Gloria y Lucas decidieron cambiar de planes y casarse justo antes de la entrada en vigor del estado de alerta por el coronavirus
Nunca habría imaginado el día de su boda así. Lucas lleva el chaqué con el que se casó el hermano de su novia. Gloria avanza por el pasillo, rodeada de sus únicos diez invitados, con el pelo mojado todavía y con el vestido de novia de su hermana. En un pequeño santuario de la ciudad de Madrid, Gloria y Lucas han adelantado su boda justo al día en el que se ha decretado por primera vez en la historia de la democracia española el Estado de Alarma. Mientras ahí fuera parece que el mundo se acaba con el coronavirus, Lucas y Gloria reciben el sacramento del matrimonio.
Tienen 23 y 24 años y hace unas semanas Lucas me decía que no estaba preocupado con esto del coronavirus que él “no veía la tele”. Por eso pensaba que no habría problema en celebrar su boda con Gloria el 18 de abril. Pero los acontecimientos se han sucedido muy rápido, nuestra vida ha cambiado de un día para otro y esta pareja de novios tenían que tomar una decisión. No sabían qué iba a ser de su matrimonio.
Lo tienen claro: lo importante es casarse, y lo quieren hacer ante Dios. Van a lo esencial. Ni el viaje de novios, ni la fiesta, ni los invitados, ni las flores…
El jueves de la semana fatídica en la que medio mundo se refugia en sus casas, Gloria y Lucas deciden resolver el problema. Solo hay dos opciones: o adelantarla o posponerla hasta nuevo aviso.
Cambio de planes
Se llegaron a plantear casarse en casa pero no saben “si la Iglesia permite celebrar el sacramento del matrimonio en una casa”. Gloria se pone en contacto con el Santuario de Nuestra Señora de Schoenstatt en Madrid, el lugar donde tenían previsto casarse. Querían saber si se puede cambiar la fecha.
Durante toda la semana los dos acuden juntos a adoración y misa en la Parroquia de San José de la Montaña y deciden ponerlo en las manos del padre de Jesús. ¿El día de San José tal vez? “Es la semana siguiente”, piensan.
El viernes a la hora de comer obtienen respuesta del Santuario: tienen el permiso para casarse, pero tiene que ser ya. Al día siguiente. Gloria llama a Lucas que está saliendo del trabajo. Se lo cuenta: “Nos casamos mañana”. Y es así cómo Gloria y Lucas deciden casarse el sábado a las cuatro de la tarde.
Los padres de él no dan crédito, no entienden que haya tomado esa decisión “¿Y el resto de familiares?” La madre de Lucas se pregunta: “¿Cómo me haces esto? ¡Si no tengo vestido!” Y la situación da pie a una conversación padre-hijo que llevaban mucho tiempo queriendo tener.
Y llega el gran día. El mismo día que se decreta en España el estado de alerta: ya no vamos a poder salir de casa. A Lucas le ha dejado el chaqué el hermano de su futura esposa. Gloria lleva el vestido de novia de su hermana. En el pequeño Santuario de Madrid son poco más de una decena. Los padres, hermanos, los novios, el sacerdote y Dios y la Virgen María.
A Gloria prácticamente le chorrea el pelo todavía de la ducha, el ramo que lleva son las flores que ha recogido su padre en el jardín, pero estoy seguro que el cómo se miran no habría cambiado si afuera no se estuviera acabando el mundo.
La celebración
No hay cóctel, ni banquete, ni barra libre, ni coche, ni fotógrafo, ni flores (salvo las que ha escogido con cuidado el padre de la novia para su ramo). Los clientes que acuden al supermercado a comprar papel higiénico alucinan al ver a un hombre vestido de boda, comprando una empanadilla y unas tortillas mientras se acaba el mundo.
Y los diez que estaban en la ceremonia, están también en la terraza de la casa de los padres de la novia para celebrar un enlace que solo Dios podría haber preparado. Su viaje de novios va a ser una cuarentena de quince días, trabajarán desde casa y verán en las noticias cómo el mundo supera una de las mayores crisis de su historia. No van a tener ni playa, ni mojitos, ni viajes apasionantes. Van a tener lo único que en el fondo querían: el uno al otro.
Los novios comentan a Aleteia: “Nos gustaría animar a los jóvenes a abandonarse plenamente a Dios Padre, porque por mucho que hagas planes en tu vida, Dios luego los supera con creces. Dios es capaz de sacar de un mal un bien para los que confían en Él”.
Lucas nos cuenta: “Una amiga que nos escribió esto dándonos también las gracias por nuestro testimonio: ‘Y cuando tocaba el misterio del nacimiento de Jesús, pensé en lo parecido de vuestra situación con la de María y José. Ellos también se vieron sorprendidos por las circunstancias ante nada menos que el nacimiento de Dios. Pero las incomodidades, el miedo y las tribulaciones que pasaron, en lugar de convertirse en obstáculo para la confianza, fueron una prueba que vencieron con la ayuda de Dios, que hace buena cada circunstancia para los que confían en él’. Un mensaje para todos en mitad de esta crisis. Sobre todo en esta época, no nos dejemos llevar por el miedo y tengamos confianza en Dios nuestro Padre”.
Y así fue como mis amigos Gloria y Lucas decidieron hacer lo más loco que a uno en estos tiempos se le pudiera ocurrir: casarse. Poner a Dios en medio de su relación y decirse el uno al otro que no importa nada de lo que pase en el mundo que ellos se van a querer para siempre. Porque eso es lo único que importa: un amor que no es de este mundo. Que vivan los novios de verdad.