El papa Francisco pidió tener cuidado de no leer de forma victimista y autocompasiva la bienaventuranza "bienaventurados los perseguidos por la justicia". También recordó a los cristianos perseguidos en distintas partes del mundo y pidió para ellos oración y cercanía.
Además alertó del peligro de dejar de ser sal de la tierra, es decir de no tener el sabor de Jesús y no vivir las bienaventuranzas, la carta de identidad del cristiano.
"Los animo a seguir la senda de las bienaventuranzas, haciéndolas vida con quienes tienen cerca y sufren, de modo particular en estos momentos de adversidad y dificultad. El Señor les concederá experimentar, en medio de las circunstancias que les toca vivir, una gran alegría y paz interior".
Fue en la audiencia general del miércoles 29 de abril de 2020 en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.
El Papa, retomando el ciclo de catequesis sobre las Bienaventuranzas, centró su meditación en la octava y última:
"Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos".
Los ídolos del mundo
"El mundo con sus ídolos y con sus estructuras de pecado no puede permitir un estilo de vida según el Espíritu de la verdad, por lo que rechaza la enseñanza del Evangelio, tachándola como un problema que se debe desechar y arrinconar.
Esto muestra que la persecución lleva a la liberación interior, que rompe con las ataduras del mundo, produciendo una gran alegría, porque se ha encontrado un verdadero tesoro mucho mayor al que puede ofrecer el mundo".
Cristianos perseguidos
Francisco habló sin público presente y "a puerta cerrada" debido al confinamiento obligatorio en Italia por la pandemia.
Y aseguró que es doloroso "recordar que, en este momento, hay muchos cristianos que sufren persecución en varias partes del mundo, y debemos esperar y rezar para que lo antes posible su tribulación termine".
"Los mártires de hoy son más que los de los primeros siglos", constató.
"Expresemos a estos hermanos y hermanas nuestra cercanía. Somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia".
Y aseguró que la persecución a causa de la justicia es una bienaventuranza que conduce de una vida según este mundo a la de Dios, de una vida guiada por el egoísmo a la del Espíritu.
Cuidado con victimismo
Francisco también aconsejó no leer la última bienaventuranza de forma autocompasiva.
"De hecho, no todo desprecio de los hombres es sinónimo de persecución. Jesús nos dice que somos "sal de la tierra", y llama nuestra atención ante el peligro de "perder el sabor", porque no serviría más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente".
El cristiano está llamado a vivir el espíritu de las Bienaventuranzas. Y a que toda su vida haga gustar a los demás el buen sabor de Cristo y del Evangelio.
Debemos ser fieles al humilde camino de las Bienaventuranzas, porque eso es lo que lleva a ser de Cristo y no del mundo".
"Vale la pena - dijo- recordar el camino de san Pablo. Cuando se creía un hombre justo, era de hecho un perseguidor. Pero cuando descubrió que era un perseguidor, se convirtió en un hombre de amor, que afrontó con gusto los sufrimientos de la persecución que sufrió".
No desanimarse
"El cristiano siempre siente la tentación de hacer compromisos con el espíritu del mundo", reconoció.
Por eso, instó a buscar la "vida del Reino de los Cielos", que es "la mayor alegría, la verdadera felicidad".
Francisco aseguró que en "las persecuciones siempre está la presencia de Jesús que nos acompaña, la presencia de Jesús que nos consuela, es la fuerza del Espíritu que nos ayuda a seguir adelante. No nos desanimemos cuando una vida coherente en el Evangelio atrae las persecuciones de la gente, ahí está el Espíritu que nos apoya durante el camino".
Santa Catalna de Siena
Por último, saludó a los fieles que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social y a quienes celebran santa Catalina de Siena, patrona de Europa.
Precisamente, hoy en Santa Marta, invitó a rezar por la intercesión de la santa italiana para que Europa sea unida y fraterna. La Audiencia General concluyó con el rezo del Pater Noster y la Bendición Apostólica.