A pesar de las escandalosas cifras “del pecado social y estructural”, la solidaridad impulsada por la iglesia, asociaciones civiles y empresas privadas, está salvando muchas vidas en Venezuela, reconoce el jesuita Alfredo Infante en conversación con Aleteia
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“Los venezolanos estamos sometidos a una dieta de hambre estructural”, dice el sacerdote jesuita Alfredo Infante Silvera, director del Centro Arquidiocesano Monseñor Arias Blanco, una instancia creada en 2018 por el cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, actual administrador apostólico de la Arquidiócesis de Caracas.
Lo señalaba este fin de semana en el boletín Signos de los Tiempos (Nº 48), que esta instancia distribuye entre grupos de opinión y medios de comunicación vinculados a la iglesia en Venezuela.
“Recientemente -editorializó Alfredo Infante- el Programa Mundial de Alimentos (WFP) de la Organización de Naciones Unidas publicó un informe sobre seguridad alimentaria donde señala que 7.9% de la población en Venezuela (2.3 millones) está en inseguridad alimentaria severa; y un 24.4% adicional (7 millones) está en inseguridad alimentaria moderada”. “Basándose en el enfoque CARI, WFP estima que una de cada tres personas en Venezuela (32.3%) está en inseguridad alimentaria y necesita asistencia”.
Infante fue contactado por Aleteia, en la búsqueda de sus razones para citar las escandalosas cifras con las que los organismos multilaterales, en otros momentos renuentes a aceptar lo que ocurría en Venezuela, ahora difunden que efectivamente el país bolivariano está sumido en “inseguridad alimentaria” y violación de los derechos humanos.
¿Qué es el ayuno estructural?
“Venezuela se encuentra ante un pecado estructural –como en su momento lo denunció el Documento de Puebla emanado de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano– con altos niveles de precariedad y carencia que afectan a los ciudadanos”, fue los primero que dijo este miembro de congregación del papa Francisco.
“En ese sentido, entran las cifras del informe de la ONU, pero también el tema del agua que Cáritas de Venezuela trabaja en esta Cuaresma, y por supuesto, la salud con todas las dimensiones del sacrificio que ha significado para nuestros hermanos. Es una situación de pecado que limita nuestras vidas a tal punto que vivimos un ayuno estructural”.
Ratificó que “este ayuno estructural es el resultado de la implementación de facto de un modelo político económico inviable que está matando de hambre a millones de venezolanos”. “La situación ha sido agudizada por las sanciones internacionales que, si bien no son las causantes directas de este desastre humanitario, sí lo han profundizado, tal como lo señaló la ONG Provea en una investigación publicada en mayo de 2019”, dijo.
“¿Qué significa el ayuno en un contexto de pecado estructural donde millones de venezolanos están desnutridos y mal nutridos, la mayoría se ha visto obligada a reducir su calidad de vida y una minoría que está en el poder vive en una burbuja a la altura de la élite del primer mundo?”, se preguntó. La respuesta la encontró en el libro del profeta Isaías, “de donde –dijo- se extrae una de las más contundentes explicaciones” sobre el ayuno.
“Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor”, citó del Antiguo Testamento.
Por eso invitó a tener “clara conciencia de que nuestro ayuno” no tiene que ver con la comida, sino con las actitudes que, tal como decía San Ignacio, “corrompen al subjecto personal, comunitario y social”. “Es tiempo de identificar aquellos movimientos internos que nos hacen daño a nosotros mismos y a los demás, y buscar la ayuda necesaria para salir fortalecidos. Por la vida y la convivencia, un ayuno así agrada al Señor”.
La solidaridad, una forma de practicar la limosna
El padre Alfredo Infante también es rector de la red educativa san Alberto Hurtado que integran cinco centros educativos en La Vega, un conjunto de barrios pobres hacia el suroeste de Caracas, donde entre otros problemas atienden directamente el hambre que agobia a la población infantil y adultos mayores, afianzados en alianzas estratégicas.
“Gracias a la solidaridad –esa forma de practicar la limosna en estos tiempos-, a las alianzas estratégicas con empresas privadas, organizaciones y los vecinos de estas barriadas, se han implementado varios programas para que les brinden atención alimentaria a más de 2250 niños, niñas y adolescentes. Gracias a la solidaridad se están salvando vidas”, aseguró.
Finalmente, contó que las peticiones de sus vecinos durante la misa del Miércoles de Ceniza y en el viacrucis del 28 de febrero, son un reflejo de lo que se vive en cada familia.
“Por ejemplo, los niños pedían el regreso de los padres que se marcharon buscando mejor calidad de vida en otros países; que la familia no se disperse; que no se queden solos los niños; que la comida alcance para todos; que se puedan encontrar los medicamentos. Fue algo muy fuerte y doloroso que habla del ayuno estructural al que estamos sometidos”.
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