Una divertida serie de animación salpicada de auténticas enseñanzas vitales y sazonada con un entrañable sentido del humor
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Yo juraría que nadie ha dicho nada de esto pero el pasado 1 de febrero se cumplió 40 años de la emisión del último capítulo de La Pantera Rosa. Resulta curioso que nadie haya dicho gran cosa, ni si quiera los más puristas, porque La Pantera Rosa aún en nuestros días sigue teniendo una fuerte presencia y una reconocida influencia. Y esto aunque hayan, mínimo, una o dos generaciones que no saben quién diantres es la Pantera Rosa y lo que es más triste, ni si quiera les importa.
El personaje de la Pantera Rosa nació por casualidad. Resulta que en 1963 el director de cine Blake Edwards estaba preparando una comedia entorno a un valioso diamante que se conocía precisamente como la Pantera Rosa. La película se titulaba, como no podía ser de otro modo, La Pantera Rosa.
Edwards acudió a uno de los animadores más ilustres de la Warner Bros., Friz Freleng (creador de Piolín o el gato Silvestre) para que diseñara unos títulos de crédito en los que apareciera una pantera de color rosa y que según sus indicaciones fuera muda y graciosa.
El éxito de aquellos títulos de crédito fue tal que los productores pensaron automáticamente en crear una serie de animación para la televisión con ese personaje. Para tantear la cuestión se hizo un primer corto piloto, The Pink Phink, una producción de seis minutos sobre dos personajes, la Pantera Rosa y un pintor de color blanco, que luchan por pintar una casa de color azul o de color rosa.
Era tan sencillo, divertido y efectivo que con toda la razón del mundo se llevó el Oscar al mejor corto de animación. A partir de entonces la serie de televisión, La Pantera Rosa y posteriormente, El Show de la Pantera Rosa, hizo historia durante década y media hasta que dejó de emitirse en 1980.
Aún así, se trató de estirar la gallina de los huevos de oros con intentonas como la serie que en 1982 se emitió y en donde la Pantera Rosa hablaba. Ya la cosa no tenía la misma gracia.
Cuando mi hija Lucía comenzó a ver dibujos animados rápidamente le puse La Pantera Rosa. Cuando mi sobrina Cristina comenzó a ver dibujos corrí a ponerle La Pantera Rosa. Y cuando mi hijo Guillermo empezó a ver la tele, de lo primero que le puse fue La Pantera Rosa. ¿Y qué tiene la Pantera Rosa tan valioso?
Pues está muy claro. De entrada es un personaje sencillo y muy esquemático. Se puede reconocer a un solo golpe de vista y además su animación no es complicada, ni sus fondos y mucho menos sus historia. La Pantera Rosa es la sencillez, que no la simplicidad, hecha dibujo animado.
En segundo lugar es divertida. Recuerda a los mejores momentos de Charlot o incluso a Jacques Tatí por su poder de comunicar sin emitir una sola palabra. La Pantera Rosa es un mimo hecho animación y además es de una eficacia pasmosa.
Pero sobre todo y esto quizá sea lo más importante, la Pantera Rosa es un personaje bueno. Se ha dicho de ella que era algo así como un caballero inglés hecho dibujo animado. Relajado, comedido y un punto curioso no es en absoluto un personaje conflictivo. Más bien al contrario, la Pantera Rosa es abrumadoramente ingeniosa y hábil, dos virtudes que conviven inexplicablemente con cierta tendencia congénita al despiste.
Por si fuera poco la Pantera Rosa es un personaje perseverante y esencialmente bueno. Tiene una tendencia natural a ayudar al prójimo aunque no siempre lo salgan las cosas bien.
La Pantera Rosa es un personaje perfecto para ilustrar la plácida vida en soledad y para disfrutar de uno mismo y de la realidad que lo rodea. Con frecuencia los episodios de la serie comenzaban con la Pantera Rosa caminando, casi saltando por su ciudad, con una leve sonrisa en la boca disfrutando de la vida. Algo que cada vez nos cuesta más experimentar.
A mí me gustaba pensar que a mis hijos y a mi sobrina les quedaría algo de esos buenos valores que planteaba la Pantera Rosa y que además pasarían un rato muy divertido. Y les voy a confesar algo, también era una excusa para que yo pudiera volver esos dibujos animados.