Jesús está en Cafarnaúm, y la muchedumbre se reúne a su alrededor. A través de una abertura hecha en el techo de la casa, algunos llevan a un hombre tumbado en una camilla.
Tienen la esperanza de que Jesús cure al paralítico, pero él sorprende a todos diciéndole: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Solo después le ordenará que se levante, toma su camilla y vuelva a casa.
El papa Francisco comenta diciendo que, con sus palabras, Jesús nos permite ir a lo esencial.
"Él es un hombre de Dios", afirma. Curaba pero no era un curandero, sino más bien un maestro, y ante la escena que se le presenta va a lo esencial.
Mira al paralítico y dice: "Te son perdonados los pecados". La curación física es un don, la salud física es un don que debemos custodiar. Pero el Señor nos enseña que también la salud del corazón, la salud espiritual hay que custodiarla.
Ahí está la profecía, la fuerza
Jesús va a lo esencial también con la mujer pecadora, de la que habla el evangelio, cuando ante su llanto le dice: 'Te son perdonados los pecados'.
Los demás se escandalizan, afirma el Papa, "cuando Jesús va a lo esencial, se escandalizan, porque allí está la profecía, allí está la fuerza".
Igualmente, 'Ve, pero no peques más', dice Jesús al hombre de la piscina que no llega nunca a tiempo a bajar al agua para poder curarse.
A la Samaritana que le hace tantas preguntas, -“ella hacía un poco el papel de la teóloga” dice el Papa – , Jesús le pregunta por el marido.
Va lo esencial de la vida y, afirma el Papa, "lo esencial es tu relación con Dios".
Jesús quiere perdonar nuestros pecados
"Y se nos olvida, muchas veces, esto, como si tuviéramos miedo de ir precisamente donde está el encuentro con el Señor, con Dios”.
Nos empeñamos, observa, en nuestra salud física, pedimos consejo sobre médicos y medicinas, y es algo bueno, pero “pensamos en la salud del corazón?”.
Hay una palabra aquí, de Jesús, que quizás nos ayude: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. ¿Estamos acostumbrados a pensar en esta medicina del perdón de nuestros pecados, de nuestros errores?
Nos preguntamos: “¿Tengo que pedir perdón a Dios por algo?”. “Sí, sí, sí, en general, todos somos pecadores”, y así la cosa se diluye y pierde la fuerza, esta fuerza de profecía que Jesús tiene cuando a a lo esencial.
Y hoy Jesús a cada uno nos dice: “Yo quiero perdonarte los pecados”.
El perdón, medicina para la salud del corazón
El Papa prosigue diciendo que quizás alguno no encuentra pecados en sí mismo que confesar, porque “le falta la conciencia de los pecados”. De “pecados concretos”, de “enfermedades del alma” que hay que curar, “y la medicina para curar es el perdón”.
Es algo sencillo, que Jesús nos enseña cuando va a lo esencial. Lo esencial es la salud, toda: del cuerpo y del alma.
Custodiemos bien la del cuerpo, pero también la del alma. Y vayamos a ese Médico que puede curarnos, que puede perdonar los pecados. Jesús vino por esto, dio la vida por esto.