La oración "Ave María" que los cristianos han estado rezando durante siglos se compone de dos partes principales.
La primera parte de la oración se deriva de la Anunciación, cuando el ángel Gabriel saludó a María diciendo:
"¡Salve, llena de gracia, el Señor está contigo!" (Lucas 12,8).
La siguiente parte de la oración se toma de la Visitación, cuando Isabel saludó a María con las palabras:
"¡Bendita seas entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!" (Lucas 1, 42)
Al principio, la oración se conocía como el "Saludo de la Santísima Virgen", y solo consistía en los dos versos unidos. Sin embargo, durante la Peste Negra, la oración se desarrolló aún más y se le agregó una segunda parte.
De dónde surgió la segunda parte
Muchos creen que esta segunda parte ("Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora, y en la hora de nuestra muerte") fue agregada durante la plaga para pedir la protección de la Santísima Madre de la enfermedad mortal.
El venerable Fulton J. Sheen explica este origen en su libro El primer amor del mundo:
"Dado que aprovecha los dos momentos decisivos de la vida: "ahora" y "en la hora de nuestra muerte", sugiere la protesta espontánea de las personas en una gran calamidad. La Peste Negra, que devastó toda Europa y acabó con un tercio de su población, llevó a los fieles a clamar a la Madre de Nuestro Señor para que los protegiera en un momento en que el tiempo presente y la muerte eran casi uno".
Un experto en devoción mariana, el p. Donald H. Calloway, confirma esta conclusión en su libro Campeones del rosario y explica:
"Después de la Muerte Negra, la segunda mitad del Ave María comenzó a aparecer en los breviarios de las comunidades religiosas, especialmente las de los mercedarios, camaldulenses, y franciscanos... la gente del siglo XIV necesitaba enormemente la dimensión 'llena de esperanza' de la segunda mitad de la oración del Ave María".
La oración tomó varias formas durante este período sombrío en Europa, pero fue reconocida oficialmente después de la publicación del Catecismo del Concilio de Trento y la oración completa se incluyó en el Breviario Romano de 1568.
En los momentos de gran sufrimiento, los cristianos siempre se han vuelto a Dios y a los santos más cercanos a Él, con la esperanza de que alivie a su pueblo.