Los emigrantes venezolanos -ahora llamados “retornados”- viven un verdadero calvario entre la pandemia del coronavirus, el hambre y el gobierno de Maduro. Regresar al país bolivariano ha sido tan doloroso como huir de la crisis humanitaria que los separó de la familia
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Alquimaris Colina salió desde Venezuela para Colombia en una de las oleadas de emigrantes que salió en búsqueda de un futuro mejor. Ella tuvo que huir del hambre y la escasez de medicamentos, las características más notables de la crisis humanitaria compleja que desde seis años castiga si piedad al país suramericano.
Sin embargo, la pandemia del Covid-19 ha generado un deterioro sanitario y económico nada halagador en Latinoamérica y el mundo entero. Como era de esperarse, Colombia no escapó de la cruda realidad.
Ante este panorama Alquimaris decidió volver a Venezuela, pero esto no fue fácil. Formó parte de un grupo de personas que desde Maicao acometieron el regreso en condiciones similares a las vividas cuando salieron del país. Ya no es solamente la frustración de no conseguir una vida digna.
Ahora es urgente retornar aunque sea por las mismas “trochas” que una vez transitaron a pie, soportando hambre y sed, además de sentir el temor a ser asaltados o secuestrados por los delincuentes y guerrilleros que pululan en esa zona sin ley.
Militares: “El celular o no pasas a Venezuela”
Esta vez la delincuencia era diferente: en lugar de bandoleros y facciosos de la violencia política, Alquimaris se encontró con unos mal encarados militares que hasta le quitaron el teléfono celular para poder ingresar a su país.
“Cuando pasé la frontera por las trochas me robaron todo, la ropa, la comida, todo lo que traía, mis documentos”, dijo Alquimaris a Radio Fe y Alegría. “Como no tenía documentos, me dijeron que si quería irme, les tenía que dejar el teléfono”, aseguró a la red de emisoras de los jesuitas.
Denunció que ella no es la única víctima. A todas las personas que ingresan por ese lado de la frontera les están quitando el poco dinero y la comida que llevan. “Me vine porque no tenía para pagar el alquiler, estaba en la calle y no tenía ni agua para tomar”, relató.
“Allí no hay trabajo”, y por tanto, decidió volver junto a su familia. “Aquí al menos tendré agua y vamos a refugiarnos entre todos para pasar la epidemia”, narró Alquimaris.
Leonel Sierra quien regresaba de Barranquilla desde donde caminó los 500 kilómetros que lo separan de la frontera, reafirma los padecimientos de los emigrantes que ahora reciben el nombre de “retornados”. “El gobierno (colombiano) prohibió que el transporte nos llevara hasta Maicao por lo que un numeroso grupo decidimos hacer la travesía a pie. Fue una pesadilla debido a que no teníamos alimentos y teníamos poca agua”, explicó.
Para llegar hasta sus hogares estos venezolanos deberán cumplir al menos dos semanas en albergues que los gobiernos locales acondicionaron en los municipios Guajira y Mara del estado Zulia, como medida preventiva para evitar la propagación del Covid-19. “Aquí nos han suministrado alimentos, colchonetas, almohadas, alimentos, agua”, expuso Sierra.
Alquimaris y Leonel tal vez corrieron mejor suerte que otros miles de connacionales quienes tras superar la frontera, han sido echados de varios municipios sospechosos de portar el virus; y en otros casos “recluidos” en improvisados albergues.
Algunos pobladores de municipios fronterizos colocaron obstáculos en las vías en rechazo a las medidas de instalación de varios de estos refugios o impedir el paso de las “caravanas de caminantes” que se dirigían a sus hogares. Así se hizo en San Antonio, Rubio, Ureña y Capacho.
El sacerdote jesuita Alfredo Infante cuestionó esta situación en el boletín Signos de los tiempos porque “las poblaciones fronterizas, presas de un temor fundado, han visto como amenaza el ingreso de los miles de retornados”.
En tal sentido, expresó que las “protestas y acciones de rechazo, por parte de varias comunidades hacia el ingreso al país de nuestros hermanos, son profundamente dolorosas por su expresión inhumana”.
Infante detalló una conversación sostenida con monseñor Pablo Modesto, obispo salesiano responsable de la diócesis de Guasdualito en el estado Apure. “Estoy llegando de visitar los albergues de Guasdualito, son 16, y es fuerte la situación porque esta pobre gente salió con muchos problemas, enfrentó muchos problemas y tiene que regresarse y se encuentra con una fobia de parte de su misma gente”, le dijo. “Hay que tener cuidado y guardar los rigores de la prevención, pero no podemos permanecer indiferentes”, pidió el prelado.
Adela: “Esto parece un campo de concentración”
Muchos de estos “refugios” –como el terminal de pasajeros de San Antonio del Táchira- no reúnen las condiciones sanitarias mínimas de acuerdo con los propios “retornados”. Desde allí una de las afectadas a quien se llamará Adela para resguardar su identidad, denunció vía WhatSapp a sus familiares tener “cinco días sin comer bien, apenas nos dieron un arroz y unas caraotas duras y sin sal; estamos sin agua y durmiendo en el piso”.
En su mensaje recomendó “a quien quiera venirse a Venezuela, que lo piense dos veces. Esto parece un campo de concentración. Realmente regresar es un calvario peor que cuando salimos porque ahora vives con el miedo de contagiarte con la pandemia”.
Desde allí denunciaron la falta de comunicación y el maltrato de los militares y policías que los custodian. “Ayer me molesté por la falta de agua para beber o asearme y solo recibí regaños y gritos del Guardia Nacional. “¿Para qué regresaste? ¿Usted, no y que se había ido porque Venezuela era lo peor del mundo? ¡Ahora aguante la pela, señora!”.
Laidy Gómez, gobernadora del Táchira e integrante de la oposición, está de acuerdo en que los ciudadanos que ingresen al país, se evalúen y si resulten negativos en la prueba rápida y no presenten alguna sintomatología, deben ser trasladados a sus estados de origen “para que los respectivos gobernadores de cada entidad asuman el protocolo de la cuarentena”.
Cuestiona que “en estos espacios improvisados se pueden generar otras enfermedades como dengue, lesiones en la piel, infecciones intestinales, descompensación de pacientes diabéticos e hipertensos, mujeres embarazadas de alto riesgo, entre otras, a lo que se le suma la carencia de servicios públicos como agua potable, luz y gas en la frontera, es decir, que estos lugares, no cuentan con las condiciones sanitarias mínimas ni de alimentación”.
LA CIFRA.- Voceros de Maduro anuncian con bombos y platillos que desde el inicio de la cuarentena han retornado a Venezuela entre 6 mil y 15 mil venezolanos, sin embargo, es una cifra insignificante si se toma en cuenta el contador del portal Migrantes y refugiados de la UCAB, con 5.093.987 personas que han salido del país de manera forzada.
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