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Cómo celebrar en casa el miércoles, 22 de abril

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Sveta Lagutina | Shutterstock

Aleteia Team - publicado el 20/04/20

La celebración de la Resurrección de Jesús continúa en las siete próximas semanas de Pascua hasta culminar en Pentecostés. Durante este tiempo de confinamiento Aleteia, en colaboración con la revista Magnificat, seguirá ayudándole a celebrar la Palabra de Dios en casa.

Guía para la celebración

  • Si usted se encuentra solo, es preferible leer las lecturas y oraciones de la misa de este domingo (que también podrá encontrar en esta guía) o seguir la misa por televisión o en Aleteia a través de esta página especial creada porAleteia para Semana Santa. Esta celebración requiere al menos la participación de dos personas.
  • Esta celebración se adapta particularmente a un marco familiar, de amistad o de vecinos. Ahora bien, en el respeto de las medidas del confinamiento, es necesario verificar si está permitido invitar a los vecinos o amigos. En todo caso, durante su celebración, deberán respetarse estrictamente las consignas de seguridad.
  • Es posible seguir la celebración imprimiendo este texto en papel o directamente a través del propio dispositivo electrónico (teléfono móvil, tablet, ordenador).
  • Se ha de colocar el número de sillas necesario ante un espacio de oración, respetando la distancia de un metro entre cada uno.
  • Se encenderán una o varias velas, que deberán colocarse en un soporte incombustible (por ejemplo, un plato de porcelana o cristal). Al final de la celebración, se apagarán las velas. Se adornará, en la medida de lo posible, el espacio de oración con flores o plantas. Se colocará una cruz o crucifijo.
  • Se designa a una persona para dirigir la oración, quien establecerá la duración de los momentos de silencio.
  • Se designa el lector de la lectura.
  • Se pueden preparar cantos apropiados.

*

*    *

MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA
Celebración de la Palabra

“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna”.

Nos sentamos.  La persona que guía la celebración toma la palabra:

Hermanos y hermanas:
En la liturgia de hoy, la Iglesia
nos invita a cantar:
“Señor, anunciaré tu nombre a mis hermanos”.

En la primera lectura,
el ángel encomienda una misión idéntica a los apóstoles
a quienes libera de la prisión:
“Vayan a enseñar al pueblo estas palabras de vida”.

Es la misma misión que Jesucristo resucitado
encomendó a los apóstoles que había escogido,
antes de regresar al Padre, diciéndoles:
“Ustedes serán mis testigos”.

Hermanos y hermanas,
el mensaje de Pacua no sería verdadero
si le priváramos de su dinamismo misionero.
Cada año, las celebraciones de Pascua
renuevan en nuestro corazón este dinamismo,
al hacernos conscientes nuevamente de que
“Tanto amó Dios al mundo,
que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga vida eterna”.

Pero, ¿qué quiere decir? ¿Quién es “el mundo”?
El mundo, hermanos y hermanas, es el mundo entero,
no sólo la pequeñez de mi persona,
o de un grupo de iniciados.

El mundo es toda la humanidad, el cosmos,
el universo visible e invisible, la creación entera.
De hecho, Dios no entregó a su Hijo único
para juzgar a todo el mundo,
de manera que sólo unos pocos puedan ser salvados,
sino para que por su medio el mundo,
todo el mundo, pueda ser salvado.

Hermanos y hermanas,
nosotros somos testigos de esta  esperanza.
Esperanza más fuerte que todas las pruebas,
más fuerte que la misma muerte:
esperanza contra toda esperanza.

Desde nuestro confinamiento,
y sobre todo cuando nuestras puertas se abran,
escuchamos la voz del Señor que nos dice:
“anuncia a todos mis palabras de Vida eterna”.

Pausa.

En este miécoles de la segunda semana de Pascua,
continúan las circunstancias excepcionales
que nos impiden participar en la celebración de la Eucaristía.
Sin embargo, hoy más que nunca,
Señor Jesús, tú nos pides actualizarla
amándonos los unos a los otros,
como Tú nos has amado.

Después de tres minutos de silencio,
todos hacen la señal de la cruz, diciendo: 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

El guía de la celebración sigue diciendo: 

Para prepararnos a acoger la Palabra de Dios
y de este modo se convierta en motivo de purificación para todos nosotros,
reconozcamos con humildad nuestros pecados.

Sigue el rito penitencial:

Señor, ten misericordia de nosotros.
Porque hemos pecado contra ti.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Y danos tu salvación.

Que Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados,
y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Se pronuncia o canta:

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

ORACIÓN
El guía de la celebración recita la siguiente oración de apertura:
Al conmemorar cada año
los misterios por los que devolviste
a la naturaleza humana su dignidad orginal
y le infundiste la esperanza de la resurrección,
te suplicamos confiadamente, Señor,
que en tu clemencia
nos concedas recibir con perpetuo amor
lo que conmemoramos llenos de fe.
Por nuestro Señor Jesucirsto, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
R/.Amén.

