En la audiencia general del miércoles 15 de abril, el Papa Francisco reflexionó en su catequesis sobre la séptima bienaventuranza, la de los “artesanos de paz”, que son proclamados hijos de Dios
«Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»: así recita la séptima bienaventuranza a la que el Papa Francisco dedicó la catequesis del miércoles 15 de abril. Reflexionando desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, como lo hace desde que comenzó la pandemia que ha catapultado al mundo en emergencia sanitaria, el Pontífice profundizó sobre el significado de la palabra “paz” y sus dos ideas sobre ella.
Shalom
“La primera es la bíblica, donde aparece la hermosa palabra shalom, que expresa abundancia, prosperidad, bienestar. Cuando en hebreo se desea el shalom, – explicó el Pontífice – se desea una vida bella, plena y próspera, pero también la verdad y la justicia, que se cumplirán en el Mesías, príncipe de la paz”. (cf. Is 9,6; Mic 5,4-5).
El Papa afirmó además que hay otro sentido de paz que es “subjetivo” y que está muy difundido en nuestra sociedad, es el de “tranquilidad” y “equilibrio personal”, que en ocasiones no corresponde a un crecimiento interior. Y puntualizó:
Este segundo significado es incompleto y no puede ser utilizado, porque en la vida la inquietud puede ser un momento importante de crecimiento, mientras que puede suceder que la tranquilidad interior corresponda a una conciencia domesticada y no a una verdadera redención espiritual. Muchas veces el Señor debe ser “signo de contradicción” sacudiendo nuestras falsas certezas para llevarnos a la salvación.
La paz que dá el mundo
Recordando que el Señor ve su paz como diferente de la paz humana, Francisco se pregunta: ¿Cómo da la paz el mundo? Y pensando en los numerosos conflictos afirma que generalmente se llega a la paz o por la victoria de una de las partes o a través de tratados de paz, pero – precisa – “debemos considerar que la historia es una serie interminable de tratados de paz negados por guerras sucesivas, o por la metamorfosis de esas mismas guerras en otras formas o en otros lugares”. Y agrega:
Incluso en nuestra época, una guerra “en pedazos” se libra en varios escenarios y de diferentes maneras. Debemos al menos sospechar que en el marco de una globalización compuesta principalmente por intereses económicos, la “paz” de algunos corresponde a la “guerra” de los demás. ¡Esta no es la paz de Cristo!
La paz de Dios hace de dos pueblos uno
El Obispo de Roma subraya que de hecho, la paz del Señor es diferente a la que da el mundo, con sus guerras y con sus múltiples tratados de paz rotos. La paz que viene del Señor es la que “hace de dos pueblos uno solo”; como afirma San Pablo en la carta a los Efesios, es la paz que aniquila la enemistad y que reconcilia con la sangre de su cruz. Y el Papa afirma que esta Bienaventuranza es la más activa, explícitamente operativa, e indica “iniciativa y laboriosidad”:
El amor por su nacimiento es creativo y busca la reconciliación a cualquier costo. Los que han aprendido el arte de la paz y lo practican saben que no hay reconciliación sin el don de la vida, y que hay que buscar la paz siempre y en cualquier caso. Siempre y en cualquier caso. ¡No olviden esto!
El verdadero shalom y el verdadero equilibrio interior – afirma finalmente el Pontífice – vienen de la paz de Cristo” capaz de generar “una nueva humanidad, encarnada en una multitud infinita de santos y santas, inventivos, creativos, que han ideado formas siempre nuevas de amar”. En esta vida como hijos de Dios, está “la verdadera felicidad”. “Bienaventurados aquellos que van por este camino”.
Sean constructores de paz
Al saludar a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social, Francisco los animó a colaborar con Dios en la tarea de construir la paz, en cada momento y lugar, comenzando por aquellas situaciones que viven y con las personas que tienen alrededor; de manera particular, en estos momentos que estamos viviendo a causa de la pandemia, para que, con un gesto concreto de bien, puedan llevar la ternura, la alegría y la paz de Cristo Resucitado.