modificar o fortalecer valores que mejoren nuestra visión de la vida después de la pandemia.
Todos tenemos la posibilidad de aproximarnos a descubrir quiénes somos y a revertir cualquier escenario de la vida con introspección, resiliencia e inteligencia espiritual. No estoy afirmando que sea una tarea fácil.
Los problemas de ciertas “terapias”
Como contrapartida, en estos días hemos recibido alguna consulta de familiares que, antes de la pandemia, sus jóvenes hijos participaban en terapias brindadas por “expertos” en hipnosis, constelaciones familiares, prácticas sanadoras, mindfulness, Gestalt, etc., generando cambios profundos en las relaciones con su grupo familiar, especialmente con sus padres.
De forma previa al coronavirus, y ante esta situación, la dinámica familiar se veía trastocada con reclamos, rebeldías, agresiones y cambios de hábitos. Comenzaba a establecerse un duro y doloroso distanciamiento afectivo.
¿Y qué ha pasado en este confinamiento con situaciones así? Pues sus padres no saben dónde están confinados sus hijos. Éstos han elegido otro espacio que no es su grupo primario.
¿Cómo podemos ayudar a estas familias que, en medio de esta pandemia, deben enfrentarse a esta amenaza?
Pistas concretas
Si bien la respuesta a esta pregunta va a depender en gran medida de la conjunción de una serie de variables –tales como las características propias de estos movimientos, la personalidad del joven y la modalidad de la interacción familiar–, pueden darse, sin embargo, algunos lineamientos generales para orientar tanto a padres, amigos y personas del entorno de estos jóvenes, como pueden ser educadores y formadores en general.
– Uno de los elementos a tener muy en cuenta –y que generalmente se descuida por la confusión que genera la observación de ciertos cambios en la conducta de la persona que está siendo captada–, es que la decisión adoptada por ella no es simplemente un acto, sino que corresponde a todo un proceso.
– Lo más importante es mantener el contacto por cualquier vía posible con el afectado. No cortar el débil vínculo que sostenga el joven con su familia. Por lo general, el joven elige a uno de sus miembros como vehículo para la comunicación.
– No enojarse, tener mucha paciencia y dirigirse al joven de manera cariñosa y contenedora, haciéndole saber que lo escucha con interés y afecto.
– No calificar al movimiento con el que se encuentra confinado el joven.
– No minusvalorar al afectado por estar donde está y no con su familia.
– Mantenerse interesado en sus actividades y en su día a día.
– Reafirmar la aprobación sobre las motivaciones y sus buenas intenciones de los integrantes del movimiento o grupo con el que se encuentra el joven, pero no aprobando a la agrupación como tal.
– Recordarle períodos de su vida anterior a la inserción en el grupo que hayan sido vividos como agradables. Las redes sociales, en estas circunstancias, son una herramienta valiosa para la comunicación con el joven.
– Reconectarlo con antiguas amistades.
– Incentivarlo a que contemple un futuro donde se cumplan de manera positiva los proyectos pensados con anterioridad a su entrada en el grupo.
De esta manera se tratará de que el joven logre ser consciente de que está siendo manipulado por toda una organización y que, pese a lo que haya podido hacer, no ha perdido el amor incondicional de sus padres y amigos, pudiendo así poder retornar a casa cuando lo desee, pues será recibido con alegría y sin obstáculos; en fin, que tiene un lugar de verdadera pertenencia y que contará con su ayuda, cualquiera que sea la dificultad a enfrentar.
Para más información
– Vicente Jara, “¿Qué hacer cuando un familiar o amigo está en una secta?”, Aleteia, 30/04/15.
– Álvaro Farías, “El peligro de las terapias alternativas New Age”, Aleteia, 5/03/18.