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De la muerte de un hijo uno no se recupera en cinco días

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Mathilde De Robien - publicado el 10/02/20
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El duelo es un camino interior, a veces largo y caóticoEn la Asamblea nacional francesa, los diputados debatieron sobre la extensión de la baja temporal por la muerte de un hijo. ¿Cinco días? ¿Doce días? El debate puede resultar absurdo pues, no es cuestión de días. El duelo, coinciden los psicólogos, dura varios años o incluso toda la vida

Sin embargo, ya sea tras cinco o doce días, ¿cómo es posible retomar la vida laboral después de tan solo unos pocos días de la muerte de un hijo?


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Las etapas del duelo

“El duelo no es como una especie de gripe de la que nos contagiemos tras el fallecimiento de un ser querido y que podamos curar en dos semanas. El duelo no es una enfermedad, es un camino interior, a veces largo y caótico”, enfatiza Romain Bourdu, psicólogo clínico especializado en el acompañamiento de personas en duelo.

Un camino que lleva a la persona de luto a pasar por varias fases, llamadas etapas del duelo, designadas por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en los años 1960. Kübler-Ross identificó cinco etapas:

  1. negación
  2. cólera
  3. negociación
  4. depresión
  5. aceptación

Un camino más o menos largo, según la personalidad de cada uno y según las circunstancias del difunto, ya que el periodo de negación puede ser más largo si la muerte se produce de forma accidental o muy dramática.

Un camino que no se recorre en unos pocos días. “A veces se escucha decir que el duelo dura, al menos, un año. Sin embargo, proponer una duración media para el duelo es, por lo general, poco útil, porque el tiempo de duelo varía mucho de una persona a otra e incluso para una misma persona entre una pérdida y otra”, precisa Romain Bourdu.

En esta galería, nuestra psicóloga María del Castillo nos ofrece consejos para afrontar el duelo. 

El duelo nunca termina del todo

Aunque la función del duelo consiste en asimilar la ausencia de la persona amada, en reconstruir y recuperar el equilibrio interior para proseguir con la vida, continúa siendo una carencia, una cicatriz indeleble.

Una cicatriz más profunda si cabe cuando se trata de la muerte de un hijo o una hija; cada fecha de cumpleaños, los padres se dirán: “Ahora tendría tal edad”. Es la prueba de que el duelo por un hijo nunca termina del todo.

El padre de Gaspard, un niño que padecía el síndrome de Sandhoff y que falleció a los tres años y medio de vida en 2017, compartió recientemente en las redes sociales: “3 años sin él. El 1 de febrero es su día, está presente en todas partes.En cuanto a nosotros, seguimos viviendo, riendo, comprometiéndonos, soñando incluso… Pero no nos acostumbramos, esperamos pacientemente la feliz eternidad”.

Junto a esta herida permanece, para los cristianos, la esperanza de reencontrar al ser querido más allá de la vida terrestre, en la vida eterna que el Señor promete.

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