Francisco habla sobre su dolor porque por el coronavirus Las Vegas cierra sus centros de acogida y pone a las personas sin hogar a dormir en el suelo, y reza por “el sufrimiento oculto en este tiempo de dolor” que emerge de la ‘foto’ de la indiferencia en la ciudad de EE.UU., de los hoteles de lujo y de los casinosEn la misa de Casa Santa Marta, via streaming live, desde el Vaticano, el papa Francisco pidió la intercesión de santa Madre Teresa de Calcuta por las personas más pobres, sin una casa o refugio, que sufren las consecuencias de la pandemia del coronavirus:
“Estos días de dolor y de tristeza ponen de manifiesto tantos problemas ocultos. En el periódico, hoy, hay una foto que golpea el corazón: tantas personas sin hogar en una ciudad tiradas en un estacionamiento, bajo observación… tantas personas sin hogar están hoy.
Pedimos a santa Teresa de Calcuta que despierte en nosotros un sentido de cercanía a tantas personas que en la sociedad, en la vida normal, viven escondidas pero, como los sin techo, en el momento de la crisis, se destacan de esta manera”.
El Papa se refirió al caso de los casi medio millón de personas sin techo en la ciudad de los grandes casinos y hoteles de lujo en Estados Unidos. En Las Vegas, unas 7.000 personas viven en enormes túneles subterráneos construidos para evitar inundaciones.
Las personas que están en el aparcamiento, durmiendo sobre el cemento a la intemperie, no viven en los túneles, sino en refugios de paso.
La semana pasada, uno de los residentes en un hostal de la ONG Caridad Católica dio positivo en el test del Covid-19 y los 500 ‘sin techo’ se quedaron sin ayuda. Así las autoridades decidieron habilitar el parking, sin colchones para todos, ellos duermen el asfalto, tapados con cobijas.
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Este jueves, 2 de abril, de la quinta semana de Cuaresma, el Papa inició la misa con la invitación a mantener la mirada fija en Jesús, una esperanza que no defrauda:
“Cristo es el mediador de la nueva alianza para que, mediante su muerte, los llamados reciban la herencia eterna que les ha sido prometida” (Hb 9,15).
En su homilía, Francisco comentó las lecturas del Evangelio de hoy, tomadas del libro del Génesis (Gn 17, 3-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8, 51-59).
Estos textos tienen como centro la figura de Abraham, la alianza con Dios y el nuevo anuncio de Jesús que viene a “rehacer” la creación perdonando nuestros pecados.
Somos cristianos porque…
“Somos cristianos”, dijo, “porque hemos sido elegidos, escogidos y hemos recibido una promesa de fecundidad, a la que debemos responder con fidelidad al pacto.
Nuestros pecados van en contra de estas tres dimensiones: no aceptar la elección adorando ídolos, no esperar la promesa y olvidar el pacto.
El camino del cristiano, concluyó, es ser consciente de la elección, de la alegría de ir hacia una promesa y de la fidelidad en hacer el pacto.
En homilía, Francisco sostuvo que “el Señor siempre ha recordado su pacto. Lo repetimos en el salmo responsorial. El Señor no olvida, nunca olvida.
Sí, sólo olvida en un caso, cuando perdona los pecados. Después de perdonar pierde la memoria, no recuerda sus pecados. En otros casos Dios no olvida.
Su fidelidad es memoria. Su fidelidad a su pueblo. Su fidelidad a Abraham es el recuerdo de las promesas que hizo. Dios eligió a Abraham para hacer un camino. Abraham es un elegido, era un elegido. Dios lo eligió.
Luego en esa elección le prometió una herencia y hoy, en el pasaje del Libro del Génesis, hay un paso más. En cuanto a ti, mi pacto es contigo. El pacto. Una alianza que le hace ver su fecundidad a lo lejos: te convertirás en el padre de una multitud de naciones.
Cristianos elegidos
La elección, la promesa y la alianza son las tres dimensiones de la vida de fe, las tres dimensiones de la vida cristiana. Cada uno de nosotros es un elegido, nadie elige ser cristiano entre todas las posibilidades que le ofrece el “mercado” religioso.
Somos cristianos porque hemos sido elegidos. En esta elección hay una promesa, hay una promesa de esperanza, el signo es la fecundidad: “Abraham serás padre de una multitud de naciones y… serás fecundo en la fe”.
Tu fe florecerá en las obras, en las buenas obras, en las obras de fecundidad también, una fe fructífera. Pero debes -el tercer paso- observar la alianza conmigo”.
Y el pacto es la fidelidad, ser fiel. Hemos sido elegidos, el Señor nos ha dado una promesa, ahora nos pide un pacto. Un pacto de fidelidad.
Jesús dice que Abraham se regocijó pensando, viendo su día, el día de la gran fecundidad, en que su hijo -Jesús era el hijo de Abraham- vino a rehacer la creación, lo cual es más difícil que hacerla, dice la liturgia, vino a hacer la redención de nuestros pecados, a liberarnos.
No aceptar tantos ídolos
El cristiano es cristiano no para mostrar la fe del bautismo: la fe del bautismo es un papel. Eres cristiano si dices que sí a la elección que Dios ha hecho de ti, si vas detrás de las promesas que el Señor te ha hecho y si vives un pacto con el Señor: esto es la vida cristiana.
Los pecados del viaje siempre van en contra de estas tres dimensiones: no aceptar la elección y no “elegir” tantos ídolos, tantas cosas que no pertenecen a Dios.
No aceptar la esperanza en la promesa, ir, mirar de lejos las promesas, incluso muchas veces, como dice la Carta a los Hebreos, saludándolas de lejos.
Y es hacer que las promesas sean de hoy con los pequeños ídolos que nosotros hacemos, y olvidarse de la alianza, vivir sin el pacto, como si estuviéramos sin un pacto.
La fecundidad es la alegría, esa alegría de Abraham que vio el día de Jesús y lo llenó. Esta es la revelación que la palabra de Dios nos da hoy sobre nuestra existencia cristiana.
Que sea como la de nuestro Padre: consciente de ser elegido, alegre de ir hacia una promesa y fiel en cumplir la alianza.
Comunión espiritual
Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual. A continuación, la oración recitada por el Papa para ello:
“Creo Jesús mío que éstas realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a Ti; Oh Señor, no permitas que me separe de Ti”.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (“Ave Reina del Cielo”):
“Salve, Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros“.