Nos sentamos. El lector asignado lee la primera lectura.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (5, 17-26)

En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido, que eran los saduceos, llenos de ira contra los apóstoles, los mandaron aprehender y los metieron en la cárcel. Pero durante la noche, un ángel del Señor les abrió las puertas, los sacó de ahí y les dijo: “Vayan al templo y pónganse a enseñar al pueblo todo lo referente a esta nueva vida”. Para obedecer la orden, se fueron de madrugada al templo y ahí se pusieron a enseñar.

Cuando llegó el sumo sacerdote con los de su partido convocaron al sanedrín, es decir, a todo el senado de los hijos de Israel, y mandaron traer de la cárcel a los presos. Al llegar los guardias a la cárcel, no los hallaron y regresaron a informar: “Encontramos la cárcel bien cerrada y a los centinelas en sus puestos, pero al abrir no encontramos a nadie adentro”.

Al oír estas palabras, el jefe de la guardia del templo y los sumos sacerdotes se quedaron sin saber qué pensar; pero en ese momento llegó uno y les dijo: “Los hombres que habían metido en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo”.

Entonces el jefe de la guardia, con sus hombres, trajo a los apóstoles, pero sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo.

Palabra de Dios.

R/.Te alabamos, Señor.

El mismo lector u otro asignado lee el Salmo 33.

SALMO RESPONSORIAL

Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.

R/.Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.

Bendeciré al Señor a todas horas,
no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor,
que se alegre su pueblo al escucharlo.

R/.Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.

Proclamemos la grandeza del Señor
y alabemos todos juntos su poder.
Cuando acudí al Señor, me hizo caso
y me libró de todas mis temores.

R/.Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.

Confía en el Señor y saltarás de gusto,
jamás te sentirás decepcionado,
porque el Señor escucha el clamor de los pobres
y los libra de todas sus angustias.

R/.Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.

Junto a aquellos que temen al Señor
el ángel del Señor acampa y los protege.
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Dichoso el hombre que se refugia en él.

R/.
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.

EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Lectura del santo evangelio según san Juan (3, 16-21)

“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’’.

El Evangelio concluye sin aclamación.
Todos se sientan. El guía repite lentamente,

como si se tratara de un eco lejano:

En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos resonar estas palabras
que en este día nos propone la Iglesia:

“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna”.

Permanecemos cinco minutos en silencio de meditación personal.

PADRE NUESTRO

El que guía la celebración introduce el Padre Nuestro.

Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

Se reza o canta el Padre Nuestro:

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

E inmediatamente todos proclaman:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

El guía sigue diciendo:

Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.

Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.
Nos sentamos.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

El guía dice:

Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.

El Concilio de Trento nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.

El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.

Podemos ahora  inclinar la cabeza,
cerrar los ojos y recoger nuestro espíritu.

Pausa en silencio

En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.

Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
Podemos elevar un cántico de acción de gracias.
Nos ponemos de pie, y todos juntos pronunciamos esta oración: 

Guarda, Señor, con tu amor constante
a los que has salvado,
para que los redimidos por la pasión de tu Hijo
se alegren con su resurrección.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

BENDICIÓN

La persona que guía la celebración, con las manos juntas, 
pronuncia en nombre de todos la fórmula de la bendición:

Por intercesión de san N.
[patrón de la parroquia, la familia, el país…],
de todos los santos y santas de Dios,
que el Señor de la perseverancia y la fortaleza
nos ayude a vivir el espíritu de
sacrificio, compasión y amor de Cristo Jesús.

De este modo, en comunión con el Espíritu Santo,
daremos gloria a Dios,
Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Todos juntos mirando hacia la cruz,
piden la bendición del Señor:

Descienda sobre nosotros la bendición de Dios,
y permanezca siempre.
Amén.

Todos hacen la señal de la cruz.
Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.
Es posible concluir la celebración elevando un cántico a la Virgen María.

Regina caeli, laetare, alleluia,
quia quem meruisti portare, alleluia,
resurrexit sicut dixit, alleluia;
ora pro nobis Deum, alleluia.

Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar, aleluya,
resucitó según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

*

*     *

Para seguir santificando la Resurrección del Señor, Aleteia le ofrece recursos de oración  y celebración en su página especial de Pascua.

En las próximas semanas, Aleteia propondrá cada día fórmulas de celebraciones en casa para seguir santificando el tiempo pascual, a pesar de la condiciones impuestas por el coronavirus, para la gloria de Dios y la salvación del mundo.

Asimismo, usted podrá encontrar, de manera gratuita, otros recursos en la página web de Magnificat. 

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